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Sueño teñido de historia

Está bien que la mayoría son pibes, que acaban de dar la vuelta olímpica, de quintuplicar la cantidad de autógrafos, acaso también de citas, y de engordar sus cuentas bancarias. Por eso, si los baldazos de tinta derramados sobre las cabelleras de los jugadores de River se analizaran desde esa perspectiva, hasta parecería simpático. Pero la realidad pone a los que viven del sentimiento popular en una situación que no deja de ser hermosa: la de poder dar, en un momento tan traumático para la sociedad. Ahí se centra el tema: qué lindo hubiera sido ver a esos pibes flamantes campeones sintiéndose partícipes de la realidad popular actual, con todo lo que ello representa, y obrar en consecuencia con algún gesto superador de la tintura capilar.
Uno puede imaginar entonces un sueño. El vestuario de River campeón, alguien que propone: “¡Vamos a teñirnos el pelo!”. Qué distinto hubiera sido si alguno salía al cruce con alguna propuesta menos light, como se conoce ahora a la banalidad. Por ejemplo, que a cualquiera se le ocurriera proponer ingresar a la cancha con una bandera con alguna inscripción solidaria del tipo “Sí al fútbol, no a la violencia” para los más tibios. O que otro saltara la tapia del deporte con “Más educación y salud”, o “Educación sí, miseria no”.
En otros tiempos, cuando el país transitaba por un camino menos destartalado que el actual, ante la conquista honesta de un campeonato, alguno hubiera recordado a un Adolfo Pedernera, por ejemplo, enlazando la fiesta actual con un pasado glorioso, para que el título se transforme en el último eslabón de una cadena inolvidable de referentes, entre los que lógicamente está también Angelito Labruna, cuyo hijo acaba de hacer su aporte, en su condición de Le Pera, a la victoria riverplatense.
Qué bueno sería que el sueño continuara, que sonara el teléfono de la señora Yamile de Pedernera y que una banda de gorriones de su querido River fueran hasta el panteón donde descansa Adolfo, detrás de un monumento a medio terminar porque no alcanzó la plata, muy cerca de Luis Sandrini, de los legendarios hermanos Gálvez, de Alfonsina Storni, de Osvaldo Pugliese, de Aníbal Troilo y de don José Amalfitani. Volverían sabiendo algo más sobre esos grandes referentes de una historia argentina que no necesitó teñirse el pelo para mostrar su bien ganada grandeza.

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