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El Frente Amplio tricolor le quita el sueño al blanco tradicionalista

En su acto de cierre, el candidato blanco, Jorge Larrañaga, no aspiró a ganar este domingo sino a llegar a “segunda vuelta”. La coalición de la izquierda uruguaya Frente Amplio no esconde su ánimo de triunfo, siendo que los sondeos la muestran vencedora en primer turno.

 Por Luis Bruschtein

“Empezá a soñar”, dicen algunas pintadas del Frente Amplio en las paredes de Montevideo. Es parte de la propaganda electoral, pero el contenido onírico que se lee con la tonada característica de los uruguayos da una idea de la expectativa con que por lo menos la mitad de los ciudadanos de este país se apresta a elegir presidente. En este último tramo, la competencia de los partidos subió de tono y las dos fuerzas tradicionales que se ven al borde de una catástrofe introdujeron un cariz de cazabrujas anticomunista para tratar de detener el avance de la alianza izquierdista.
Los uruguayos hacen culto de su vocación democrática y muchas casas y departamentos de Montevideo ostentan en ventanas y balcones las banderas partidarias que coexisten sin temor. También en esta competencia de ornamentación la bandera tricolor de los frenteamplistas se ve en forma mayoritaria, incluso en la rambla costera, donde son fuertes los partidos Colorado y Nacional (Blanco).
Para los dirigentes de la coalición de izquierda, que nuclea a siete partidos y a un total de 18 organizaciones políticas y sociales, la perspectiva del triunfo es la de llegar al gobierno por primera vez. Los dos partidos tradicionales, que tienen más de cien años de existencia, nunca aceptaron compartir el poder con ellos, pese a que el Frente Amplio tiene el 40 por ciento en las cámaras legislativas. En los hechos prefirieron deponer sus diferencias, con guerra civil incluida, para mantener alejados a los frenteamplistas de la toma de decisiones políticas.
Pese a que hace más cerca de 40 años que el Frente Amplio existe en Uruguay y que tiene 15 años gobernando Montevideo, lo cierto es que blancos y colorados lograron neutralizar su incidencia a nivel nacional. Por eso el cartel dice “empezá a soñar”. El gobierno del Frente Amplio se convirtió en eso, en un sueño, a partir de ese bloqueo que ninguneó a una fuerza que desde 1999 es la mayoritaria en Uruguay. “Aquí la gente está cansada –dice el taxista Carlos Orellana–, se ve en la calle, no hay energía, no hay expectativa, por eso todo el mundo se ilusiona con el Frente Amplio.” Orellana no oculta sus simpatías, pero agrega que, “si llega a perder, acá va a haber un suicidio en masa, como el de Guyana, la gente se va a tirar por la ventana, porque así este país no da más”.
El tono de los candidatos del Frente es triunfalista, dan por descontado que ganarán en la primera vuelta y la mayoría de las encuestadoras coinciden con ellos. Incluso las que plantean un posible ballottage aseguran que en este escenario la izquierda también ganaría. Los actos parecen apuntar también en ese sentido. Los únicos realmente masivos han sido los de la izquierda que hará su cierre hoy en Montevideo. El Partido Colorado, el más castigado por los resultados de las encuestas, no se atrevió a movilizar en la capital uruguaya y cerrará su campaña en el interior, en Artigas. Por su parte, Jorge Larrañaga, el candidato del Partido Blanco, cerró anoche en una esquina céntrica con la participación de no más de ocho o diez mil personas.
Tras los grupos de cumbia, rock y folclore, los discursos de Larrañaga y de su candidato a vice, Sergio Abreu, hicieron eje en el error de las encuestadoras y en que en la elección se enfrentan dos filosofías: la tradicional histórica del Uruguay, expresada en los blancos, y el consabido cuco del comunismo o del extremismo. Los candidatos blancos y colorados se reivindican como democráticos y tolerantes, en contraposición con la alianza de izquierda, pero ellos fueron los que enfatizaron esta línea de denuncia, apuntando sobre todo a los ex tupamaros, que a travésdel Movimiento de Participación Popular constituyen la agrupación mayoritaria en el Frente.
De todos modos, la aspiración de los blancos no es ganar sino que no gane el Frente Amplio en la primera vuelta. Su grito de batalla en el acto fue: “Iremos a la segunda vuelta”. Aquí en Uruguay, el discurso macartista no tiene demasiado peso en la gente y menos cuando se habla de los años ’60 y ’70, cuando las dictaduras militares y la crisis económica iniciaron la diáspora de uruguayos en todo el mundo. Por eso este recurso apareció como una reacción desesperada. Ayer el candidato del Frente Amplio, Tabaré Vázquez, dijo que ya se preparan para las elecciones de 2009, o sea que da por descontado el triunfo en estas elecciones.

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Jorge Larrañaga, candidato del Partido Nacional (Blanco), cerró ayer su campaña.
 
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