EL MUNDO › AVANZA LA RESTRICCION A LOS DERECHOS CIVILES EN EE.UU.
No sonría, lo estaremos vigilando
La paranoia y el estado de vigilancia nacional surgidos con los atentados del 11 de septiembre se multiplican en EE.UU.: hay una lista de 13 millones de extranjeros sospechosos con entrada prohibida al país y se controla hasta lo que la gente lee.
Por David Brooks
y Jim Cason *
Desde Nueva York y Washington
Los encargados de seguridad nacional cuentan ahora con una lista de 13 millones de “malos” y “potenciales sospechosos terroristas” extranjeros inadmisibles en el país, y la Asociación Nacional de Pediatras ha recomendado que todo hogar, escuela y jardín de niños cercanos a plantas nucleares debería almacenar píldoras de yoduro de potasio, con el fin de que los menores las ingieran en caso de un atentado contra estas instalaciones.
“La amenaza terrorista es real y no podemos estar desprevenidos”, advierte un anuncio pagado por el nuevo Departamento de Seguridad Interna en una plana del diario The New York Times. Con la imagen de un bombero neoyorquino ocupando toda la plana, el texto indica: “Saber qué hacer en un atentado terrorista no es sólo un asunto de sentido común. Uno tiene que leer, aprender y planear. Estar listo en cada familia, negocio y escuela estadounidense. Aprender a armar un maletín de emergencia, cómo elaborar un plan de comunicación familiar y cómo debes responder a un acto de terrorismo”, y ofrece un sitio en Internet (www.ready.gov.) para más instrucciones.
El gobierno difundió lo que un periódico local caracterizó como “la madre de todas las listas de vigilancia” a sus agencias de seguridad, en particular las encargadas de puntos de ingreso al país, con 13 millones de nombres para ayudar a “identificar a aquellos extranjeros que son inadmisibles o deportables”, escribió el presidente George W. Bush a dos comités del Congreso en una carta que acompañó la lista. El extenso documento incluye los 20.000 nombres de sospechosos identificados por el Departamento de Estado a partir de los atentados en Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001 y combina las listas mantenidas antes por el Departamento de Estado, el Servicio de Aduanas, el Servicio de Inmigración y Naturalización y la agencia antidrogas, la DEA.
La Oficina Federal de Investigaciones (FBI) explicó al Daily News que el Acta Patriótica incluyó órdenes para que esa oficina entregara 7 millones de nombres de criminales no estadounidenses.
La lista de sospechosos está disponible para las agencias de seguridad pública en el nuevo Centro Integrado de Amenaza Terrorista, administrado por la Agencia Central de Inteligencia. Pero no incluye las listas de inteligencia que se están acumulando sobre ciudadanos estadounidenses e inmigrantes residentes como parte de la misma Acta Patriótica, la cual otorga nuevos y extensos poderes de investigación y vigilancia a las agencias de seguridad, todo bajo el rubro de la guerra contra el “terrorismo”.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con los nuevos poderes del gobierno federal para vigilar lo que llaman la “patria”. Algunos trabajadores de bibliotecas públicas del país destruyen diariamente cualquier documento que pudiera ofrecer información sobre usuarios y sus hábitos de lectura a las autoridades. Los registros de usuarios de bibliotecas, de consultas sobre sus computadoras, o solicitudes de libros o información respecto de una infinidad de materias son destruidos cada día en lugares como el sistema público de bibliotecas de Santa Cruz, California. “La estrategia básica ahora es mantener tan poca información histórica como sea posible” sobre los usuarios, declaró la directora del sistema de bibliotecas de Santa Cruz, Anne M. Turner, al New York Times.
Es parte de una campaña para demostrar su oposición a las medidas de control del Acta Patriótica, que permiten a la FBI revisar documentos de actividades de gente calificada como “sospechosa”, incluyendo compras, préstamos de libros y el uso del Internet desde oficinas, cafés o bibliotecas.
Según un sondeo de opinión realizado sobre este asunto, empleados de 219 bibliotecas respondieron que habían cooperado con las autoridades, pero sus colegas en otras 225 informaron que se habían negado a entregar los datos demandados. “Estoy más aterrorizada por tener mis derechos de la Primera Enmienda sobre la información y libre expresión atropellados que por el tipo de atentados terroristas que se han realizado hasta ahora”, afirmó Turner.
Pero cada día, el mensaje difundido por este país es que todo es una amenaza, y por lo tanto sus ciudadanos deben protegerse ante posibles terroristas. Desde la justificación de la guerra contra Irak para prevenir atentados como los del 11 de septiembre de 2001 (aunque nadie ha logrado vincular a Saddam Hussein con los responsables de esos ataques) a la necesidad de imponer mayores controles a la sociedad estadounidense para defenderse de los “malévolos” que “odian a este país”, el gobierno del presidente George W. Bush ha logrado impulsar una serie de medidas y un clima de control político y social con la constante justificación de que Estados Unidos está en guerra perpetua contra sus enemigos. Así, la crítica al régimen estadounidense provoca dudas sobre el patriotismo de quien la emite, sea un candidato presidencial demócrata o un joven estudiante. Esto le sucedió al veterano de guerra, senador y candidato presidencial demócrata John Kerry, la semana pasada, cuando criticó a Bush. De inmediato, legisladores republicanos, comentaristas y analistas políticos conservadores cuestionaron su patriotismo por atreverse a criticar al comandante en jefe en tiempos de guerra.
O está el caso de un estudiante de preparatoria en Bellingham, Massachussetts, cuando el director le informó a sus padres que su hijo senegaba a ponerse de pie cuando la clase recitaba el patriótico juramento de lealtad al país, que en los años ‘50 y ‘60 era parte de la rutina escolar, como un saludo a la bandera. Varios jóvenes fueron enviados a la oficina del director porque se rehusaron a participar en el acto patriótico cotidiano, en protesta contra la invasión a Irak.
Y el clima de guerra y terror sigue contaminando a esta sociedad. Por ejemplo, la Academia Estadounidense de Pediatría ha recomendado que hogares, escuelas y otras instalaciones donde haya niños cerca de plantas nucleares deberían almacenar píldoras de yoduro de potasio que deberían ingerir para protegerse contra el cáncer de tiroides en caso de un escape radiactivo. La recomendación fue causada, dicen sus autores, por las preocupaciones sobre el “terrorismo” y la guerra contra Irak.
Así es la vida en Estados Unidos en tiempos de guerra.
* De La Jornada, de México.