EL MUNDO › LA OPOSICIóN BRASILEñA PRESAGIA LA INSTAURACIóN DE UNA “CORTE BOLIVARIANA”

Antidilmismo comparado al Tea Party

Una semana después de la derrota, la socialdemocracia y sus aliados rozan el extremismo y parecen emular a la ultraderecha norteamericana con incitaciones a la desestabilización contra la “dictadura del Partido de los Trabajadores”.

 Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Casi como el Tea Party. Una semana después de ser derrotada por Dilma Rousseff en los comicios presidenciales, la oposición brasileña roza el extremismo y parece emular a la ultraderecha norteamericana con incitaciones a la desestabilización contra la “dictadura del Partido de los Trabajadores” y pedidos de socorro a los militares. Designado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, el juez del Supremo Tribunal Federal Gilmar Méndes adhirió ayer al coro opositor presagiando la instauración de una “corte bolivariana” como consecuencia de las supuestas perversiones chavistas del PT.

Luego de la derrota por estrecho margen del candidato Aécio Neves, su agrupación, el Partido de la Socialdemocracia Brasileña, insistió en la prédica incendiaria, con resonancias que evocan al racismo estadounidense o los grupos sediciosos venezolanos. El juez opositor Méndes repitió ayer una ofensa recurrente de la militancia conservadora, con insinuaciones sobre el nunca demostrado alcoholismo del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. “¿Acaso (Lula) pasaría el test de alcoholemia? Sabemos, toda Brasilia sabe, yo conviví con el presidente Lula, que él no es precisamente abstemio”, lanzó el magistrado que siempre falla a favor de los banqueros.

Ante los agravios en las redes sociales contra los votantes pobres del PT, particularmente contra los oriundos de la región nordeste, la Policía Federal anunció ayer que su departamento de crímenes cibernéticos inició una investigación por violación de la ley del racismo. El fin de semana, unos 2500 correligionarios de Méndes, Neves y Cardoso marcharon por el centro de San Pablo con pancartas en las que se leía “Abajo el PT, arriba la Policía Militarizada” e “Impeachment ya”.

De regreso de su descanso en las playas de Bahía, la presidenta permaneció ayer en el Palacio de la Alvorada, residencia oficial en Brasilia, mientras sus asesores mantuvieron consultas sobre la composición del futuro gabinete en un contexto político y financiero inflamados. Se especula que Dilma nombrará al futuro ministro de Hacienda antes de viajar a la cumbre del G-20, que comienza a sesionar la semana próxima en Australia. La Bolsa de Valores de San Pablo, barómetro del partido de los banqueros, cerró ayer con una baja del 1,26 por ciento y el dólar superó la línea psicológica de los 2,5 reales. Fue una jornada negativa, sin llegar a la debacle del lunes 27, un día después de las elecciones, cuando el mercado reaccionó disgustado ante el triunfo de Dilma.

Algunos consejeros de la presidenta, como el ministro Miguel Rossetto, reconocen que la victoria fue ajustada y pronostican años de “dura lucha política contra el polo conservador liderado por el PSDB... que quiere hacer una oposición a la venezolana”. No obstante, prosigue Rossetto en diálogo con Página/12, el intento de incendiar el país tiene bastante de espuma, porque la sociedad brasileña no se presta a posiciones fundamentalistas.

Cardoso y los dirigentes del PSDB rechazan el diálogo propuesto por la presidenta como una forma de sobreactuar su poder y fomentar un ambiente de convulsión que esconde “la falta de proyecto político como quedó demostrado durante una campaña muy dura”, señala el funcionario.

El desplazamiento del PSDB hacia planteos bastante radicalizados fue contemporáneo con una evolución de Dilma hacia posiciones más progresistas y el reencuentro con los movimientos sociales de los que había estado distante durante su gestión. Dilma prometió que dedicará el próximo mandato, a partir del 1º de enero, a promover la realización de una consulta popular para reformar el sistema político cuyo centro de gravedad será prohibir el financiamiento empresarial de las campañas. La iniciativa es defendida con entusiasmo por el PT y rechazada por el PSDB, los banqueros y las empresas periodísticas. Reunida ayer en Brasilia, la cúpula petista sostuvo que la reforma política y el eventual plebiscito contribuyen a mantener viva la movilización que hizo posible la victoria dilmista y anticipó la realización de un acto para la toma de posesión. “Queremos hacer una gran fiesta popular como la de Lula en 2002”, inicio del primer gobierno petista, declaró Rui Falcao, titular del partido.

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Asesores de Rousseff pronostican años de dura lucha política contra el polo conservador liderado por el PSDB.
 
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