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El tijeretazo que faltaba para arruinar la economía

El Ejecutivo de EE.UU pidió una rebaja impositiva de 726.000 millones de dólares y consiguió que el Congreso acordara una reducción de 318.000 millones en diez años, más 20.000 millones de ayuda a los estados deficitarios.

George W. Bush ya puede cantar victoria. El Congreso norteamericano finalmente aprobó la rebaja de impuestos que quería el presidente, aunque muy lejos de los 726.000 millones de dólares que proponía. Luego de un intenso regateo comandado por el vicepresidente Dick Cheney, las dos cámaras llegaron a un acuerdo: el recorte será de 318.000 millones en diez años, más otros 20.000 millones de ayuda a los estados, hundidos en el peor déficit en décadas. Según Bush, el recorte ayudará a reactivar la economía estadounidense. Pero, para los demócratas, sólo beneficiará a los ricos. Y el banquero George Soros dice que no logrará estimular la economía.
La guerra en Irak aún no había empezado y Bush ya estaba en plena campaña para que el Parlamento aprobara una reducción impositiva. Según el presidente, el recorte inyectaría más plata en la economía y ayudaría a su reactivación. Inmediatamente, los demócratas y varios economistas se opusieron al proyecto. Incluso el jefe de campaña de Bush para las elecciones presidenciales del 2004, Karl Rove, dijo que las reducciones sólo agravarían la economía. El debate se prolongó durante varios meses pero, el miércoles, después de un largo tira y afloje, el líder de la mayoría republicana, el senador Bill Frist, salió del recinto. “Tenemos un arreglo”, anunció. Las dos cámaras del Congreso se pusieron de acuerdo sobre un recorte de 318.000 millones en diez años, más otros 20.000 millones de ayuda a los estados, hundidos en una grave crisis presupuestaria.
El artífice del arreglo fue el vicepresidente Dick Cheney. Y el encargado de negociar en nombre de la Casa Blanca, el representante republicano por California, Bill Thomas. Durante horas había regateado con los legisladores hasta llegar a un acuerdo: un recorte de 318.000 millones, muy lejos de los 726.000 que quería Bush, e incluso menos que los 350.000 que el Senado aprobó la semana pasada. El proyecto todavía tiene que ser aprobado formalmente por las dos cámaras, pero esto será un simple trámite. Seguramente se vote antes del fin de semana, ya que luego el Congreso tiene una semana de vacaciones. Quizá Cheney tenga que dar el voto de desempate en el Senado porque tres republicanos moderados se oponen a la reducción, pero representantes de ese partido aseguraron que tienen los votos suficientes para sacar adelante la ley.
La medida reducirá en un 15 por ciento los impuestos que hay que pagar por los dividendos que reciben los accionistas –en el proyecto, Bush pedía su eliminación–, y la ayuda a los estados, que no estaba contemplada en la propuesta de la Casa Blanca. También incluye recortes fiscales para los matrimonios que declaran sus impuestos conjuntamente y mayores incentivos para las familias con hijos. “La esencia de esta ley es simple: cuanto más dinero la gente tenga en sus bolsillos, más fácil le será al resto encontrar trabajo en Estados Unidos”, dijo ayer Bush cuando visitó el Capitolio para apoyar su proyecto.
Sin embargo, varios legisladores demócratas afirman que el paquete de recortes es irresponsable y engañoso, “una vergüenza para la política impositiva”, como la definió el senador demócrata Tom Daschle. Incluso banqueros como George Soros y Warren Buffet están en contra del recorte. Todavía hay que ver el efecto que tendrá el recorte en el creciente déficit presupuestario del gobierno: la Casa Blanca espera terminar este año fiscal, el 30 de septiembre, con un déficit record de 400.000 millones de dólares.

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El presidente George W. Bush y su vocero, Ari Fleischer, salen de reunirse con los legisladores.
 
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