CULTURA › ENTREVISTA CON DIEGO CAZABAT, DIRECTOR DE LA COMPAÑIA PERIPLO

“La realidad se volvió muy frágil”

El teatrista analiza la trayectoria del grupo –que festeja sus diez años de trabajo– y los alcances de su última obra, “El escondrijo”, a la que define como “una comedia incómoda”.

 Por Cecilia Hopkins

En un lugar al que siempre llaman “el continente”, la población –harta de vivir a la intemperie– ha decidido tomar la mansión y los bienes de las poderosas viudas de los antiguos propietarios de todo. El más preciado de los colaboradores de estas mujeres, en cónclave secreto, intenta imaginar una solución drástica a la revuelta: embarcar a todos los insurgentes hacia una isla lejana para que, una vez recuperada la calma, sea posible volver al estilo de vida del pasado. Pero la parábola que describe El escondrijo, el nuevo espectáculo de la compañía Periplo, concluye con bombas, tierras infértiles y promesas de nuevos atropellos. Interpretada por Andrea Ojeda, Julieta Fassone y Hugo De Bernardi, la obra asume los modos de una farsa deformante en la cual gestos y ademanes compiten en su tono desmesurado con el atuendo de los personajes.
La compañía festeja sus diez años de trabajo ininterrumpido. En El Astrolabio, el teatro que Periplo abrió en Gaona al 1300, ampliado recientemente con otra sala, un bar y espacio para exposiciones, varios paneles muestran en imágenes la evolución del grupo, su entrenamiento y sus giras por el exterior. En esta sede reciben la visita de artistas del exterior para realizar seminarios de formación y perfeccionamiento. Por otra parte, con la idea de expandir sus actividades pedagógicas, la compañía está construyendo un centro de experimentación en Unquillo, Córdoba. El director del grupo, Diego Cazabat, analiza la trayectoria del grupo y los alcances de la última obra.
–En casi todos los espectáculos de Periplo aparece una señal de alarma acerca del comportamiento humano. ¿La compañíapropone un teatro que intenta dejar una enseñanza además de un tema de reflexión?
–No nos proponemos dejar enseñanza alguna, pero tampoco lo contrario. Lo que ocurre junto con el proceso de creación y montaje de un espectáculo es la producción de un pensamiento, un punto de vista que se refleja y aparece en lo que hacemos artísticamente. En el caso de El escondrijo, este punto de vista está vinculado, básicamente, a una visión del hombre, sus contradicciones y su futuro incierto. El hombre atravesado por lo que él mismo construyó e hizo de su mundo.
–¿Cómo definiría Periplo su posicionamiento político respecto de la realidad?
–En El escondrijo ese posicionamiento se desenvuelve no sólo en el texto, también aparece como lenguaje en las diferentes líneas que componen el espectáculo. El vestuario, el tratamiento no realista de la actuación, el escenario y sus contrastes, el trabajo sobre la forma, son todos elementos que van definiendo un perfil y una opinión. El espectáculo es algo que se comparte con el público, a quien estamos queriendo decirle algo. La reflexión aparece en ese encuentro con el espectador y no siempre es del mismo tipo. Pienso a El escondrijo como una comedia incómoda. Esta visión de la propia deformidad teatralizada tiene bastante humor.
–¿La actitud pedagógica en el teatro está devaluada?
–No sé bien por qué. Si pienso en el teatro político de Brecht o en las obras suyas que intentan provocar algún movimiento y tal vez dejar alguna enseñanza, las encuentro de una profundidad poética particular y bella. Claro que todo depende de cómo se hagan las cosas, con qué nivel de compromiso, lucidez y dedicación. Lo que nos parece importante es no trabajar desde una seguridad ideológica. Pienso más bien que el trabajo artístico que uno realiza pone a prueba, pone en cuestión esa aparente seguridad, ese equilibrio ideológico.
–Dice el programa de mano que el espectáculo “plantea de forma indirecta una visión del estado de las cosas y su dinámica”. ¿Cómo definiría Periplo esa visión y dinámica particulares?
–Si tomo nuestras reflexiones generales en el marco de El escondrijo podría sintetizarlas en un mundo manejado por locos, enajenados e ignorantes disfrazados de líderes y políticos que están dispuestos a todo y una inmensa mayoría marginada y confundida, con sectores que intentan tomar el rumbo de algún modo. La historia no ha terminado y la realidad presiona y genera circunstancias para que nazcan nuevos fenómenos. Más allá de nuestra permanente necesidad de estabilidad y reconocimiento, la realidad se ha vuelto algo muy frágil.
–¿Cambió el grupo en estos diez años el modo de enfocar sus espectáculos?
–El hecho de estar trabajando hace años y la intensidad de ese trabajo compartido nos da nuevas alternativas creativas. Antes teníamos más limitaciones. El prejuicio impide abrir la realidad a otras dimensiones. Se profundizó el aporte de cada uno de nosotros al trabajo y eso genera nuevas visiones e ideas. Estamos buscando una mayor definición y para eso necesitamos mayor libertad.

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Cazabat presenta El escondrijo en El Astrolabio.
 
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