ECONOMíA › PLAN FENIX, ACUERDO CON EL FMI

Ni necesario ni indispensable

 Por Claudio Scaletta

En la primera jornada de reflexión y debate realizada ayer por algunos de los principales economistas de la Universidad de Buenos Aires que integran el proyecto Plan Fénix, se cuestionó la inevitabilidad de acordar con el Fondo Monetario Internacional y las limitaciones al desarrollo que establece el mantenimiento de los actuales niveles de superávit fiscal. Entre las conclusiones, se destacó la posibilidad de afrontar una cesación de pagos con los organismos multilaterales de crédito y se reafirmó la potencialidad de la economía argentina para lograr, en el mediano plazo, un crecimiento sostenido recurriendo exclusivamente a los recursos propios. La clave es hacer uso de los instrumentos de política económica recuperados en los últimos 18 meses para expandir el consumo y el mercado internos.
“El acuerdo con el FMI es conveniente, pero no es necesario ni indispensable para la recuperación”, sostuvo el economista Aldo Ferrer al presentar la síntesis de la jornada. Poco antes se había leído un telegrama del presidente Néstor Kirchner, quien excusaba su inasistencia, pero adhería a la iniciativa y deseaba “éxito en el logro de las conclusiones”.
El diagnóstico en el que coincidió el nutrido grupo de economistas, en su mayoría docentes de la Universidad de Buenos Aires, fue que durante el tercer trimestre de 2003 se está “saliendo moderadamente del desorden extraordinario en que culminó el derrumbe de la economía neoliberal”. Esto se haría evidente por el moderado crecimiento y por la recuperación de los instrumentos de política económica. Pero, si bien esta recuperación habría servido para una primera fase de salida de la profunda recesión y para atender algunas urgencias sociales, aún resta “una segunda fase de crecimiento sustentable de largo plazo con equidad”.
En la caracterización de las actuales condiciones, varios participantes destacaron “la subsistencia de una notoria capacidad ociosa en el potencial productivo”. Las estimaciones señalaron que el nivel de capacidad ociosa estaría en torno del 30 por ciento, situación que se refleja también en los elevados niveles de desempleo.
En segundo lugar se destacó la “situación excepcional de superávit en los pagos externos” consecuente con la fuerte baja de las importaciones y de la suspensión de parte de pagos de la deuda externa. Una realidad que convive con “un panorama social extremadamente crítico con niveles de pobreza e indigencia desconocidos en la Argentina”.
El último elemento descriptivo fue el condicionamiento impuesto por el endeudamiento externo. Según detalló Ferrer en su rol de vocero de las conclusiones del grupo, la Argentina enfrenta “una masa de endeudamiento ciertamente incumplible en los términos en que fue pactado”, que la obliga a “una negociación continua con el FMI”.
Al momento de plantear las alternativas para pasar a la segunda fase no hubo disidencias: para la etapa de “recuperación en un contexto de recursos ociosos”, resulta indispensable la expansión de la demanda agregada. “Es imprescindible el aumento del consumo y de la demanda interna, especialmente la inversión. La expansión del mercado interno es realmente la plataforma inicial para poder movilizar la capacidad productiva”, sintetizó Ferrer.
Los instrumentos disponibles, y ése fue el objeto de las discusiones y el análisis, serían las políticas fiscal y monetaria. Las propuestas escuchadas fueron, entre otras, los redescuentos del Banco Central para fines específicos en áreas críticas, distintas formas de utilización del superávit del balance de pagos y la determinación del tipo de cambio, y “desde luego” también la política de redistribución de ingresos, “un componente central de cualquier estrategia de expansión de demanda”.
Ferrer explicó que “para poder usar estos instrumentos de política es imprescindible consolidar un sistema bancario que cumpla su función,consolidar el papel de la moneda nacional y la solidez fiscal. Y sobre todo establecer relaciones con el exterior consistentes con los equilibrios macroeconómicos de largo plazo”.
En este punto, la discusión fue cuál es el nivel de autonomía con que cuenta la Argentina para hacer frente a la recuperación y cuál es la forma más eficiente de manejar los condicionantes externos. Siguiendo a Ferrer, la pregunta central fue: “¿Cuál es la capacidad del país de asumir su propio destino?”. La respuesta predominante en los últimos años fue el llamado “realismo periférico”, que sostenía que el país debía seguir las expectativas de los mercados y que carecía de “la capacidad de diseñar un modelo de desarrollo a partir de objetivos propios”.
Como esta visión culminó en la crisis, los economistas del Fénix propusieron que las negociaciones con los organismos internacionales se rijan por dos criterios. El primero fue que, “para salir de esta etapa de depresión, Argentina no puede contar con otros recursos que no sean los propios. Y los tiene, son precisamente su capacidad productiva ociosa y el extraordinario superávit en los pagos internacionales”, consideraron. El segundo fue un planteo en el que insistieron varios participantes, recordarles a los organismos la “corresponsabilidad de la crisis”. Si bien el país es responsable de las políticas que puso en práctica, también es cierto que estas políticas “fueron avaladas, aplaudidas y sostenidas por intereses del exterior”, afirmaron.
En cuanto a la inevitabilidad del acuerdo con el FMI, Ferrer consideró que “un negociador no se puede sentar con la idea de que tiene necesariamente que firmar, porque en ese caso no hay negociación. Afortunadamente ésta ya no es la situación argentina y es precisamente uno de los avances que se ha producido en los últimos 18 meses”. Por eso, conviene hacer un acuerdo, se hace un esfuerzo, pero si es incompatible con el crecimiento, es preferible no hacerlo y, eventualmente, asumir las consecuencias de suspender los pagos también a los organismos multilaterales”, concluyó.

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