DEPORTES

Concluyó Play the Game, una tribuna académica que pide interlocutores

La tercera edición de Play the Game, foro periodístico crítico sobre los problemas del deporte globalizado, terminó en Copenhague.

 Por Pablo Vignone

Página/12
en Dinamarca

Desde Copenhague
Play the Game toca a su fin. Ha vuelto a ser muy útil para dinamizar las denuncias respecto de la corrupción enseñoreada en el deporte, a las mañas del doping para no dejarse atrapar contando con la complicidad de los actores involucrados, para desnudar una vez más las prácticas antidemocráticas de la FIFA, la entidad que actuó corporativamente para desalentar la presencia de sus miembros en esta discusión. Pero esta conferencia bianual, que ya va por su tercera edición, corre el riesgo de volverse monótona si no consigue que el deporte se integre a ella para discutir estos problemas. La edición 2002 volvió a ser una muestra brillante de trabajo académico, pero las noticias que aportó no fueron muy distintas a las reveladas dos años antes. Esa es una carencia que los organizadores deben tomar en cuenta.
En la medida en que los dirigentes deportivos y, especialmente, los atletas no concurran a la próxima edición a exponer sus puntos de vista -en algunos casos, generando debates de más que segura repercusión–, Play the Game habrá perdido buena parte de la energía original.
Como conferencia académica cumple su objetivo en la medida en que especialistas del Primer Mundo comparten sus trabajos sobre problemáticas que les son comunes, pero en sentido estricto será incapaz de producir efectos mediáticos que la hagan fructífera. Otra denuncia sobre el desempeño de Julio Grondona en dos años no tendrá seguramente el mismo valor ni despertará el mismo interés.
Inclusive para nosotros, los latinoamericanos, Play the Game tuvo un censurable costado eurocéntrico que revela sus dificultades para democratizar el debate. Los europeos muestran gran interés por la discusión académica y revelan un implícito pero enorme sentimiento de culpa ante los enviados africanos –cuya debilidad estructural intrínseca es puesta de manifiesto una y otra vez– por su pesadillesca historia de colonización y explotación, pero ante otros temas, no sólo latinos sino del Tercer Mundo, la actitud abrevó en el desdén. No ha debido de ser casual que los expositores fueran en su mayoría europeos, y en segundo término, africanos.
Play the Game se ha revelado, una vez más, como una plataforma formidable para la discusión. Pero para lograr semejante objetivo es necesaria la presencia de dos interlocutores. La organización no tiene manera de asegurar a como dé lugar la aparición del segundo: el deporte profesional. Son conscientes de esa ausencia. ¿Serán conscientes, también, de esa necesidad? Pero aunque lo sean, nada podrán hacer si las organizaciones profesionales siguen renegando del debate. Y si un debate real no es posible, entonces, la suerte de esta plataforma corre serio peligro. Por el bien de la democracia deportiva, ojalá no sea ése el caso.

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El argentino Ezequiel Fernández Moores, durante su exposición.
En Play the Game sobra rigor pero faltan deportistas y dirigentes.
 
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