EL MUNDO › OPINION

Irresponsabilidad intelectual

Por Marcelo Birmajer

Poco antes de la festividad judía de Pesaj, el premio Nobel de Literatura José Saramago comparó la situación en la que viven los palestinos en Gaza y Ramalá con las muertes de millones de niños, mujeres y varones judíos en el campo de concentración de Auschwitz. La comparación entre palestinos vivos y niños convertidos en humo es un brulote contra la paz entre ambos pueblos, pero la incomprensible metáfora de Saramago apuntaba exclusivamente contra el pueblo judío. No se limitó a esta comparación: en un reportaje realizado por el periodista José Vericat para el sitio en español de la cadena inglesa BBC *, Saramago acusó a los descendientes de sobrevivientes de la Shoa que viven en Israel de ser “rentistas del Holocausto”. Vale decir, si es que significa algo, de sacar réditos de haber perdido a sus hijos, padres, abuelos y hermanos en las cámaras de gas de los nazis. No sé cuál es el rédito que puede sacar un pueblo que pierde a la mitad de sus integrantes en un genocidio sin precedentes, pero ya bastante padecen los descendientes de sobrevivientes como para tener que soportar además acusaciones absurdas e impresentables.
En el mismo reportaje de la BBC, se le pregunta a Saramago si reafirma su comparación. Saramago responde: “Eso de Auschwitz ha sido evidentemente una comparación forzada a propósito. Una protesta formulada en términos habituales quizás no provocaría la reacción que ha provocado. Claro que no hay cámaras de gas para exterminar a los palestinos, pero la situación en la que se encuentra el pueblo palestino es una situación concentracionaria. Nadie puede salir de sus pueblos. Yo lo he dicho y dicho está. Pero si a vosotros os molesta mucho eso de Auschwitz yo puedo sustituir esa palabra”.
¿Comparó Gaza y Ramalá con Auschwitz para llamar la atención, sin una rigurosa valoración de los hechos concretos? Esa clase de técnicas para atraer la atención de los medios son de por sí degradantes cuando se trata de vender mayonesas o autos, pero resultan malignamente perniciosas para un debate político. ¿Qué clase de irresponsabilidad es esa de llamar la atención por medio de mencionar el peor centro de matanza que conoció el siglo XX? ¿Estamos frente a un caso patéticamente agrandado de prensa amarilla, de publicidad enfermiza o de simple falta de inteligencia? El mismo Saramago reconoce que, más que puntualizar hechos, quiso llamar la atención. Y no pide disculpas por su reconocida mentira “lo dicho, dicho está”; reafirma como un niño caprichoso cuyas palabras, una vez dichas, no pueden ser rectificadas. Pero no es un niño.
Los motivos por los cuales Saramago puede haber proferido semejante barbaridad escapan a mi entendimiento: evidentemente, no se trató de un intento de vender más libros; no sé cuántos lectores tiene en el mundo árabe, pero el mismo Saramago cuenta que los israelíes han comprado más de 60 mil ejemplares solamente de Ensayo sobre la ceguera. Sospecho que Saramago sabe tan bien como todos nosotros que de haber intentado llevar a cabo su militancia comunista y su carrera literaria en algunos de los regímenes dictatoriales del mundo árabe, incluso bajo el poder de Arafat, habría sido marginado, prohibido o asesinado, como lo fueron tantos disidentes palestinos o árabes. Pero no es el primer intelectual que prefiere cantar loas con datos falsos a los autoritarios antes que respetar a quienes disienten democráticamente con él.
Me resultaría fácil acusar a Saramago de iluminar el camino de los terroristas que hoy matan a cientos de judíos –y que pretenden, declaradamente, matar a muchos más en todo el mundo–, con sus inefables afirmaciones. Pero soy un convencido defensor de la paz entre palestinos e israelíes, un convencido partidario de la idea de un Estado palestino junto a un Israel seguro, y me repugnaría utilizar las mismas tácticas deeste incompleto intelectual al que alguna vez respeté, al que alguna vez expresé mi respeto personalmente.

*http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_1902000/1902254.stm

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