EL MUNDO › OPINION

Golpe para la corona saudita

Por Robert Fisk *

Osama bin Laden tiene un montón de amigos en Arabia Saudita. En la mezquita, entre los jóvenes desencantados, entre las fuerzas de seguridad e incluso –y esto es lo que Occidente se niega a discutir– en la familia real. Los embajadores sauditas descartan constantemente estos hechos como “infundados”, pero el devastador ataque del sábado en la capital, Riad, es parte de una creciente insurrección contra los enemigos de Bin Laden en la realeza saudita.
Ya sea que los atacantes hayan sido miembros de los servicios de seguridad sauditas o no –lo cierto es que usaron uniformes del Ejército saudita–, la versión de Riad sobre “la guerra contra el terror” ahora está provocando ataques con bombas, batallas a punta de pistola y asesinatos en el reino casi todos los días. Aparentemente, los 17 muertos eran musulmanes, la mayoría de ellos obreros expatriados. Los enemigos de la corona saudita quieren que el reino se vuelva ingobernable, tal como los enemigos de Estados Unidos en Irak quieren que la ocupación norteamericana sea ineficaz. Mientras, los iraquíes son las principales víctimas de los atentados en Bagdad, al igual que los sauditas, que el sábado fueron las principales víctimas.
Está claro que, con años de retraso, las autoridades sauditas finalmente están entregando algunos de sus propios informes de Inteligencia a Estados Unidos. Por primera vez, la última advertencia de Washington sobre el próximo ataque de Al-Qaida, que iba a pasar de la fase “teórica” a la “operacional”, fue tenida en cuenta. Pero este año, durante la invasión anglonorteamericana a Irak, la familia real saudita –una parte de la cual todavía está desesperada por recibir ayuda norteamericana– dio suficientes razones para que sus enemigos árabes la atacara. A pesar de que públicamente aseguró que durante la guerra Estados Unidos no iba a usar la infraestructura militar saudita, a escondidas permitió que los estadounidenses dirigieran 2700 misiones aéreas desde la base del Príncipe Sultán. Y lo que es peor, en secreto dio su permiso para que 200 aviones estadounidenses realizaran 700 misiones de combate diarias sobre Irak. Los jordanos sospechan que el reciente atentado contra su embajada en Bagdad fue en represalia por la operación secreta en la que 26 aviones F/A-18 norteamericanos volaron desde una base aérea jordana para bombardear las bases de la Fuerza Aérea iraquí, que habrían podido disparar misiles hacia Israel.
Así que el príncipe Abdulá, el actual gobernante de Arabia Saudita, pronto sentirá vientos amenazadores a través del desierto del reino. Por una rara coincidencia, el blanco principal de Osama bin Laden, la familia real, es compartido por la derecha norteamericana. Cuando Laurent Murawiec, amigo del entonces director de la Comisión de Políticas de Defensa norteamericana, Richard Perle, dio una extraña pero concluyente evaluación sobre Arabia Saudita como enemigo de Estados Unidos y la “médula del mal”, bien podría haber sido un vocero de Bin Laden. El año pasado, Murawiec, una figura un tanto misteriosa que trabaja para la corporación Rand y ha sido director de la revista Inteligencia Ejecutiva –que pertenece al convicto Lyndon La Rouche Jr– presentó al Pentágono unas diapositivas con subtítulos que decían “sacar a los ‘sauditas’ de Arabia”. En Washington queda la sospecha de que la familia real saudita todavía está tratando de llegar a un acuerdo con los jerarcas religiosos del país y los enemigos de Al-Qaida. El Pentágono y la CIA, por ejemplo, siguen enojados porque los clérigos sauditas nombrados en uno de los videos de Bin Laden como simpatizantes de los ataques del 11 de septiembre todavía gozan de libertad de expresión en su país. Los mensajes de Bin Laden todavía tienen veneno para la corona saudita. De hecho, su blanco original, y todavía el más importante, es hacer lo que exigió Laurent Murawiec: sacar a los “sauditas” de Arabia.
Ahora parece que sus antiguos protectores lo abandonaron justo cuando su lado de la familia real corre más peligro. ¿Esto será cierto? ¿Los norteamericanos se sentarían a mirar cómo Al-Qaida toma el control de lospozos de petróleo de la nación? En la realeza saudita hay quienes tienen una visión particularmente temerosa de la política norteamericana. En el pasado, dicen, los estadounidenses podían sentarse en Arabia Saudita para confiscar los campos petrolíferos iraquíes cada vez que tuvieran ganas de cruzar la frontera. Ahora que están en Irak podrían, en el caso de una revolución, manejar en la otra dirección y agarrar los pozos del norte de Arabia Saudita, dejando a Riad y otras ciudades en manos de cualquiera sea el gobernante que tome el control.

* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Milagros Belgrano.

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