EL MUNDO › DILMA OBTUVO DE WASHINGTON UN BALON DE OXIGENO POLITICO PARA RESISTIR EL EMBATE OPOSITOR

Volvió con el respaldo que necesitaba

La presidenta brasileña recibió un macizo espaldarazo político, indispensable para hacer frente a una oposición que flirtea con el golpismo siguiendo el guión pautado por la cadena Globo y los medios dominantes.

 Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Antes que la certeza de inversiones y el incremento de las exportaciones lo que Dilma Rousseff trajo de sus dos encuentros con Barack Obama en Washington fue un macizo respaldo político, indispensable para hacer frente a una oposición que flirtea con el golpismo siguiendo el guión pautado por la cadena Globo. Poco afecta a los compromisos en el extranjero, Dilma permaneció cuatro días en Estados Unidos repartidos entre Nueva York, Washington y San Francisco.

El viaje había sido suspendido en 2013 luego de que la agencia norteamericana NSA violó los archivos de la presidenta, de Petrobras y de varios ministerios, según lo demostraron miles de documentos obtenidos por Edward Snowden, que llegó a pedir asilo en Brasil antes de obtenerlo en Rusia. Desde la crisis de la NSA Washington comenzó a merodear Brasilia para recuperar a uno de sus aliados más confiables y previsibles de la región, sin llegar a ser subalterno como Colombia o Chile. El vicepresidente Joe Biden y el secretario de Estado John Kerry fueron hasta el Palacio del Planalto para disuadir a una Rousseff que parecía irreductible en su exigencia de disculpas oficiales y de un informe sobre la información robada.

Finalmente 21 meses después del entredicho, Dilma resolvió ir al encuentro de Obama sin que ninguna de sus exigencias fueran cumplidas: comprendió que Washington no volvería sobre sus pasos y que recomponer los vínculos resultaba vital para demostrar su peso internacional ante una oposición que la arrincona mientras su aprobación se desvanece.

Embarcó hacia Estados Unidos el sábado pasado con el diez por ciento de popularidad, que había retrocedido al nueve el miércoles, cuando la reprobación subía al 68 por ciento según encuestas privadas. Durante su periplo norteamericano fue asediada por reporteros brasileños que machacaban sobre el escándalo de Petrobras y otros temas de la agenda doméstica.

Dilma evitó cuanto pudo hablar de la situación de su país y se esforzó en demostrar su interlocución con altos ejecutivos del mundo empresarial y financiero, además de reunirse con personalidades importantes de la política externa como los ex secretarios de Estado Madelaine Albright, Condoleezza Rice y Henry Kissinger, considerado una pieza importante del Plan Cóndor (ver aparte).

Para sorpresa de los enviados fue el propio Obama quien, durante una conferencia de prensa junto a su colega, respondió que no cabe hablar sobre el caso Petrobras hasta que no haya un fallo de la Justicia. Lo mejor, para Dilma, vendría cuando una empleada de Globo empezó una pregunta refiriéndose con desdén al liderazgo internacional brasileño, repitiendo la tesis conservadora que denuesta los 12 años de política externa del PT iniciados por Lula en 2003.

Obama disintió con el planteo de Globo ante la mirada inmutable de Dilma y el desconcierto de la cronista. “Nosotros no vemos a Brasil como una potencia regional sino como una potencia global. Si uno piensa (lo que ocurre) en el G-20 ve que allí Brasil es una voz importante, y si uno piensa en las negociaciones que van a ocurrir en París en la cumbre sobre cambios climáticos (en diciembre de este año), uno ve que sólo podremos tener éxito con Brasil actuando como un líder... los anuncios hechos hoy (martes) sobre energía renovable son demostrativos de ese liderazgo”.

Otra ayudita de Obama para su “amiga” ocurrió cuando mencionó en el discurso sobre la apertura de embajadas acordada con Cuba.

“Aprecio mucho el fuerte apoyo de la presidenta Dilma Rousseff y de Brasil a nuestra apertura frente a Cuba, yo hablé con Dilma sobre nuestros progresos, incluso sobre el trabajo para abrir las embajadas y confío en el liderazgo de Brasil en la región”, dijo Obama, frase que ayer publicó el sitio oficial de la presidencia de Brasil, destinado claramente hacia el público local.

El jefe de Estado norteamericano le ofreció una recepción esmerada que incluyó una cena en la Casa Blanca y el hospedaje en la residencia oficial Blair House. Quien observe esa coreografía entenderá que para Washington, o al menos para Obama, Dilma es una “socia”, así la llamó, confiable junto a quien comenzar un nuevo ciclo luego de casi años de hibernación diplomática.

En los tres años y medio de gobierno que Dilma tiene por delante se sabrá si esta interlocución privilegiada con el Norte indica un giro en la política externa como lo exigen la oposición y los banqueros, representados en el gobierno por el ministro de Hacienda Joaquim Levy.

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La presidenta de Brasil durante la conferencia de prensa con Obama en la Casa Blanca.
Imagen: EFE
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