EL MUNDO › EL RECUERDO DEL ATENTADO SIGUE FRESCO TRECE AñOS DESPUéS

Hoy abre el museo del 9/11

El museo del 9/11 tendrá siete pisos de salas de exposiciones cavernosos justo debajo del parque donde estaban las Torres Gemelas. El presidente Obama encabezará una larga lista de personalidades en la apertura.

 Por David Usborne *

Momentos después de haber salido del metro del puente de Brooklyn, en esa soleada mañana de septiembre hace casi 13 años, llegué a algunas rápidas conclusiones. La destrucción humeante que vi ante mí era sin duda la obra de Osama bin Laden; todo lo que sabía acerca de Nueva York –y el mundo– estaba a punto de cambiar. Mucho más no podía predecir, ni siquiera el horror del que sería testigo antes de que terminara el día. Creo que pensé que podría significar la guerra en Afganistán, aunque no en Irak. Algo que desde luego no vi entonces: que Bin Laden se aseguró de que la Zona Cero se convertiría algún día en una de las principales atracciones turísticas de Manhattan.

Esta semana pasé una hora escasa en el lugar durante un receso del juicio de Abu Hamza, a pocas cuadras de distancia. Era tensionante estar a los a empujones por el espacio en la vereda llena de adolescentes franceses y familias del medioeste. Por cierto, no estaba dispuesto a enfrentarme a la multitud dentro de la tienda de recuerdos con sus souvenirs de tazas y llaveros.

El lugar estuvo así durante años. Incluso cuando todo lo que se podía ver era un enorme agujero donde no pasaba casi nada, excepto el ballet de excavadoras, la ciudad construyó plataformas de observación para que los turistas pudieran echar una ojeada. La congestión se duplicó en 2011, cuando finalmente se abrió el parque conmemorativo. Quizá la hayan visto ya, dos cuadrados vacíos donde alguna vez habían estado las torres con muros negros con cascadas de agua.

Todas nuestras mentes volverán al bajo Manhattan nuevamente hoy con la inauguración del museo del 9/11, con siete pisos de salas de exposiciones cavernosos justo debajo del parque. El presidente Barack Obama y cientos más vendrán, entre ellos los líderes políticos actuales y anteriores de Nueva York y Nueva Jersey, y algunos miembros de la familia de los cerca de 3000 que murieron. Hubo un sorteo de la lotería para que ellos asistieran.

Llegar aquí fue un largo viaje. El monumento y ahora el museo sólo se realizaron después de años de lucha. Luchas por los diseños, luchas para recaudar fondos y luchas para equilibrar la necesidad de rendir un homenaje permanente a los que murieron –no sólo aquí, sino también en el Pentágono y en un campo de Pennsylvania, donde se estrellaron dos aviones secuestrados– con la sensibilidad de las familias por sobre todo.

Todavía hoy, la controversia no está extinguida. Cuando unos 7000 restos humanos fueron trasladados solemnemente desde las instalaciones médicas forenses a un lugar en el nivel más bajo del museo, el sábado pasado –1123 de los cuerpos de las víctimas, el 40 por ciento del total aún no ha sido identificado– algunas familias se quejaron, precisamente, porque el lugar donde descansan finalmente sus seres queridos será ahora parte de la propiedad de los turistas, a pesar de que se mantienen en un cuarto sellado que sólo ellos podrán visitar. Esa fue la reacción de Sally Regenhard, cuyo hijo de 28 años, Christian, fue uno de los bomberos que perdió la vida ese día. Ella dijo que no podía soportar la idea de que “los restos estuvieran en un museo, en realidad, para mirones”. Y agregó: “Toda mi familia nunca irá ahí dentro”.

Fui testigo de la gente que se lanzaba de las torres para escapar del fuego y caminé al día siguiente antes del amanecer a través de calles llenas de cenizas y de pilas humeantes de hormigón pulverizado y cadáveres. Pero no era nada al lado de las experiencias de tantos otros. Sin embargo, el museo y memorial surgieron, a pesar de que siempre alguno se ofendiera, y no podemos sorprendernos.

Puede haber una multitud de turistas, pero que los dos proyectos se hayan completados es algo de lo cual alegrarse. Pocos monumentos me conmovieron tan profundamente como los dos agujeros misteriosos, cubiertos de agua en el suelo. Y del museo, Michael Bloomberg, el ex alcalde que intervino para salvar ambos proyectos cuando estaban fracasando hace varios años, le dijo esto a politico.com esta semana: “Para 3000 familias, es un lugar para llorar. Pero para el resto de la ciudad, el país y el mundo ésta es la manera de enseñarle a la próxima generación que la libertad no es gratis”. Estados Unidos es brillante haciendo museos. Los visitantes del museo del 9/11, algunos de los cuales no habían nacido en el año 2001, verán un motor de bomberos aplastados, columnas retorcidas de los escombros, fotografías del los muertos y una inscripción tomada de Virgilio, hecha con el acero de las torres, en la pared detrás de la cual se ocultarán los restos no identificados, que dice: Ningún día te borrará de la memoria de los tiempos”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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