ECONOMíA

Europeos y norteamericanos cruzan fuertes acusaciones tras el fracaso

La Organización Mundial de Comercio quedó sometida a fuego cruzado. Francia alertó que Estados Unidos será el beneficiado, porque continuará privilegiando los acuerdos bilaterales.

 Por Cledis Candelaresi

El fracaso de la cumbre de la OMC era previsible. Lo que no entró en los pronósticos previos es que perturbaría de tal modo a sus miembros más encumbrados, hasta ahora los más beneficiados por el comercio libre internacional. Italia embistió contra la propia Organización Mundial de Comercio, denunciando su inoperancia. Estados Unidos acusó a China de no abrir su economía tanto como prometió y ayer mismo anunció medidas que cerrarán aún más sus fronteras. Francia alertó que Washington será la única beneficiaria de este derrumbe, ya que seguirá, cómoda, con su política de acuerdos bilaterales, en los que tiene garantizada la hegemonía. Una verdad, esta última, que compromete directamente los destinos de Argentina y Brasil.
Ni Néstor Kirchner ni Inácio Lula da Silva parecen ver hoy la cuestión desde esta óptica. Pero tras el fracaso de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Cancún, el ALCA como opción comercial para la región permanece intacta, mientras el multilateralismo, impulsado básicamente por la socialdemocracia europea, entró en una crisis que bien podría ser terminal.
No fue posible avanzar ni un centímetro en una fórmula que permitiera abrir efectivamente el comercio de productos agrícolas que tanto les interesa a los países en desarrollo, la Argentina entre ellos. De un lado quedaron Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y algunos otros aferrados a las protecciones contra las que habitualmente pregonan. Del otro, el G22, grupo que bajo el liderazgo de Brasil impulsó una propuesta para desmantelar subsidios.
“Europa y Estados Unidos no pudieron consolidar su política de subsidios”, celebraba ayer Lula, para quien este hecho es en sí mismo un triunfo. Sin embargo, este mérito político no se traducirá de inmediato en un rédito comercial para los miembros del G22, núcleo al que sumó a Argentina y otros de mayor peso relativo como China e India.
Tal como ayer advirtió el ministro de Finanzas de Francia, Francis Mer, todos quedan más subordinados a una negociación cara a cara con los estadounidenses, promotores incansables de acuerdos comerciales individuales, en los que ese país tiene una obvia preeminencia a la hora de imponer condiciones. “Es el triunfo del bilateralismo”, se preocupó ayer el funcionario galo, coincidiendo casi a pie juntillas con lo que advertía Dean Witter, economista jefe de Europa del Morgan Stanley.
Hace tiempo que el departamento de “acuerdos comerciales” de la sede central de la OMC en Ginebra mira preocupado la proliferación de pactos bilaterales o regionales, que se superponen a sus propias normas y hasta las transgreden. Esta fue una de las alertas de que la poderosa institución con sede en Ginebra está en crisis y perdiendo su razón de ser. En gran medida, porque los países que más proclaman el librecomercio son los que más lo transgreden con normas proteccionistas.
También se multiplican críticas al propio funcionamiento de la OMC. Sus funcionarios se jactan de tener un procedimiento absolutamente democrático en la toma de decisiones, que son tomadas por “consenso” o unanimidad: basta la oposición de un solo país para que un acuerdo de los 145 restantes se desmorone. Esto obliga a un gran trabajo de persuasión constante, donde los poderosos hacen gala de múltiples formas de presión.
Las ONG acusaron a la Organización de falta de transparencia. Pero ayer fue Romano Prodi, titular de la Comisión Europea, quien consideró “evidente” la necesidad de “buscar reglas para que la OMC funcione de manera más efectiva” y alertó que el fracaso en México es un “duro golpe para la institución”.
Lejos de permanecer callada, la administración de George Bush también salió al ruedo desnudando su juego habitual. Recriminó a China consentir la piratería a firmas norteamericanas radicadas en su territorio, así como no abrirse a las financieras tanto como prometió en el 2001, cuando hizo los votos capitalistas incorporándose a la Organización. Y ayer mismo, elsecretario de Comercio, Donald Evans, anunció la creación de un equipo especial para luchar contra las “prácticas comerciales injustas” que hacen perder empleo norteamericano. Peligrosa decisión. En la propia OMC se analiza cambiar el régimen antidumping –para frenar las importaciones desleales– porque EE.UU. abusó de él.

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Martín Redrado, secretario de Relaciones Económicas, junto a colegas africanos y sudamericanos.
 
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