ECONOMíA

Renace la esperanza en los hombres del Presidente

Funcionarios del Gobierno mantienen expectativas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y sueñan con que éste mejorará el horizonte económico y político.Algunos imaginan un boom exportador y otros una despedida del poder en orden y el país estable.

 Por Fernando Cibeira

Luego de diez meses de que le corran el arco cada vez un poquito más allá, esta semana, al parecer, le van a permitir al gobierno de Eduardo Duhalde patear una pelota que a esta altura ya es como de metegol, dado lo mucho que se han ido achicando las expectativas de la Rosada. “El tema del Fondo es fundamental”, insistía anoche uno de los principales operadores del Presidente, transparentando que las bravuconadas de Roberto Lavagna no alcanzan para distraer que el principal objetivo del Gobierno sigue siendo llegar a un acuerdo con el FMI, algo que hoy podría quedar al alcance de la mano luego de que el jefe de Hacienda se reúna con Paul O’Neill y Horst Koehler. ¿Y después qué? “Financiar exportaciones y crear trabajo”, resumía el hombre de confianza de Duhalde. Aunque nadie puede esperar grandes resultados en los seis meses que quedan de gestión, con dar alguna señal en esa dirección alcanzaría, dado lo negro del panorama, para que el duhaldismo inicie el operativo retirada satisfecho.
Los funcionarios que salieron a hablar regalaban optimismo, luego de tanto tiempo en el que sólo sabían de pálidas. “El acuerdo está al caer”, expresó el jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof. “El tema pasa por dos carriles: uno, tiene que ver con lo que dicen los papeles y, otro, con lo que dicen los funcionarios. El primero no puede desembocar en otro punto que no sea el acuerdo”, adoctrinó el secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández.
La explicación de los funcionarios vuelve siempre sobre lo mismo: los deberes están hecho, así que no hay motivos para más demoras salvo que los directivos del Fondo se hayan vuelto especialistas en sadismo y quieran experimentar con cobayos en vías de desarrollo. “Argentina ha hecho todo lo que debía hacer: el Gobierno fue cumpliendo paso a paso con los requisitos del Fondo y ahora no hay más excusas”, apuntó Atanasof.
Es más: si hasta la semana pasada el lastre de una negociación ya sin rumbo recaía exclusivamente sobre los hombros de Lavagna, desde ayer los funcionarios políticos se preocupaban en destacar que había sido Duhalde quien se había encargado de eliminar las dudas de los jefes del Fondo. “Fue Duhalde el que habló telefónicamente con Koehler y le explicó cuáles eran sus propuestas”, dijo Fernández.
Semana ganadora
El hipotético acuerdo podría llegar acompañado por la decisión que tomaría esta semana la Cámara de Diputados, enviando al freezer el juicio político a la Corte Suprema y quitándole un gran dolor de cabeza al Gobierno. El archivo del enjuiciamiento a los nueve supremos tendría que descomprimir la incertidumbre existente en torno a la pesificación, corralito y devolución del 13 por ciento, dejando las cosas tal como están. Mal pero seguro.
Por otro lado, en el sector político de la Rosada soñaban con que las tratativas con el Fondo se cerraran con una porción de fondos frescos que provendrían, básicamente, de los 4200 millones de dólares abonados este año en concepto de pagos por la deuda. La idílica visión se completaba con la certeza que no habrá más erogaciones al exterior hasta fines del año que viene, que las reservas quedarán como están o incluso se acrecentarán y que el dólar tenderá a la baja.
Con el Fondo y la Corte ahora ubicados en la columna de los amigos, el objetivo de la Rosada se centrará en conseguir que la política económica de Lavagna se diferencie en algo de la de sus predecesores. Para eso, todos los esfuerzos estarán dirigidos a prefinanciar exportaciones y, con eso, crear puestos de trabajo.
“La voluntad del Gobierno es crear en forma inmediata un gran fondo productivo para financiar la reactivación industrial para salir definitivamente de la recesión”, resumió ayer Atanasof. A esta altura, con tantos meses perdidos tras la búsqueda de cerrar con los organismos decrédito, un sólo número favorable que demuestren que la economía comenzó a salir de su estancamiento –índice de desocupación, producción industrial, consumo o lo que fuera– sería suficiente para mandar a comprar champán.
Candidato equis
Más complicado resultaba averiguar de qué manera el Gobierno podría convertir esas buenas perspectivas para el corto plazo en capital político. Sobre todo, cuando hoy por hoy ni siquiera está claro cuál es el candidato presidencial del oficialismo. “Tiene que ser lo que está”, respondía el hombre de la Rosada con una frase que, aparentemente, intentaba indicar que no saldrán conejos de la galera, aún cuando el futuro idílico se cumpla.
Es decir, que si Carlos Reutemann insiste en no defender los colores del oficialismo, la camiseta será para el cordobés José Manuel de la Sota, más porque no hay otro que por convencimiento. Los duhaldistas aseguraban que las encuestas que salieron publicadas el fin de semana en los diarios no son confiables. Que lo único que está comprobado que Adolfo Rodríguez Saá entró en una meseta y que De la Sota mantiene un muy lento pero persistente ascenso. Y que si las cosas siguen así, es muy probable que Rodríguez Saá y el santacruceño Néstor Kirchner compitan por afuera de las estructuras partidarias, dejando que De la Sota protagonice la pelea de fondo contra Carlos Menem por el sello del PJ.
Faltan apenas dos semanas para que, se dice, Duhalde y los suyos tomen alguna resolución sobre qué camino tomarán con respecto a las internas en base a lo que indiquen las encuestas. A esta altura no esperan grandes sorpresas pero un acuerdo con el Fondo podría, sueñan, convertir al Gobierno en una especie de gran elector y no más ese amigo vergonzante del que todos los candidatos quieren distanciarse.

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La señal del fondo marcó el rictus de Eduardo Duhalde.
 
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