DEPORTES › OPINION

¡Justo a Carlitos!

 Por Pablo Vignone

Oscuras y tenebrosas fuerzas del antifútbol, acaso los últimos desprendimientos del rabanitismo menottiano (encarnado por aquellos que eran rojos por fuera y blancos por dentro), cometieron su última tropelía el domingo en el Monumental, impidiendo que el doctor Carlos Salvador Bilardo, después de 50 años de fútbol –diez más que los que había declamado, una noche antes, Héctor “Bambino” Veira–, pudiera disfrutar por primera vez dentro de una cancha.
No contentos con no haber podido desplazarlo después de la derrota 1-0 ante Noruega en 1986, camino al Mundial que tan brillantemente ganaría su Selección (la misma que, dato al margen, perdió más partidos de los que ganó cuando Diego Maradona no estuvo en la cancha), ahora quisieron hacerle el antidoping a la botella con la que el Doctor pretendió demostrarle a Hugo Orlando Gatti que de ninguna manera tiene prohibido el gozo dentro de una cancha. Lo único que falta es que todavía le endilguen ser el responsable de la quemazón de la Bandera argentina en la concentración de Trigoria, en Roma, durante el Mundial de 1990.
Una vez que el Doctor se aprestaba a encajar con su más amplia sonrisa, propia de la despreocupación lógica de quien ha emergido victorioso de mil batallas (incluidas las de Copa), la catastrófica derrota de su equipo, que sumó siete goles en contra en 180 minutos, aquellos que han hecho de la demonización del pizarronismo una profesión, pretendieron aguarle (literalmente) la fiesta. ¡A Carlitos! ¡Justo a Carlitos!
Ahora resulta que proponen modificar la norma contravencional. Acaso ya sea tarde. Acaso ya el Doctor se haya pasado, otra vez, la noche en vela, como una semana atrás, sin dormir. No para revivir, cercano al éxtasis, los memorables momentos vividos al costado de la línea de cal con una copa en la mano, sino quizás repasando, con la obsesión como compañera, los tres goles que le hicieron a su equipo. Una vez que quería disfrutar del fútbol sin dramatismo, sin hacerlo una cuestión de vida o muerte...
¿Qué pretenden?
¿Que el Doctor largue todo y se vuelva a hacer su programa de televisión?
¿Que resigne su papel de estratega y se dedique a ser telefonista, como practicó en la concentración marplatense durante el verano?
Evidentemente, hay mucho misterio en esta historia. No se sabe aún qué tenía la botella presumida de contener champagne. Puede que fuera el burbujeante brebaje, puede que fuera, como pregona el Doctor, gatorei con agua. Bidú-Cola o pomona no han sido descartados.
Lo que seguro, seguro, no contenía era ese líquido ambarino con que habían llenado el famoso bidón que Branco empinó en Turín...

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