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“Nosotros les entregamos la llave”

Por Maximiliano Montenegro

Si planean seguir con esto, nosotros les entregamos la llave del banco.” El presidente de uno de los dos grandes bancos españoles que operan en el país hizo llegar el amenazante aviso al presidente Eduardo Duhalde. Paralelamente, cuatro de los principales bancos de inversión del mundo dispararon los misiles del mercado contra los nuevos inquilinos de la Rosada.
Mientras el Gobierno todavía no se anima a levantar el feriado cambiario el JP Morgan-Chase, el banco de inversión norteamericano más exclusivo y el “socio” dilecto del Estado nacional durante los últimos 12 años, pronosticó ayer que a fin de año el dólar libre estará en 2,70 pesos. Basta recordar que el tipo de cambio oficial es 1,40 y toda la apuesta del Gobierno es que el libre no se dispare mucho más allá de 1,60, porque de otra forma se realimentarían las remarcaciones de precios y el programa estaría en pedazos en poco tiempo.
Sumándose a la amenaza de los bancos españoles –valga la paradoja, vox “populi” en el mercado–, Merrill Lynch calculó que el BBVA (Francés) y el Santander Central Hispano (Río) perderán unos 1525 millones a causa de la devaluación con pesificación de deudas. ING Barings, otro de los formadores de opinión del mercado, coincidió con esa estimación. Pero fue más allá: ¡Calculó cuánto les costaría a ambos bancos españoles irse del país! “Teniendo en cuenta que la mayoría del fondo de comercio ha sido amortizado, que esas pérdidas serían deducibles fiscalmente para ambos grupos y que las provisiones genéricas han sido ya creadas, estimamos que tal salida costaría al Santander Central Hispano 163 millones de dólares y 276 millones para el BBVA”, señaló. Una bicoca.
Dicho sea de paso, bancos que apuestan a un mercado regional no pueden bajar la persiana e irse a manejar un remise a Madrid. ¿Qué pensarían los depositantes brasileños si el Santander se retira de la Argentina, dejando a sus ahorristas a la deriva, porque no les gusta cómo enfrenta la crisis el Gobierno?
El explosivo cocktail de presiones del establishment financiero se completa con el informe que Lehman Brothers circuló entre sus clientes: sobre Remes Lenicov dice que “es un buen muchacho (sic), la mala noticia es que si a las amas de casa que golpean la cacerola no les gusta su política, Duhalde no dudará en despedirlo”.
Hoy en día, difícilmente alguien puede argumentar en contra de la necesidad de la inversión extranjera para el desarrollo de los países. Pero sí se puede fundamentar en contra de la miopía de los inversores extranjeros que operaron u operan en Argentina. Y ni hablar de la “miopía” –por ser generosos– de los funcionarios menemistas y delarruistas que les concedieron todo.
¿Qué hubiera pasado si los bancos negociaban desde un principio tasas de interés más razonables con el Estado? ¿O si aceptaban un esquema de política distinto al del ajuste permanente, en una economía recesiva, con el único objetivo de que el Estado les asegurara el pago de esos intereses exorbitantes a corto plazo? ¿Con tanta craneoteca de Chicago en sus staff, es tan complicado entender que hay ciclos para ganar y ciclos para perder, que ésa es la lógica misma de los negocios? ¿Por qué los bancos extranjeros que se suponían iban a traer dólares en tiempos de crisis promovieron la fuga? ¿Por qué no previeron que rapiñar un bizcocho es menos inteligente que ponerse en la cola para recibir la porción de un bizcochuelo? Imaginaron con quedarse con todo y pueden quedarse sin nada.
Es antipático decirlo, pero es más que complicada la pesificación con devolución de depósitos en dólares a los ahorristas tal como la planteó Duhalde. Por eso, el Gobierno ya empezó a remontar la promesa de devolución de depósitos del corralito proponiendo un tranquilísimo cronograma de devolución.
Pero, ¿por qué los bancos extranjeros que se suponía iban a actuar de “prestamistas de última instancia” en tiempos de crisis, ahora actúan como “el último que apaga la luz”? De nuevo, se plantan a negociar como si pretendieran quedarse con todo, que en este caso debe traducirse como si no quisieran poner nada. Y, de nuevo, pueden quedarse sin nada: no sólo sin bancos en Argentina sino también sin país para hacer negocios.

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