EL MUNDO › LA COMISIóN DE ETICA DE DIPUTADOS DE BRASIL DECIDIRá EL FUTURO DEL POLíTICO OPOSITOR DE DILMA

Cercado, Cunha advierte que no caerá solo

El suspendido jefe de Diputados es acusado de mentir sobre sus cuentas secretas en bancos suizos. El fiscal general de la República pide que vaya preso. Bajo esta presión, Cunha amenaza con complicar a 150 diputados, un ministro y un senador cercanos a Temer.

 Por Eric Nepomuceno

Desde Río de Janeiro

Está prevista para hoy la sesión en que la Comisión de Ética de la Cámara de Diputados decidirá el futuro de Eduardo Cunha. Pese a todos los anuncios formales y oficiales, nada asegura que la sesión efectivamente ocurrirá. Es que a lo largo de los últimos siete meses, desde la apertura del juicio en su contra, Cunha hizo todo tipo de maniobras para postergar los trabajos de la Comisión, además de contar con el respaldo de aliados dispuestos a todo y algo más con tal de salvar el cuello de su jefe.

Cunha es acusado de quiebra de decoro, al mentir en una Comisión de Investigación sobre sus cuentas secretas en bancos suizos, generosamente abastecidas por dinero de corrupción descarada.

Tanto intervino en los trabajos internos de sus pares, que tratan de condenarlo a perder el mandato, que el Supremo Tribunal Federal decidió alejarlo de su escaño y de la presidencia de la Cámara por tiempo indeterminado. La semana pasada el fiscal general de la República, Rodrigo Janot, pidió al Supremo que conduzca a Cunha directamente a la prisión. Mientras, el juez de primera instancia Sergio Moro acogió una denuncia de la fiscalía contra Claudia Cruz, mujer del diputado. Entre otras razones, por haberse comprobado que ella utilizó tarjetas de crédito vinculadas a cuentas suizas no declaradas. Y ayer, la fiscalía entró con una nueva acción, pidiendo que sus derechos políticos sean suspendidos por diez años. También se pide que Cunha y su esposa devuelvan al erario público casi seis millones de dólares desviados del esquema de corrupción implantado en la Petrobras.

Cada vez más cercado y presionado, Cunha se volcó a una de sus más conocidas especialidades: la amenaza. Primero, al recordarle al presidente interino Michel Temer que sin su apoyo ningún gobierno logrará aprobar, en la Cámara de Diputados, un solo proyecto relevante. Y para dejar claro que su poder sigue intacto o casi, Cunha creó una agrupación reuniendo diputados de partidos oscuros y de poca expresión, pero en número suficiente para controlar la Cámara.

Así impuso al interino Temer el nuevo “líder del gobierno”, o sea, el jefe de la bancada oficialista. Se trata de un diputado que responde a cuatro investigaciones por corrupción y a una denuncia por intento de asesinato.

Finalmente, y para reforzar el mensaje de que no está dispuesto a dejarse arrastrar por las denuncias en su contra, a los más recientes interlocutores que el interino Michel Temer envió en un nuevo intento de convencerlo a renunciar al menos a la presidencia de la Cámara, Eduardo Cunha fue directo y contundente. Pidió a los emisarios del interino que le transmitiesen el siguiente mensaje: si es fulminado por sus pares, o si se determina su prisión en el Supremo Tribunal Federal, no caerá solo. Llevará con él a al menos 150 diputados, un senador y un ministro “muy cercano” a Temer.

Aseguró no creer que los pedidos de prisión enviados al Supremo Tribunal Federal sean acatados, en referencia al ex presidente José Sarney, al senador Romero Jucá y al presidente del Senado y del Congreso, Renan Calheiros. Dijo que sabe que el verdadero blanco es él, y que a menos que el gobierno interino haga algo para salvarlo, sabrá ser implacable.

La semana pasada, una nueva denuncia surgió contra Cunha: además de las cuentas secretas en Suiza, él abrió otra, en Uruguay. En total, la cuenta uruguaya recibió por lo menos 20 millones de dólares, cuyo origen está en el esquema de corrupción implantado en Petrobras, y del cual Cunha era uno de los controladores y beneficiarios.

Tanto el ‘núcleo duro’ de Michel Temer como aliados de Cunha consideran que, a estas alturas, su situación es prácticamente irreversible.

Si logra escapar de sus pares y mantiene su mandato de diputado, difícilmente escapará de los jueces del Supremo Tribunal Federal.

En público, Temer y sus principales ministros dicen que el gobierno decidió no mover un grano de arena por Cunha. En privado, tratan de buscar una salida –alguna salida– mientras evalúan las consecuencias del desastre si Cunha efectivamente decide llevar consigo “al menos 150 diputados, un senador y un ministro muy cercano” al interino.

Es plenamente conocida la trayectoria de Cunha y su fórmula para tejer lealtades eternas: además de haber buscado financiación para elegir al menos 200 diputados desconocidos, supo manejar, a lo largo de los años, todas las claves de corrupción que se extienden por todos los partidos políticos brasileños, en especial el mismo PMDB al que pertenecen él, Temer y los principales ministros interinos. Sus archivos abrigan información cuyo poder devastador es incalculable.

Hay otro motivo de preocupación para el gobierno de Temer: los seguidos sondeos de opinión, cuyos resultados no son divulgados al público, muestran que la vital alianza con Cunha corroe aún más la ya debilitada imagen del presidente interino.

Sin medios para librarse ostensivamente de su riesgoso sostén en la Cámara de Diputados, ese desgaste no hará más que crecer.

La gran incógnita en Brasilia es hasta qué punto Cunha, el hombre bomba, aguantará sin detonar su arsenal de maldades y cuál será el alcance de su poder destructor.

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Cunha hizo todo tipo de maniobras para frenar los trabajos de la Comisión de Etica.
 
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