EL MUNDO › TRAS EL ASESINATO DEL EX CONCEJAL CARRASCO REINAN LA PESADUMBRE, EL NERVIOSISMO Y LA DESCONFIANZA

España vota hoy en un clima de alta tensión

En medio de las acusaciones y recriminaciones de sus principales dirigentes por el atentado de la ETA, los españoles se preparan para votar un gobierno que nacerá con su legitimidad cuestionada, igual que hace cuatro años.

 Por Oscar Guisoni

Desde Madrid

“Los que quieran solidarizarse con nuestro dolor, que vayan a votar, para decirles a los asesinos que no vamos a dar ni un paso atrás. Son unos hijos de puta.” Con estas palabras se dirigió a la multitud que estaba presente en el velatorio de su padre Sandra Carrasco, la hija mayor del ex concejal socialista asesinado por ETA el viernes, menos de 48 horas antes de que se abrieran las urnas que permitirán a más de 35 millones de españoles elegir quién gobernará los próximos cuatro años. Ha sido una jornada de gran tensión política en todo el país, que hizo recordar a los españoles las dolorosas circunstancias en las que votaron cuatro años atrás, a pocas horas de otro atentado terrorista, el que cometieron fundamentalistas islámicos el 11 de marzo de 2004 y que dejó 191 muertos en los trenes de Madrid. El presidente de los socialistas vascos, Patxi López, increpó al candidato conservador Mariano Rajoy en la capilla ardiente. “No queremos volver a oír que traicionamos y agredimos a las víctimas.” “Ha sido uno de los peores episodios políticos de mi vida”, respondió airada María San Gil, presidenta del Partido Popular en el País Vasco. En algunas ciudades también se registraron desencuentros entre socialistas y conservadores a propósito del asesinato que ETA decidió arrojar dentro de las urnas. El PP firmó el comunicado conjunto con el que las fuerzas políticas rechazaron el atentado pero se desmarcó de la declaración final porque no incluyó su rechazo frontal a una futura negociación con la banda terrorista.

Aunque nadie sabe a ciencia cierta qué efectos tendrá el crimen cometido por los separatistas vascos en el resultado de las elecciones de hoy, está claro que el gobierno que salga de las urnas esta noche volverá a tener sobre sus espaldas una legitimidad extraña, ajena a la normalidad democrática y sospechosa de haberse gestado al calor de la ira popular que ha despertado el atentado. Una legitimidad susceptible de ser atacada luego, como ocurrió con la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero hace cuatro años. El PP llegó incluso a afirmar durante estos años que se había tratado de una especie de “golpe de Estado” y Mariano Rajoy no terminó nunca de asimilar su derrota en las urnas, causada por la pésima gestión que hizo su gobierno del atentado del 11-M al intentar atribuírselo a ETA. El episodio que enfrentó al máximo responsable de los socialistas vascos con Mariano Rajoy durante el velatorio es un síntoma más de esas tensiones que más que desaparecer se han acrecentado durante la campaña electoral. Según fuentes del PSOE, la familia de Isaías Carrasco no quería que el candidato del PP se hiciera presente en la ceremonia, pero los dirigentes socialistas terminaron por convencerlos de hacer un gesto conciliador. Rajoy llegó a la capilla ardiente con el placet del partido de Rodríguez Zapatero, por eso según el PP se sintió tan molesto ante el ataque de Patxi López. La versión del PP es un tanto hipócrita, teniendo en cuenta que su vocero en el Congreso, Ignacio Astarloa, intentó colar en la declaración conjunta de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria emitida el viernes por la noche para condenar el ataque una condena explícita a futuras negociaciones con ETA. Como el resto de los grupos se negó rotundamente, los populares se desmarcaron, protagonizando un lastimoso episodio en el que aparecieron intentando manipular el ataque con fines electorales.

“Que el asesinato de mi padre no sea manipulado por nadie. Eso no lo vamos a tolerar”, clamó ayer en el entierro de Isaías Carrasco su hija Sandra. No lo piensan así los alcaldes de algunas ciudades gobernadas por el PP, que ayer convocaron a manifestaciones contra ETA a pesar de estar prohibidas por la ley electoral y contra el consenso surgido de la asociación que nuclea a los intendentes españoles que acordaron realizarlas el lunes, gane quien gane las elecciones. La alcaldesa conservadora de Valencia, Rita Barberá, se molestó incluso con los socialistas porque no acudieron a la manifestación que hicieron sus partidarios en la ciudad. En las filas del PSOE ayer el clima era de pesadumbre e intranquilidad. Los socialistas estarán todo el día de hoy con la vista puesta en el índice de participación electoral. El crimen de ETA, aseguran, busca desmovilizar a sus electores, hartos de un conflicto sangriento que impregna toda la historia de la reciente democracia española. Los partidarios de Rodríguez Zapatero saben que si vota menos del 70 por ciento del padrón, será difícil que ganen.

Una clara muestra del clima imperante la dio ayer el diario El País en un editorial titulado “Votos frente a pistolas”, al afirmar que “como cuatro años atrás, la cita con las urnas llega manchada de sangre”, y defendió el voto como “el arma democrática de que disponen los ciudadanos para defenderse de quienes les agredan”. El matutino se lamentaba de que “como en 2004, el PP vio en el atentado la posibilidad de desgastar al rival y obtener réditos electorales”. Un lamento que resonará durante los próximos cuatro años en los oídos de quien gane hoy las elecciones.

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El socialista Rodríguez Zapatero, favorito en las encuestas, en uno de sus últimos discursos de campaña antes del atentado.
Imagen: AFP
 
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