EL MUNDO

W. se prepara para robar nuevamente una elección

George W. Bush está en plena campaña para las elecciones legislativas del 5 de noviembre. Y parece posible que su partido las gane, ante una oposición demócrata confundida y débil.

Por Matthew Engel *
Desde Washington

Todos admiran a Connie Morella. Es una de esas políticas que parecen agradables y maternales sin ser por eso ineficaces. Sus colegas en Washington la admiran. Y después de 16 años en el Congreso, es tan conocida como para que sus posters de campaña digan simplemente “Connie”. Pero Morella está en grandes problemas políticos, y lo más probable es que de acá a un mes, cuando se lleven a cabo las elecciones legislativas en Estados Unidos, los votantes de su distrito en Maryland decidirán hacer de ella su ex congresista. De su destino, y del de un puñado de otros, depende, no la existencia de la presidencia de Bush, pero sí mucho de su poder.
Morella representa principalmente los suburbios de alto poder económico que se expanden al norte de Washington DC. El área está llena de demócratas prósperos, y su agenda de campaña, la reforma del financiamiento de las campañas electorales, el medio ambiente, el transporte público, suena más a estilo Gore que a estilo Bush. El republicanismo liberal de Morella la convierte en heredera de una vibrante tradición anteriormente vibrante que se remonta a Abraham Lincoln, y los votantes norteamericanos a menudo ignoran las líneas de los partidos para apoyar a los políticos que conocen y les gustan.
Pero como su oponente, Chris van Hollen, señala permanentemente, los primeros votos que Morella emitirá si llega a ser reelecta serán para apoyar a los líderes de derecha de su partido para los altos puestos en la Cámara de Representantes. En la actual atmósfera partisana, ése es un argumento revelatorio y quizá decisivo. Aunque la presidencia no está en juego, las elecciones legislativas involucran las 435 bancas de la Cámara de Representantes y 34 de las 100 del Senado, junto con todas salvo 14 de las 50 gobernaciones estatales. Actualmente, los republicanos controlan la Cámara de Representantes por un margen de 223-212. Si los demócratas derrotan a Morella y a otros cinco, finalmente volverán a ganar el control del cuerpo que durante los últimos ocho años fue la usina del radicalismo de derecha. Pero lamentablemente para ellos, les resulta difícil nombrar cinco bancas que esperan realmente ganar.
Los demócratas controlan el Senado por una banca, lograda después de la defección del republicano Jim Jeffords el año pasado. Pero temen perder esa ventaja y, con ella, el control de los comités y la eficacia que los ayudó a bloquear al presidente en una amplia gama de políticas. Históricamente, el partido en la Casa Blanca es el que está en riesgo en las elecciones legislativas. Pero estos son tiempos extraños, y en las últimas dos semanas la desesperación creció entre los demócratas. Los altos números del presidente en las encuestas no necesariamente se traducen en éxitos en las competencias individuales locales, pero sí evitan que la oposición tenga la clase de impulso que se puede traducir en serias ganancias, especialmente si no logran ni siquiera conseguir tiempo en el aire para los temas que quieren tocar (ejemplo: cualquiera menos Irak).
Cuatro de las bancas demócratas del Senado están ahora en peligro. En Nueva Jersey, un senador en funciones éticamente cuestionado, Robert Torricelli, se retiró en medio de un escándalo esta semana, para ser reemplazado por un ex senador de 78 años, Frank Lautenberg, que es precisamente el peor enemigo de Torricelli. Esto va ahora a la Suprema Corte. Los republicanos, esperando otro fallo que iguale a la de Bush versus Gore en 2000, dicen que es demasiado tarde para un reemplazo en las boletas electorales. También tienen un fuerte blanco en una banca en Dakota del Sur, y están apostándolo todo a desalojar a Tim Johnson para dejar fuera de escuadra a Tom Daschle, líder de la mayoría del Senado. Al lado, en Minnesota, el liberal antibélico Paul Wellstone, que renegó de una promesa de que sólo serviría dos períodos, puede llegar a obtener su deseo original.
También hay una batalla fascinante en Missouri, el estado donde John Ashcroft, ahora secretario de Justicia, se las ingenió en 2000 para ceder su banca a un hombre muerto. Ese era Mel Carnahan, muerto en un accidente de avión justo antes de la votación. Su viuda, Jean, fue instalada como senadora temporariamente, pero ahora podría ser derrotada, en cuyo caso los demócratas perderían su mayoría inmediatamente, y no en enero. Como el voto de Missouri es una “elección especial” Carnahan podría salir inmediatamente.
Hasta ahora no es claro si un escandalete en Iowa, donde un asistente del senador Tom Harkin fue encontrado escuchando clandestinamente una reunión republicana de estrategia, podría añadirse a la lista de las potenciales ganancias republicanas. Los demócratas mismos tienen esperanzas en New Hampshire, Arkansas (donde un senador republicano defensor de los “valores familiares” acaba de abandonar a su familia), Colorado y Texas, donde el ex alcalde negro de Dallas, Ron Kirk, tiene la oportunidad de abrir una brecha en el actual Senado, integrado solamente por blancos.
Pero esas esperanzas se están desvaneciendo, así como las de varias bancas de la Cámara de Representantes que los demócratas normalmente esperarían recoger. La triste ironía es que, por como van las cosas, Connie Morella, una republicana que les gusta realmente, puede ser una del puñado que logren remover.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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George W. Bush con el representante John Sununu (izq.).
 
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