EL MUNDO › LA UNIóN EUROPEA POSTERGó HASTA 2016 LA APLICACIóN DE LA TASA TOBIN A LAS TRANSACCIONES FINANCIERAS

Postergan y diluyen el “impuesto Robin Hood”

Pese a las promesas iniciales, al final sólo se retuvieron las acciones como campo de aplicación, dejando afuera del gravamen productos que mueven cuantiosas operaciones, como la deuda soberana, las materias primas o las divisas.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Un pasito hacia atrás bajo la presión del lobby bancario. Las elecciones europeas se celebran el próximo 25 de mayo y muchos electores esperaban ver cumplida una iniciativa que apuntaba a aplicar un gravamen sobre el conjunto de las transacciones financieras. Pero la eterna historia de las buenas intenciones verbales de la Unión Europea y la realidad dejó una nueva víctima por el camino: el impuesto Tobin o “impuesto Robin Hood”. La famosa tasa inventada por el economista norteamericano James Tobin (1918-2002) en los ’70 a fin de evitar que la especulación derribara el sistema financiero debía entrar en vigor en once de los 28 países de la Unión Europea. Sin embargo, los desacuerdos entre los Estados y los guantes blancos de los banqueros que trabajan entre telones atrasaron una vez más su aplicación al tiempo que redujeron su alcance inicial. Los europeos llegaron a un acuerdo “mínimo” que remite la entrada en vigor del impuesto Tobin, también conocido en Europa como TTF (Tasa sobre las Transacciones Financieras), al 1O de enero de 2016. El consenso está muy lejos de cumplir con los objetivos fijados en 2011 cuando la Comisión Europea decidió instaurar una tasa sobre las transacciones financieras. Al principio se trató de aplicar un gravamen al conjunto de las transacciones, incluidos los famosos y controvertidos productos derivados que constituyen lo esencial y más peligroso de la especulación financiera. Al final, sólo se retuvieron las acciones como campo de aplicación, tanto las que se intercambian al contado como en las plazas donde se negocian algunos productos derivados. Por ahora, Europa dejó afuera del gravamen productos que mueven cuantiosas operaciones, como la deuda soberana, las materias primas o las divisas.

Europa lleva años discutiendo sobre la aplicación de la tasa Tobin. El principio del impuesto europeo consistía en aplicar un gravamen del 0,1 por ciento sobre los intercambios de acciones y obligaciones y otro de 0,01 por ciento sobre los productos derivados. Con el huracán de la crisis financiera, los productos derivados ocuparon un lugar importante y oscuro en las transacciones financieras. Se trata de complicados instrumentos financieros creados especialmente para cubrir los riesgos de los inversionistas. Lamentablemente, la presión ejercida por el lobby de los bancos vació de contenido la iniciativa original. Los montos que están en juego explican por sí solos por qué. El peso de los productos financieros derivados es enorme: a escala mundial, entre títulos de la Bolsa, materias primas, deudas de los Estados o de las mismas empresas, el monto de estos instrumentos derivados se elevó a 770 mil millones de dólares durante el primer trimestre de 2014, de los cuales 370 mil millones corresponden a Europa, 220 mil millones a Estados Unidos, 40 mil millones a Asia y 140 mil millones a las otras zonas del mundo. De los 770 mil millones que se movieron durante los tres primeros meses, entre 7 y 8 por ciento circularon en la llamada economía real. El resto es pura especulación financiera. De los 28 países de la Unión Europea, sólo once optaron por aplicar la tasa Tobin (España, Francia, Alemania, Bélgica, Austria, Portugal, Grecia, Eslovaquia, Italia, Eslovenia y Estonia). Sin embargo, dentro de esos once hay varios recalcitrantes. Es el caso de Alemania, Luxemburgo e incluso Francia, cuyos bancos, en especial la Desteche Bank y BNP Paribas, están muy expuestos debido al monto de productos derivados que manejan. Desteche Bank y BNP Paribas son los dos principales actores del mercado europeo de productos derivados. A los bancos y a estos Estados se le agregó también la postura hostil de Londres. Si bien Gran Bretaña no forma parte de los once, Londres estima que si la tasa Tobin se aplicaba como estaba prevista su plaza financiera pagaría las consecuencias. Gran Bretaña llegó incluso hasta presentar un recurso ante la Corte de Justicia europea. El organismo, sin embargo, rechazó los argumentos británicos. Con todo, los bancos lograron frenar el avance del gravamen. Su forcejeo no es una historia de paranoicos izquierdistas, sino una realidad perfectamente cifrada en un informe elaborado por el Corporate Europe Observatory (CEO). En un informe presentado a principios de abril, el CEO reveló que el sector bancario gasta unos 120 millones de euros anuales en acciones de puro lobbying dirigidas exclusivamente a las instituciones europeas, sea la Comisión de Bruselas o el Parlamento. La investigación, titulada The Fire Power of the Financial Lobby, está llena de detalles significativos sobre la manera en que los bancos operan para frenar las reformas que podrían perjudicarlos. Así, por ejemplo, durante los seis primeros meses de 2013, los 25 diputados europeos conservadores de Gran Bretaña se entrevistaron con 74 actores de la industria financiera. El informe del Corporate Europe Observatory escribe que en el curso de esas reuniones “las regulaciones en curso, como la de los productos derivados, fueron discutidas”. ¿Y qué actores financieros asistieron a esos encuentros? Los de siempre y más decisivos: “JP Morgan, Citigroup y Goldman Sachs”.

Con un total de 700 lobbies en acción, la tasa Tobin no tenía muchas posibilidades de pasar según su modelo original. La Comisión Europea había calculado, al principio, que la instauración del gravamen aportaría unos 34 mil millones de euros, 13 mil millones corresponden a las acciones y obligaciones, y 22 mil millones a los productos derivados. Ahora bien, sin los productos derivados, el monto se divide por diez. El “enfoque por etapas” (Michael Spindelegger, ministro austríaco de Finanzas) adoptado ahora dejará en la cajas de la UE sólo tres mil millones. El economista Thomas Coutrot –miembro de la ONG Attac– recuerda que la tasa Tobin tenía como propósito “disuadir el recurso a las transacciones a alta frecuencia que se repiten miles de veces por minuto, que sirven para ganar mucho dinero pero carecen de toda utilidad para la economía real. La tasa Tobin hubiese servido para financiar las urgencias sociales y ecológicas nacionales e internacionales”.

El mundo bancario defiende sus prerrogativas sin miramientos. A pesar del acuerdo de subsuelo al que llegaron los once países europeos que participan en la puesta en marcha de este dispositivo ideado en 2011 por la Comisión Europea, el ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble, dijo en tono muy optimista que “la serpiente está saliendo del mar”. Pero la serpiente no salió. Apenas mostró la cabeza. Puede que en 2016 haya evoluciones más positivas. Al principio defendida únicamente por la izquierda, la tasa Tobin fue ganando adeptos en todos los sectores ideológicos. Los bancos lograron una vez más impedir que saliera a flote.

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El poderoso lobby de los banqueros logró postergar la aplicación de la tasa Tobin y minimizar su costo al excluir las deudas soberanas.
 
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