EL MUNDO

El Virrey llego a Bagdad

El general retirado Jay Garner, gobernador militar de facto, fue recibido ayer en Bagdad entre protestas y el escepticismo, mientras los chiítas peregrinaban a su ciudad santa.

 Por Eduardo Febbro

El general retirado Jay Garner, encargado de “supervisar” la reconstrucción de Irak, pudo medir rápidamente las dificultades que tiene por delante. Apenas llegó a Bagdad, 2 mil chiítas manifestaron en la capital iraquí contra la “presencia” norteamericana. Con palabras que parecían inspiradas en el Evangelio, el administrador prometió en Bagdad esfuerzos “considerables” para subsanar los daños de la guerra. “En la vida –dijo–, no hay mejor día que aquel en que podemos ayudar a los demás.” Sin embargo, ninguna de sus palabras suscitaron el más mínimo entusiasmo. Garner no convenció a nadie de que la administración Bush hará todo lo que está a su alcance para ayudar a los iraquíes para dejarlos luego en buenas condiciones de formar un gobierno “nacional”. El general retirado se cuidó además de avanzar una fecha límite para la “misión” de los soldados norteamericanos.
Por lo pronto, la “ayuda” norteamericana empezó con un portazo. Apenas llegar, el equipo de Garner anunció que Washington no reconocía a Mohamed Mohsen al-Zubaïdi como gobernador de Bagdad. Mohamed al-Zubaïdi había sido “electo” hace unos días por una asamblea de notables en condiciones tan inidentificables como caóticas. El ex militar visitó luego dos lugares emblemáticos de los daños ocasionados por la intervención militar: un hospital saqueado, un centro de tratamiento de agua y una central eléctrica fuera de servicio. Al igual que uno de los opositores de Saddam Hussein exiliado en Londres que regresó hace unos días a Irak, Garner decidió instalarse en uno de los palacios de Saddam Hussein situados al oeste de Bagdad. Desde ahora podrá contemplar diaria e íntimamente los gustos del amo que las tropas de Bush derrocaron: mármol verde en los muros y poesía árabe en letras de oro. Ambicioso en sus aspiraciones, cuando se le preguntó cuál era el mayor desafío que tenía por delante, Garner respondió: “Todo”. En un momento de raro realismo, el administrador afirmó: “Debemos hacer que nazca un nuevo sistema en Irak. Pero esto empieza con un extenso trabajo en común, un trabajo difícil que tomará mucho tiempo”. Una de las médicas del hospital visitado por Garner se mostró indiferente e irónica luego del discurso del administrador. “Son puras palabras. Si los norteamericanos nos dan algo, seguramente no va a ser de su bolsillo. Todo vendrá de nuestro petróleo. Saddam Hussein era injusto, pero tal vez hubiésemos podido derrocarlo sin que vinieran todos estos extranjeros.”
Jay Garner se desplazará en las próximas horas a otras regiones de Irak para regresar luego a la capital e iniciar su trabajo de evaluación. No sin humor, los periodistas iraquíes dicen que lo que Garner hará será “repartir tajadas del botín”, es decir, decidir que empresas norteamericanas se encargarán de reconstruir el país que los norteamericanos destruyeron. Para ello, Jay Garner cuenta con un equipo renovado. El administrador dirige la Oficina de Reconstrucción y de ayuda humanitaria del Pentágono, la ORJA. El equipo inicial constaba de 19 administradores civiles. En adelante, tendrá 450.

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Con las espaldas bien guardadas, el general Jay Garner llega ayer a Bagdad con la misión de reconstruir (o construir) prácticamente todo.
 
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