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Un millón y medio de niños y adolescentes que padecen las consecuencias del terremoto y las olas gigantes en el Sudeste Asiático ya son conocidos por los especialistas como la “generación tsunami” por las secuelas que sufrirán durante años, según señalaron voceros del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Los expertos de Unicef temen que la población infantil haya sufrido de manera desproporcionada por el desastre que dejó, hasta el momento, alrededor de 150 mil muertos. Decenas de miles de niños y adolescentes resultaron heridos o desaparecidos han quedado huérfanos o separados de sus familiares, fueron desplazados de sus comunidades, viven a la intemperie en condiciones precarias, están traumatizados y tendrán que afrontar durante varios años las secuelas de esas experiencias.
La directora ejecutiva de ese organismo internacional, Carol Bellamy, advirtió pocos días después del cataclismo sobre la probabilidad de que miles de niños resultaran separados de sus padres y familiares y reclamó para ellos una atención prioritaria. “Es difícil imaginar el miedo, la confusión y la desesperación de los niños que han visto cómo enormes olas se han llevado su mundo y les han dejado en su lugar cadáveres flotando sobre las costas”, dijo Bellamy en un conmovedor comunicado en el que recordó que “los niños han perdido toda semblanza de la vida que conocían, desde sus padres, hermanos y amigos, hasta sus casas, escuelas y vecindario”. Bellamy pidió “algunas grandes medidas básicas para darle una oportunidad a esa devastada generación tsunami” para que puedan sobrevivir lo mejor posible: agua potable, alimentos y atención médica; la reunificación con sus familiares o comunidades de origen; la prevención contra cualquier tipo de explotación; y su urgente reintegración en la escuela y tratamiento especial para evitar que sufran traumatismos.
“No tenemos un número exacto”, dijo la vocera de Unicef en Ginebra, Wivina Belmonte, pero “creemos que un millón y medio de niños han resultado afectados de una u otra manera por el desastre”. Belmonte agregó que Bellamy constató que todavía “muchos padres deambulan desesperadamente por las costas en busca de sus hijos”.