EL PAíS › LA LEGISLATURA NO APROBO NINGUNO DE LOS
DOS PROYECTOS SOBRE EDUCACION SEXUAL EN LAS AULAS

Para entrar a clase, dejar el sexo afuera

El proyecto que preveía la educación sexual desde preescolar y que fijaba qué contenidos brindar perdió por 26 votos a 28. El presentado por los sectores conservadores para bloquearlo, y que disponía que cada escuela hiciera lo que quisiera, tampoco alcanzó los votos necesarios.

 Por Mariana Carbajal

Los alumnos porteños seguirán sin educación sexual obligatoria. En los primeros minutos de hoy, por falta de consenso, la Legislatura no logró aprobar ninguno de los dos proyectos en debate tras más de cinco horas de acaloradas discusiones. Se votó primero el único que garantizaba que se dictara la educación sexual y que establecía que el Estado impusiera los contenidos, pero obtuvo sólo 24 votos a favor y 28 en contra, entre ellos de las dos legisladoras ibarristas presentes en la sesión. Con ese panorama, sus impulsores optaron por abstenerse en la votación del otro proyecto de tinte conservador –que dejaba en manos de los padres qué información brindar a los chicos y librado a cada colegio si darla o no– y así consiguieron voltearlo al no sumar los 31 votos positivos requeridos por el reglamento para la sanción de una ley.
“Es una canallada”, les increparon desde la bancada de Juntos por Buenos Aires cuando se hizo el recuento de votos. El proyecto de Santiago De Estrada, que contaba con el visto bueno del Arzobispado de Buenos Aires, había cosechado 26 votos a favor y sólo 3 en contra (dos de las ibarristas), pero las 23 abstenciones dieron vuelta el resultado.
El tratamiento del polémico tema comenzó minutos antes de las 19, después de la emotiva despedida de Vilma Ripoll (ver página 10). Desde un principio quedó en claro que lo que estaba en juego eran dos proyectos antagónicos: uno, el de los kirchneristas Ana María Suppa y Diego Kravetz y la macrista Florencia Polimeni, que establece la obligatoriedad de la educación sexual desde preescolar y le otorga al Estado la potestad de definir los contenidos; el otro que considera que se trata de una “responsabilidad natural” de los padres y deja librado a cada escuela si darla y qué decirles a los alumnos, pero recién desde séptimo. Como nunca había ocurrido, la sesión se inició sin saber cómo sería el resultado de la votación y la incertidumbre se mantuvo hasta el último momento. A medida que se acercaba la noche se vislumbraba un final cabeza a cabeza, y cada sector contaba uno a uno las voluntades que lograba arrastrar.
Curiosamente, en el ala izquierda de las gradas se plantó la hinchada más conservadora, donde se mezclaron evangelistas y entidades “pro vida”. En esa tribuna se podían escuchar declaraciones de este tenor: “Estoy en contra del proyecto de Suppa porque quiere poner el tercer sexo. Así el niño, desde el jardín de infantes, puede elegir su sexualidad de acuerdo con su tendencia: en vez de corregirla, darle un libre paso para que elija desde la homosexualidad al lesbianismo”. Así fundamentaba su posición ante esta cronista Diana López, pastora evangélica. A su lado, Mercedes, una “madre de familia”, sostenía que “el Estado no puede determinar la educación sexual”.
En el ala derecha de los palcos seguían el debate organizaciones de mujeres, a favor del proyecto de Suppa. “A esta altura, tener que estar discutiendo la necesidad de que haya educación sexual es un horror”, se indignaba la médica epidemióloga Mabel Bianco, de FEIM. “Es un proyecto laico con una mirada de equidad de género”, destacaba Adriana Stella, de Católicas por el Derecho a Decidir. En representación de la Asociación de Abogados de Buenos Aires, la presidenta de la Comisión de la Mujer, Nina Brugo, hacía explícito su apoyo a la iniciativa.
