EL MUNDO › TRAS CASI CUATRO MESES,
LIBERARON A CHRISTIAN CHESNOT Y BRUNO MALBRUNOT

Feliz Navidad para periodistas franceses

Desde París

 Por Eduardo Febbro

Al cabo de uno de los cautiverios más extensos de occidentales en Irak, Christian Chesnot y Bruno Malbrunot, los dos periodistas franceses secuestrados el pasado 20 de agosto por el grupo salafista Ejército Islámico de Irak, fueron liberados ayer en Bagdad. El canal árabe Al Jazeera anunció la liberación de los dos hombres leyendo un comunicado de sus secuestradores en el que éstos aseguraban que Chesnot y Malbrunot habían sido puestos en libertad porque “se pudo probar que ambos no eran espías a sueldo de las fuerzas norteamericanas”. En el mismo texto, los salafistas alegan que su gesto responde “a los llamados y las exigencias de instituciones y organizaciones musulmanas y a una apreciación de la actitud del gobierno francés respecto de Irak y de la de los dos periodistas sobre la causa palestina”.
La entrega de los dos rehenes franceses pone término a una rocambolesca historia marcada por esfuerzos oficiales y extraoficiales no siempre limpios de intenciones oscuras. Chesnot, reportero de Radio Francia Internacional, y Malbrunot, periodista del matutino conservador Le Figaro, habían sido secuestrados el pasado 20 de agosto junto a su guía sirio en el camino entre Bagdad y la ciudad santa de Najaf. Una semana más tarde, la responsabilidad del rapto fue reivindicada por el Ejército Islámico de Irak, una organización a la vez difusa pero conocida por haber secuestrado y asesinado al periodista italiano Enzo Baldoni. El 28 de agosto, el grupo hizo difundir un video con los dos periodistas por medio de Al Jazeera y, a cambio de la liberación, dio un plazo de 48 horas para que el gobierno francés anulara la ley que prohibía el uso de signos religiosos demasiado ostensibles en las escuelas. Seguro de que su posición frente a la intervención militar norteamericana en Irak le iba a facilitar las cosas, el Ejecutivo emprendió una vasta cruzada diplomática en los países árabes. Amman, Qatar, El Cairo: el canciller francés Michel Barnier visitó las capitales árabes que podían desempeñar un papel en la liberación de los dos periodistas. Si bien obtuvo de manera masiva el apoyo de sus interlocutores de la región, el hecho de que ignorara todo contacto con el gobierno iraquí complicó las relaciones entre París y Bagdad. En un editorial asesino publicado por la prensa local, el primer ministro iraquí, Iyad Allawi, advirtió a Francia que, en lo que concernía a Irak, no había “neutralidad posible”, es decir, que no porque no se apoyara a su gobierno se estaba a salvo del terrorismo. Posteriormente, las acciones militares conjuntas lanzadas por el ejército norteamericano en Latifya, el corazón del denominado “triángulo de la muerte” donde están las bases de la resistencia sunnita, tornó casi imposible la recuperación de los dos hombres. La intervención de los musulmanes de Francia, del Comité de Ulemas iraquíes, la principal organización religiosa sunnita de Irak, así como la de numerosas personalidades del mundo árabe, no logró en ningún momento desbloquear la situación.
La vida y la seguridad de los periodistas se hicieron aún más inciertas tras la aparición de un “equipo B” de mediadores supuestamente encargados de negociar su libertad. Compuesto por un diputado de la mayoría gobernante, Didier Julia, y de un oscuro personaje oriundo de la extrema derecha, Philippe Brett, el equipo aseguró primero que había tomado contacto con los secuestradores, luego que se encontraba junto a los periodistas y, al final, que éstos estaban libres y se dirigían hacia un país vecino. Manipulación, publicidad personal, montaje de los servicios secretos, nunca se supo qué motivó a los dos mediadores a contar tantas mentiras. No sólo Christian Chesnot y Georges Malbrunot no recuperaron la libertad sino que, sobre todo, los dos intermediarios jamás estuvieron en Irak. El contraespionaje francés estableció que todas las llamadas telefónicas efectuadas por el “equipo” habían sido efectuadas desde un suburbio de Damasco, la capital de Siria. A la par de una intensa movilización de la opinión pública francesa, el gobierno del presidente Jacques Chirac siguió negociando con los secuestradores. Pese a los nubarrones que rodeaban el destino de Chesnot y Malbrunot, París nunca cesó de manifestar su confianza. Ayer por la noche se desconocía aún las condiciones que permitieron la libertad de ambos hombres. Se sabe que se encuentran en “un lugar seguro” en Irak y que su llegada a Francia está prevista para este miércoles. El primer ministro Jean Pierre Raffarin pidió al canciller que partiera con rumbo a Irak a fin de recuperar a los ya ex rehenes. El gobierno, la presidencia y las redacciones interesados expresaron su más profunda satisfacción, al tiempo que la madre de Malbrunot dijo que se trataba del “regalo de Navidad más hermoso” que le hayan ofrecido.

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