Frente a la contracción del consumo, el magro desempeño exportador y el ajuste del gasto público para obras, la apuesta oficial es que el impulso al crecimiento económico provenga de la inversión privada. Sin embargo, la activa estrategia de seducción y las reformas económicas implementadas no arrojaron los resultados previstos. A la espera de la lluvia de inversiones, el endeudamiento externo y la apertura comercial se convirtieron en los pilares para sostener el programa del gobierno. “La inversión no es una variable autónoma sino que está inducida por el crecimiento del consumo y las exportaciones. En nuestro país, la dinámica del consumo es el elemento más importante para explicar la evolución de la inversión productiva”, explicó el jueves pasado el economista Fabián Amico durante su presentación realizada en el Congreso de Economía Política Internacional de la UNM. 
Contra la relación causal postulada por el macrismo, las estimaciones realizadas por el investigador del Grupo Luján muestran que durante el “populismo kirchnerista” el impulso al consumo privado no desplazó a la inversión. Entre 2004 y 2011, el consumo creció al 61 por ciento y la inversión lo hizo al 99 por ciento. Esa relación se mantiene incluso cuando se computan el período de bajo crecimiento reciente: el consumo privado subió 67 por ciento y la inversión aumentó 84 por ciento de acuerdo a los datos oficiales. En cambio, “un gobierno liberal que quiere priorizar al sector privado para empujar la inversión y dejar atrás la estrategia de expansión fiscal puso en marcha un ajuste que indujo una caída del consumo y la inversión que pretendía estimular en primer lugar”, advirtió Amico. Este año, según los últimos datos publicados por el Indec, el consumo privado crece al 1 por ciento y la inversión en equipo productivo se contrae 4 por ciento. 
La inversión privada depende de la evolución de la demanda –consumo y salarios– y no de la tasa de interés o el clima de negocios. A su vez, el comportamiento anémico del comercio internacional junto con la profunda recesión y crisis política de Brasil generan un marco poco estimulante para la inversión de aquellos sectores industriales y agropecuarios orientados hacia los mercados externos.
Las autoridades económicas aseguran que la respuesta reside en apertura comercial, desregulación financiera y clima de negocios. “En el actual escenario de caída del salario real e incremento en el componente importado para que un impulso fiscal relance la economía en el corto plazo el Estado tiene que inyectar mucho más de lo que gastaba el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en 2009. Eso no está sucediendo y por ahora se cubre con endeudamiento externo”, advirtió Amico