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El fútbol argentino debe rescatar el concepto de la condición técnica

Es lo que propone Roberto Marcos Saporiti en esta serie exclusiva de notas de los entrenadores para mejorar el nivel local.

Por Roberto Saporiti

Leí el trabajo que mi amigo Angel Cappa publicó ayer en Página/12 y creo que se pueden hacer muchas cosas para que nuestro fútbol abandone este estado de chatura general que tanto lo agobia. Coincido con él en que hoy todo está marcado por la urgencia y la necesidad de hacer buenos negocios mientras nos vemos obligados a presenciar un nivel competitivo cada vez más pobre.
Repasando lo que afirma Angel, me acordé de las motivaciones que me llevaron a elegir la carrera de entrenador, allá por mediados de los años ‘70, cuando estaba en Europa y mi retiro como jugador era cercano. Por aquellos días vi jugar al Ajax de Amsterdam y quedé deslumbrado. Era un equipo distinto que practicaba un fútbol diferente, basado en una combinación casi perfecta de técnica individual con dinámica colectiva y movilidad física. Todo parecía sincronizado como en un tiempo de baile, era una coreografía perfecta; la expresión más elevada de la estética futbolística. Al presenciar aquello, no lo dudé: quise ser entrenador. Tenía la ilusión de alcanzar algún día ese nivel de juego con algún equipo, o al menos intentarlo. Perseguí ese ideal de fútbol durante toda mi carrera, en la cual cada jugador tratara de rendir al máximo de sus condiciones técnicas; a veces estuve cerca de lograrlo y otras no, pero siempre lo intenté.
Pero aquel Ajax, que fue la base de la selección holandesa que salió subcampeona durante el Mundial de Alemania en 1974, estaba basado en una idea muy pragmática: los holandeses siempre eran superados en potencia física por los alemanes, ingleses e italianos. La necesidad de obtener buenos resultados ante los equipos de estos países los llevó a privilegiar el desarrollo de las condiciones técnicas de sus futbolistas. Con esa concepción trabajó en el Ajax un entrenador rumano llamado Stefan Kovacs, que siempre trató de elevar el rendimiento técnico que sus jugadores tenían. Y lo logró, coronando todo ese proceso con grandes resultados.
Por eso hoy, en el fútbol argentino, donde todo aparece marcado por el apuro de un resultado inmediato que le compense a la gente las miserias cotidianas a las cuales debe someterse, creo que se hace más que necesario recuperar aquella noción, aquel concepto. El de trabajar con el objetivo de potenciar el rendimiento técnico de nuestros jugadores, quienes, a pesar de todo, siguen siendo, junto con los brasileños, los que mayor capacidad técnica tienen en el mundo.
Estoy convencido de que somos los entrenadores los responsables de plasmar todo esto con trabajos a largo plazo, y son los dirigentes los que deben entender que no existe otra forma de obtener resultados si no se trabaja con estas metas que humildemente propongo desde estas líneas.
Pero los entrenadores tenemos también que estar dispuestos también a defender esta concepción y discutirlo con quien haga falta. Es mentira que para ganar se deba jugar mal, atacar poco y correr todo el tiempo sin parar; hay que jugar mejor, y por ello debemos explotar lo mejor de cada futbolista. Me da pena ver a muchos de mis colegas aceptar sin chistar los argumentos que se esgrimen en algunos programas televisivos, donde concurren como invitados y en los cuales sus conductores pronuncian con extrema facilidad la palabra “fracaso”.
No me creo dueño de la verdad ni mucho menos. Acepto que el fútbol es un juego dinámico donde no existen verdades absolutas. Hace veinte años nos dijeron que el futuro de este juego era jugar con un líbero, dos zagueros que marcaran a los delanteros y dos volantes que realizaran persecuciones individuales en toda la cancha sobre los jugadores más creativos del equipo rival. Los que no compartíamos esa idea estábamos atrasados y nos habíamos quedado en el tiempo. Actualmente, veo que todos los grandes equipos del mundo, Real Madrid, Milan, Arsenal y Manchester, por citar algunos, juegan de forma totalmente distinta, con líneas de cuatro y marcando en zona. Y realizaron grandes inversiones para conformar sus planteles. Nunca renegaré de la necesidad del resultado. Siempre hay que buscar la victoria. Pero quiero empezar a discutir el cómo, y estoy dispuesto a hacerlo en cualquier momento y lugar. Creo, mi querido Angel, que hay que empezar por ahí.

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“Hay que discutir el cómo del resultado”, dice Saporiti.
 
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