ECONOMíA

Record de subejecución en las inversiones públicas

En los primeros ocho meses del año sólo se ejecutó un tercio de lo presupuestado. En cuanto a los recursos fiscales, en 2004 se recaudaría hasta $ 3000 millones más que lo previsto.

 Por Julio Nudler

El nivel de ejecución de la inversión pública presupuestada está tocando mínimos históricos. Luego de que en 2002 sólo se ejecutase la mitad de lo previsto, este año hasta agosto sólo se concretó un tercio de lo programado para todo el año. Aunque el ritmo se está acelerando notoriamente, será difícil superar significativamente la pobre marca del ciclo anterior. Por tanto, así como durante 2003 se está haciendo parte de lo que se dejó sin ejecutar el año pasado, en 2004 tendrán que encararse obras pendientes que llegarán de arrastre de este año. Entre las razones de la baja ejecución presupuestaria figura la retención de cuotas de compromiso por parte de Hacienda, para asegurarse la obtención de un creciente superávit de caja y cumplir con el superávit comprometido. También influyó la facultad otorgada a las provincias de utilizar para gastos operativos el dinero asignado típicamente a inversiones, como el del Fonavi y el del Fondo de Desarrollo Regional.
Otros dos factores conspiraron contra el tempo de la inversión real directa. Uno fue la virtual parálisis administrativa de los meses iniciales del año, en un final de gestión envuelto en la incertidumbre. Recién al asumir el nuevo gobierno la administración se puso en marcha y empezaron a activarse licitaciones demoradas. Otro retraso fue provocado por el reajuste de los precios de las obras públicas, de acuerdo a lo establecido en dos decretos. Por fortuna, la inflación se detuvo y el impacto fue más moderado de lo que se temía, pero el recálculo de costos igual retardó la ejecución.
En cuanto al año próximo, los ingresos previstos impresionan como muy cautos. Respecto de la recaudación nacional que finalmente se lograría en 2003, los 79 mil millones de pesos pronosticados para el año próximo implicarían un aumento del 11 por ciento, que surgen casi aritméticamente de un crecimiento de 4 por ciento del Producto Interno Bruto y una inflación promedio anual de 7 por ciento. Sin embargo, esa proyección de ingresos desdeña dos elementos impulsores: uno es el incremento natural de la recaudación en períodos económicos expansivos, y otro, la mayor eficacia de la AFIP merced a su plan antievasión.
Según calcula Jorge Gaggero, economista especializado en cuestiones fiscales, la recaudación en 2004 superaría entre 2000 y 3000 millones de pesos la prevista en el proyecto presupuestario. Su estimación parte de suponer una elasticidad-ingreso de 1,25 en la recaudación; es decir, que por cada punto de incremento en el PIB, la colecta de impuestos sube 1,25. De este modo, los ingresos de la Nación no aumentarían un 11 sino un 13,75 por ciento, y la diferencia con la previsión oficial se acercaría a los 2000 millones de pesos.
Sin embargo, si el Producto se expandiera un 5 por ciento, con la misma hipótesis inflacionaria, el plus de recursos se estiraría a los mencionados 3000 millones. Para Gaggero, la elección de predicciones conservadoras por parte del Gobierno puede justificarse por la negociación que debió llevar con el Fondo Monetario, un organismo que, “pese a la caída del paradigma neoliberal y a la crítica situación argentina, sigue pensando cómo apropiarse del máximo excedente primario posible”.
Una alternativa es que –si efectivamente ocurre– el aumento superior al esperado en los recursos primarios se vuelque a mayores inversiones y a atender mejor la emergencia social. En ambos casos se elevaría el gasto primario, manteniéndose la meta comprometida de un superávit fiscal primario de 3 por ciento del PIB. Esto implicaría descartar otras dos opciones: una de ellas, aumentar la masa destinada a pagar servicios de la deuda; la otra, constituir un fondo anticíclico. El ahorro guardado en éste se aplicaría a apuntalar el gasto público en algún ejercicio futuro, cuando ante una eventual recesión cayese la recaudación.
Esta es la idea que defiende, entre otros, Nadin Argañaraz, jefe de Ieral (Fundación Mediterránea), para evitar que las fluctuaciones económicas sean acentuadas, como en el pasado, por una política fiscalprocíclica, que incrementa el gasto en los buenos tiempos, porque la recaudación crece, y aumenta los impuestos en las coyunturas recesivas. Desde otro ángulo, quienes ven que la inversión pública, aun con los refuerzos previstos, dista de cubrir las necesidades, afirman que es preciso volcarle más recursos ahora para que la infraestructura no termine siendo un cuello de botella para el crecimiento.

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La retención de partidas por Hacienda y el moroso final de la gestión Duhalde frenaron la marcha.
 
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