EL MUNDO › COMO SON Y QUE PIENSAN DOS MINISTROS CONTRASTANTES

Las dos caras del nuevo gobierno

El nuevo gabinete de Brasilia es un complejo equilibrio entre empresarios y luchadores sociales. En estos reportajes, las dos caras de ese gabinete: Luiz Fernando Furlan, ministro de Industria, y Marina Silva, de Medio Ambiente.

LUIZ FERNANDO FURLAN, EMPRESARIO

“El mercado ya nos cree”
Por Ramón Muñoz *
Luiz Fernando Furlan, de 56 años, forma parte de los ministros “técnicos” elegidos por Luiz Inácio Lula da Silva para integrar su gobierno. Sin adscripción política, es un conocido hombre de negocios, vicepresidente de la patronal de San Pablo, la más poderosa del país y, sobre todo, presidente del grupo Sadia, un gigante alimentario que exporta a más de 70 países y factura 1800 millones de dólares. El presidente de Telefónica de España, César Alierta, lo nombró hace dos años consejero del grupo para vigilar las importantes inversiones de la operadora en el país carioca. Tras ser designado ministro ha renunciado a todos sus cargos como consejero en distintas empresas –Telefónica, Pnamco, IBM y ABN Amro Bank– y está dispuesto a afrontar el reto lanzado por Lula de combatir las desigualdades pero sin descuidar el rigor económico.
–¿Por qué aceptó formar parte del gobierno de Lula?
–No tengo vínculos con ningún partido ni intención de seguir una carrera política. A mí me gusta enfrentar desafíos y después de 10 años como presidente de Sadia y casi 30 años trabajando en la empresa, estaba pensando hacer algo nuevo. El viernes 13 me llamó Lula para hacerme el ofrecimiento y mi primera reacción no fue positiva. No es fácil salir de una situación de confort, tanto familiar como profesional y financiera. Ese domingo tuve una reunión con Lula y después de media hora me convenció para aceptar el desafío de poder contribuir para que el nuevo gobierno lleve a cabo las reformas que conduzcan a Brasil por la senda de la equidad social y el desarrollo.
–Hablando de ideales, ¿se cumplirá el proyecto “Hambre Cero” para garantizar a todos los brasileños la alimentación?
–Si analizamos el problema, eso puede costar un 1 por ciento del PBI. El gobierno recauda el 34 por ciento del PBI, por lo que cumplir con esa promesa equivale al 3 por ciento del presupuesto, que no es mucho. Sin embargo, no es un proyecto del gobierno sino de la sociedad. Vamos a requerir el apoyo de las empresas, las ONG y de mucha gente interesada. He propuesto al presidente movilizar a un ejército de 10 millones de voluntarios, que quieren ayudar y ahora no saben cómo hacerlo. Y no consiste sólo en dar comida sino higiene, educación, salud, planificación familiar. En fin, todo un cambio cultural.
–La deuda externa de 200.000 millones de dólares puede trastocar esos planes.
–En agosto firmamos un acuerdo con el FMI para una línea de crédito de 30.000 millones, de los que se han utilizado 6.000. Pero hay que considerar que sólo el 44 por ciento de la deuda pertenece a las administraciones públicas. Vamos a cerrar el año con más de 12.000 millones de dólares de superávit comercial que en 2003 se elevará hasta los 18.000. Es decir, que hay una generación extraordinaria de divisas que pone las cuentas en una situación mucho más cómoda que en el pasado.
–¿Y la devaluación?
–La devaluación del real fue coyuntural, pero ya se está recuperando. La moneda se depreció por las elecciones pero el mercado ya está reconociendo que hay un gobierno comprometido con temas sociales pero también con la austeridad presupuestaria. Hay una ola de credibilidad en torno del proyecto de Lula que va a hacer volver a la situación anterior a las elecciones. Y los mercados ya lo están apreciando.
–¿Cuáles son las reformas más urgentes?
–En materia económica, la más urgente es la de las pensiones. En Brasil, gracias a los privilegios conseguidos en el pasado, el 20 por ciento de los jubilados, funcionarios en su mayoría, se lleva el 80 por ciento de los recursos. Hay que equiparar las pensiones, poniendo un techo, lo que supondrá rebajar las de los funcionarios pero elevar notablemente las de los empleados privados. También es necesaria una profunda reforma tributaria y fiscal. En Brasil hay demasiados impuestos –más de 50– y es necesario una simplificación. Además, para el consumidor son invisibles. A diferencia del IVA no sabe lo que paga. Pero todo esto pasa por una profunda reforma política, porque ahora no hay lealtad partidaria. Muchos diputados están cambiando ahora mismo de partido y se habla incluso de alquiler de votos. Hemos llegado a tener un presidente sin partido.
–Brasil privatizó varias empresas. ¿Cabe la posibilidad de una vuelta atrás?
–El PT tiene dudas sobre las privatizaciones pendientes, que no son muchas. Pero en ningún caso se va a renacionalizar lo privatizado. La opinión pública esta muy contenta porque los servicios funcionan. Antes disponer de una línea telefónica costaba más de 1000 dólares. Se tenía que declarar en el Impuesto de la Renta porque era un activo importante. Hoy te dan una línea en horas. El sector privado ha hecho un esfuerzo muy grande en los últimos diez años, lo que no ha ocurrido con el sector público que ha aumentado su peso del 24 por ciento al 34 por ciento del PBI, y no ha mejorado los servicios.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

