DEPORTES › OPINION

La pelotita como excusa

Por Diego Bonadeo

La recurrencia plañidera y nostálgica lleva a que cada vez que participaciones olímpicas, panamericanas o sudamericanas de deportistas argentinos en los que el remo se mezcla con el fútbol y la natación con el karate, al hacerse el balance, aparezcan casi fantasmalmente las figuras y los nombres de la dupla Capozzo-Guerrero como responsables de la última medalla dorada olímpica para el deporte nacional, cuando se llevaron el primer lugar en el doble par de remos cortos en los juegos de Helsinki hace cincuenta y un años.
Y el dato estadístico lleva casi inexorablemente a comparaciones cuantitativas, respecto del antes, y del ahora en los recuentos de medallas.
A días del cierre de los Juegos Panamericanos de Santo Domingo, la incontinencia verbal del motonauta devenido en chinchorro, llevó a modificaciones en la estructura de la Secretaría de Turismo y Deportes -uno se niega a escribir y decir Turismo y Deporte, si el área abarca todas las actividades, como también uno se niega, por ejemplo, a escribir y decir “matemática”, cuando las ciencias matemáticas son varias– que dejaron al vicepresidente de la Nación, limitado, por lo menos institucionalmente, a la presidencia del Senado.
Quizá sea entonces la oportunidad de replantearse el área deportiva de la Nación, no sólo en lo formal sino especialmente en los objetivos. Esto es no para qué sirve el área deportes sino para qué debe servir.
No es un recurso demagógico sino un dato de la realidad y una demanda silenciosa, pero a gritos, que las prioridades de nuestro país, no pasan por destinar dineros públicos para participaciones deportivas. Y aquí aparece la posibilidad cierta de reestructurar el área desde los objetivos.
El deporte de alto rendimiento debiera ser solventado, por sponsorizaciones privadas y la base de la pirámide, esto es el grueso de quienes excluidos por el sistema, sin necesaria vocación por actividades lúdicas o competitivas pueden perfectamente ser también contenidos con y por el deporte.
No se trata de repetir casi treinta años después, el adagio de Pedro Eladio Vázquez, quien desde la Secretaría de Deportes del lopezreguismo proclamaba con tanta retórica como inconducencia “donde entra el deporte no entra la droga” –falacia comprobada hasta el hartazgo–, sino de utilizar la pelotita como excusa para que las chicas y chicos aprendan a lavarse los dientes o a leer y escribir.

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