EL MUNDO › EN EL CONGRESO BRASILEñO, POLICíAS MILITARES REIVINDICAN LA DICTADURA Y ATACAN A LA COMISIóN DE LA VERDAD

Los ultras de la “bancada de la bala”

El Capitán Augusto no es una voz aislada en el Legislativo. Forma parte de la bancada de uniformados que defienden la venta irrestricta de armas y el proyecto de reducción de la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años.

 Por Darío Pignotti

Página/12 En Brasil

Desde Brasilia

Ocurrió la semana pasada en la Cámara de Diputados brasileña: un parlamentario vistiendo su uniforme de policía militar presidió durante dos horas la sesión, al final de la cual reivindicó a la dictadura. “Lo que para ustedes es un golpe de Estado para nosotros es la revolución democrática de 1964, nosotros salvamos a Brasil del comunismo”, declaró el diputado José Augusto Rosa, que se presenta como Capitán Augusto del Partido de la República, ante la consulta del diario Folha de S. Paulo.

Ese medio menciona que el congresista lucía exultante al dejar el presidium de la Cámara baja desde donde dirigió las deliberaciones con una vestimenta que en marzo pasado fue considerada como una provocación por otros parlamentarios.

En febrero de este año, a poco de asumir su mandato, el policía militarizado había adelantado su intención de fundar el Partido Militar Brasileño (PMB). “Ya tenemos el apoyo de las 500 mil firmas necesarias para registrarlo. Ya fuimos al Tribunal Superior Electoral para iniciar los trámites del Partido. Le explicamos al ministro (del tribunal) que a pesar de llamarse Partido Militar Brasileño no será un partido sólo para militares, será para todos, pero será una formación con alma militar, un partido de derecha en serio.”

“El PMB es un partido que nace grande porque la corporación militar es considerada la institución más respetada del país, ya tenemos presencia en todos los estados y abrimos 1250 comités.”

Es cierto, el Capitán Augusto, de San Pablo, el mayor distrito electoral, no es una curiosidad aislada en un Legislativo donde hay decenas de policías militares y federales, todos ellos encuadrados dentro de la así llamada “Bancada de la Bala” por su defensa de la venta irrestricta de armas y la reducción de la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años.

A la cabeza del malón castrense está el diputado Jair Bolsonaro, militar retirado del ejército, reelecto el año pasado con 425 mil votos, situándose en el primer lugar entre los congresistas federales por Río de Janeiro.

Además de reivindicar la “Revolución de 1964”, Bolsonaro calificó a la Comisión de la Verdad sobre el régimen como una “farsa” orquestada por “subversivos” y propuso crear otra para averiguar los presuntos delitos cometidos por la guerrilla. La iniciativa fue presentada en diciembre pasado en el Palacio legislativo de Brasilia, que la semana anterior continuaba rodeado de una decena de pasacalles exaltando al régimen de excepción.

En medio de los carteles (uno pide “intervención militar” inmediata) colocados en la avenida principal de Brasilia hay una carpa en la que se guarnecen los militantes neogolpistas. Por allí pasaron en marzo miles de personas exigiendo la deposición de Dilma Rousseff en la más concurrida de las movilizaciones incentivadas por la oposición partidaria, con el liderazgo de Aécio Neves, candidato presidencial derrotado en los comicios de 2014. En abril hubo otra convocatoria por el derrocamiento de Rousseff en la que hubo mucha menos asistencia, ante lo cual los estrategas de la causa destituyente optaron por un repliegue táctico.

Un paso atrás momentáneo que no fue acatado por las facciones más despistadas, como el Movimiento Brasil Libre (MBL), que arribó a fines de mayo a Congreso luego de marchar más de 1000 kilómetros desde San Pablo.

Menos de 50 muchachos (ellos esperaban que fueran miles) dieron la bienvenida a la “columna” del MBL, encabezada por Kim Kataguiri, a su llegada a Brasilia donde se reunieron con parlamentarios conservadores.

En su condición de voz cantante del MBL, Kataguiri, de 19 años, emplea frases de impacto para propagandizar al grupo. “No nos gustan los marxistas”, “Somos liberales en serio, el PT está pudriendo a la República”, “Queremos el impeachment de Dilma y el procesamiento del PT”.

Kataguiri se dice orgulloso de sus ancestros japoneses y se incomoda, acaso con algo de racismo, cuando se lo confunde con un coreano o chino.

Su llegada a Brasilia con un brazo enyesado debido a un accidente durante la marcha mereció una cobertura amplia y condescendiente de los medios.

Durante el V Congreso del PT que tuvo lugar hace dos semanas en Salvador de Bahía, el líder partidario Lula comparó a la derechización creciente con los orígenes del fascismo y nazismo.

Brasil enfrenta un “fascismo germinal”, aportó otro dirigente petista, Tarso Genro. Se han diseminado grupos de “vanguardia que realizan provocaciones en eventos partidarios de izquierda, contra parlamentarios de esa misma ideología o llegan a realizar ataques físicos contra personas” sólo por su apariencia de izquierdistas, apunta Genro.

Hay relatos de pasajeros insultados en los aeropuertos por leer alguna publicación considerada “subversiva” por estos jóvenes adictos al “modernismo reaccionario”, según la definición del sociólogo Michael Lowly.

Este fin de semana un hombre amenazó de muerte en un shopping de Porto Alegre a la diputada petista Maria de Rosario, que ganó notoriedad nacional durante su gestión como ministra de Derechos Humanos cuando trabajó junto a la Comisión de la Verdad para la exhumación de los restos del ex presidente Joao Goulart para investigar los motivos de su muerte, ocurrida en Argentina durante la dictadura de Videla.

“Es triste ver cómo personas jóvenes que no conocieron la dictadura la defienden. La mayoría de ellos no conocen lo que es la falta de libertad, la proscripción de los partidos”, declaró Joao Vicente Goulart, hijo del presidente derrocado por el golpe de 1964.

“Hay semejanzas en la forma en como la prensa trata actualmente estos actos a como lo hacía la prensa antes del golpe”, comparó Goulart hijo.

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El diputado José Augusto Rosa se presenta como Capitán Augusto, vistiendo un uniforme de policía militar.
 
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