MARINA SILVA, LUCHADORA ECOLOGISTA

“Mi infancia me hizo tenaz”
Por Juan Arias *
Desde Brasilia
Se llama a sí misma “hija de la selva”. Y se puede leer en sus ojos que es verdad. Dice que tiene “una relación casi mística con las cosas de la floresta” donde pasóuna infancia de pobreza y enfermedades que le han dejado huellas profundas en su salud. Se llama Marina Silva, fue con 38 años la senadora más joven de la república y Lula la ha elegido como nueva ministra de Medio Ambiente. A sus 44 años ha sido ya premiada por la ONU por sus batallas a favor de la ecología y la revista Time la eligió entre los 100 líderes del nuevo milenio. Segunda de once hermanos, no pudo ir a la escuela porque tenía que ir a la selva con su padre a arrancar caucho de los árboles para ayudar a alimentar a la familia numerosa. A los 12 años aprendió a conocer los números leyendo las agujas del reloj y quiso que le enseñaran las cuatro reglas para que no la engañaran los compradores de caucho.
Aprendió a leer y escribir sólo a los 16 años, cuando decidió dejar su pueblo natal, Seringal Bagaço, en el estado pobre de Acre, e irse a un convento de monjas a Rio Branco, la capital del estado. Salió del convento para empeñarse primero en el sindicato y después en el Partido de los Trabajadores (PT), donde trabajó con el mítico Chico Mendes, considerado el mártir de la ecología de Brasil. “Tardé un año en aprender a besar después de salir de las monjas”, bromea. Pero tardó poco en adelantar en los estudios y llegó hasta a la universidad, donde se licenció en Historia. Sintió la política desde muy joven como un compromiso ético. Se presentó a las elecciones para concejal, renunciando a todos los privilegios que tenían entonces sus colegas. Y ya no paró. A pesar de su frágil salud, debilitada por seis malarias, por una leishmaniosis y por una intoxicación de metales pesados que la obligan a una dieta rigurosísima, consiguió ser electa diputada y senadora. Su fama de incorrupta ha sido siempre el terror de los especuladores de la Amazonia.
–¿Le hubiese gustado hoy haber tenido una infancia más burguesa?
–No. Muchas dificultades que tuve que enfrentar fueron siempre dentro de una relación de familia de amor y de solidaridad. Aquellas privaciones me dieron una dimensión humanista muy grande. Sólo se expande lo que está dentro. Aquella infancia me inyectó tenacidad en la lucha por las cosas en las que creo. Hoy, con aquella infancia a las espaldas, me es más fácil leer en los ojos de los marginados y humillados.
–¿Qué piensa hacer con la Amazonia, ese santuario de la naturaleza que posee el 24 por ciento del agua potable del planeta?
–Es una gran responsabilidad, porque la Amazonia posee un potencial impresionante. Cuenta con el 20 por ciento de las especies vivas del planeta, es la mayor floresta tropical del mundo y cuenta con la mayor riqueza en biodiversidad. Mi política se va a basar en la convicción de que la solución de la Amazonia tan saqueada ya, como la Mata Atlántica de la que nos queda sólo un 7 por ciento viva, no puede ser sólo técnica. Nosotros tenemos que respetar la soberanía de la Amazonia, como brasileños, pero tenemos que estar convencidos de que sin la ayuda de los otros, y sobre todo de la sociedad civil, podremos hacer muy poco a pesar de toda nuestra buena voluntad. Todos, dentro y fuera de Brasil, deben ser conscientes de que la destrucción de la Amazonia afectaría gravemente la salud de todo el planeta.
–De la corrupción en el saqueo de las riquezas naturales se han escrito libros. ¿Cree que va a poder luchar con eficacia?
–Creo que los procesos verdaderamente transformadores de la sociedad inmunizan mejor contra la corrupción de los que no tienen escrúpulos con lo público. También los intereses privados pueden ser públicos, pero no pueden ser perversos.
–Usted que se ha apodado “hija de la selva”, ¿qué añadió a su vida aquella inmersión de niña con la naturaleza virgen?
–Más que información teórica me dio unas vivencias muy fuertes. Para describirlas me faltan palabras. Me enseñó a ver las cosas sin esa prisa que nos devora. La floresta me alimentó con su fuerza vital y con sus mitos llenos de sabiduría. Me dio esa dimensión del espacio donde la vida acontece, que es mayor de lo que uno puede verbalizar.
–¿Cómo resumiría lo que se está llamando “la era de Lula”?
–La de un pacto entre la política y la sociedad y sus instituciones. No creer en la omnipotencia del Estado, ni en políticos salvadores de la Patria. Creo que ha llegado la hora, y Lula ha tenido una conciencia fuerte de ello, de saber extraer de la sociedad, dentro o fuera de los partidos, las mejores capacidades puestas al servicio del bien común. A Lula la vida le enseñó a manejar las competencias. Las mejores y las peores respuestas para resolver los problemas vienen de las nuevas miradas sobre las cosas. Pero no puede ser una sola mirada ni una sola respuesta. Necesitamos aprender a utilizar lo que de mejor tiene cada persona o cada institución.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.

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