ECONOMíA › LA LUPA

Oligarcas

 Por J. M. Pasquini Durán

La cita es para mañana, viernes, en la Casa Rosada, por invitación del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, que podría preguntarle a Alberto, su antecesor del mismo apellido, cómo le fue todo el año pasado en la misma tarea de encontrar pautas de acuerdo con la Mesa de Enlace agropecuaria. El miércoles, empresarios y sindicalistas, de la UIA y la CGT/CTA pudieron llegar a un acuerdo que fijó el salario mínimo en 1500 pesos, una cifra de consenso, con la que ninguno está completamente contento, pero es una base aceptable para mantener el acuerdo. No serán “un colegio de señoritas”, como aclaró Moyano, pero tienen modales de gente sensata.

Los caciques rurales, en cambio, no son gente sensata ni quieren ningún acuerdo porque hace rato, más de un año, y en especial después de las últimas elecciones, que sus objetivos no son reivindicativos sino políticos: buscan humillar al Gobierno, no acordar con él, porque se sienten absolutos ganadores en la puja con los Kirchner y por supuesto en los comicios del 28, atribuyéndose como propios los votos que recibieron los partidos opositores. El acto que hicieron en la feria de la Rural, ante un millar de adeptos y después de haber recibido la invitación de Fernández –quien actúa en consonancia con la pareja presidencial– es una prueba cabal de sus intenciones.

Desde la tribuna alentaron las peores expresiones de la barra brava, en lugar de calmarla –incluidos los ataques contra Scioli, que había ido con bandera blanca–, se equipararon con los gladiadores del imperio romano –“luchar hasta morir”, según Eduardo Buzzi–, o Llambías, de CRA, que invocó el apellido Martínez de Hoz al solo efecto de provocar, fingiendo que el recuerdo estaba dedicado al cofundador de la Sociedad Rural, abuelo del ministro de la dictadura.

Con cada uno de estos gestos, discursos y bravatas, el Gobierno traga sapos y se reafirma en la convicción de negar un acuerdo que pueda ser interpretado como una victoria de la Mesa de Enlace. Le gustaría humillarla, pero no puede. De este modo, las dos partes quedan encerradas en el claustro de sus deseos y pasiones, todas vanas. Ni Buzzi y sus adláteres son gladiadores ni el Gobierno es la reencarnación de los luchadores antioligárquicos que recuerda Osvaldo Bayer en La Patagonia rebelde. El poder requiere buenas dosis de realismo y en ocasiones hay que ceder hasta que llegue el momento de la revancha, si la concesión significa desbloquear el frente que acude a los llamados oligárquicos y a restarles la cuota de simpatía que mucha gente les otorga aunque su relación con la tierra está limitada a las rotaciones anuales en las macetas de la terraza o el patio.

El interés del país, del presupuesto y el equilibrio fiscal, la tranquilidad para la mayoría de la población y los incentivos para la producción y el progreso de pequeños y medianos productores, para que tengan al menos alguna oportunidad ante la concentración en “pools” (“pules” les dicen los de “la mesa”) que es un proceso de conversión en oligopolios del capital agrario similar al que se observa en los demás frentes del capitalismo, así de sencillos son los objetivos ineludibles del gobierno nacional. Que las vanidades oligárquicas se comparen con Napoleón, si quieren, pero hay que escapar de ellos y de sus trampas para osos. Con el bonete puesto del gran corso, que se queden solos ante los espejos de la principal sala de la estancia.

La publicidad juega una batalla primordial. ¿Es verdad que el próximo año agrario será desastroso o, por el contrario, habrá cosechas record? ¿Es cierto que los más débiles ya no tienen para comer debido a las regulaciones del comercio exterior, pese a que es difícil entender la relación de un chacarero con el mercado chino? ¿Es correcto que los supermercados se quedan con la parte del león de los precios en los productos lácteos, mientras los tamberos prefieren vender sus vacas lecheras? ¿El año próximo la carne para el mercado interno será de importación?

Hay que hablar de asuntos concretos y en términos comprensibles para cualquier ciudadano, sin términos difíciles ni arrebatos pedagógicos. Si el Gobierno prefiere el silencio parcial, el mercado mediático, aliado a la Mesa de Enlace, seguirá teniendo capturada a la opinión pública con sus versiones sobre lo que pasa entre los maizales o en los lechos de soja. En la residencia de Olivos no pueden ni deben seguir pensando que esa masa compacta de publicidad diaria, de circulación masiva, puede ser compensada por los discursos presidenciales, de alcance restringido.

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