El debate fue acalorado, con acusaciones cruzadas. Las posiciones enfrentadas de la tribuna quedaron expresadas en los discursos. Hubo más de veinte oradores y ausencias notorias como la ibarrista Sandra Dosch. Las otras dos diputadas del Frente Grande, Laura Moresi y Alicia Caruso, anunciaron que no apoyaban ninguno de los dos proyectos y plantearon que volviera a la Comisión de Educación, y se ganaron duras críticas de los partidarios del proyecto de Suppa. “Me parece un acto de cobardía cuando está la salud de los chicos en juego”, criticó el kirchnerista Diego Kravetz y las acusó de ejercer un “progresismo liviano” y de ser “funcionales a la derecha”.
Suppa se encargó de fundamentar su proyecto. Recordó que se venía discutiendo desde febrero, en contraposición con el otro, que fue presentado recién el 27 de octubre por De Estrada porque “corría peligro de que el nuestro saliera”. “Hay que romper el silencio y perder el miedo de hablar con responsabilidad de uno de los temas que más les preocupa a nuestros niños y adolescentes como es su sexualidad. Se trata de decidir si va a haber educación sexual o no, y cuál va a ser el rol del Estado en este tema. Cada escuela podría dar la orientación que quiera, siempre que se les dé toda la información a los alumnos”, argumentó y recibió fuerte ovación de su hinchada y algunos chiflidos de la tribuna opositora.
Después le tocó el turno a De Estrada. “Nosotros tenemos un criterio muy diferente: la responsabilidad primaria en materia de educación sexual corresponde a los padres. ¿Con qué derecho se la arroga el Estado?”, se preguntó y se llevó el aplauso de las organizaciones “pro vida” y de los evangelistas, cuyos ánimos, más adelante fueron exacerbados por el discurso de Daniel Betti, del Bloque del Sur, que empezó recordando algunas canciones que hablan sobre sexualidad, entre ellas de Babasónicos (“cómanse a besos esta noche...”) o de la Bersuit (“quisiera arrancarte un día y morirme en el telo con vos”) y concluyó diciendo: “El sexo se escucha, se toca, pero de eso no se habla”.
–Eso es una porquería –gritaron desde la tribuna de De Estrada y desplegaron un cartel con la leyenda “No a las leyes impúdicas”. Betti y otros integrantes del interbloque de izquierda expresaron su apoyo al proyecto de Suppa pero plantearon que le harían algunas observaciones.
Enríquez fue quien se llevó la fervorosa ovación de los más conservadores y el repudio de la hinchada de Suppa: “En lugar de enseñar que el chico se identifique como varón y la chica como mujer, se pretende educar desde lo antinatural”, afirmó y consideró que “la educación sexual se debe dar como la tuve yo hace 40 años”.
Juan “Chango” Farías Gómez, del bloque unipersonal 17 de Octubre, evaluó que no “estamos en condiciones de votar esta ley” por falta de “consenso” y terminó retirándose de la sesión.
La ex bullrichista María Eugenia Estensoro también apoyó el proyecto de Suppa y fundamentó su voto con un discurso que se llevó varios aplausos. “Uno de cada tres mujeres son abusadas en algún momento de sus vidas por familiares. ¿Qué va a pasar con ellas y con los chicos obligados a mendigar o a prostituirse? ¿Esos padres les van a enseñar educación sexual?”, se preguntó. “Si realmente queremos proteger a los niños, nadie mejor que los padres para decir cuál es la mejor educación para ellos”, replicó Ricardo Busacca, de Compromiso para el Cambio, que planteó que la educación sexual sea optativa. Cerró la lista de oradores Polimeni. Los más conservadores se fueron como perdedores. Tenían los votos para ganar, pero los artilugios del juego legislativo se los impidió.

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Los grupos conservadores se hicieron notar para expresar su rechazo a que los chicos reciban educación sexual en las escuelas.
 
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