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Una ex república soviética se parece cada día más a la Unión Soviética

Kirguiztán, ex república soviética en una zona estratégica de Asia Central, parecía acercarse ayer a una violenta confrontación interna entre partidarios y detractores del presidente Askar Akayev, quien es respaldado por Rusia.

Por Andrew Osborn*
Desde Moscú

Askar Akayev, presidente de Kirguiztan desde la era soviética, actuó ayer para fortalecer su creciente dominio del poder frente a protestas populares sin precedentes, nombrando a un nuevo ministro de Interior y a un fiscal general de línea dura. Temeroso de que las manifestaciones de la oposición contra sus 15 años en el poder pudieran derivar en una guerra civil y en la anarquía, los nuevos nominados de Akayev prometieron que no dudarían en endurecerse con los manifestantes, que prácticamente han tomado el poder en el sur del país. Y Rusia dio su apoyo a Akayev.
La crisis que envuelve a esta ex república soviética fue detonada por las elecciones parlamentarias que se llevaron a cabo el mes pasado y que resultaron con que los partidarios de Akayev obtuvieran 69 de las 75 bancas en disputa. La oposición alega que las elecciones no fueron libres ni justas y quieren que se vuelvan a hacer. También quiere que Akayev, a quien acusa de volverse cada vez más autoritario, renuncie. La movida de Akayev, aparentemente provocada por el pánico, de reemplazar al ministro de Interior y al fiscal surgió cuando la policía antidisturbios rompió una modesta manifestación de la oposición en Bishkek, capital de Kirguiztán. Testigos oculares dijeron que la policía entró antes que la manifestación en la plaza central de Bishkek pudiera comenzar. Algunos manifestantes supuestamente fueron golpeados antes de ser introducidos en camionetas y sacados de ahí. Keneshbek Dushebayev, el nuevo ministro de Interior, advirtió que la policía no permitiría a los manifestantes de la oposición causar estragos en Bishkek, que queda en el norte del país, como lo hicieron en el sur. “No permitiremos ni asaltos ni ataques, ni ocupaciones en Bishkek”, dijo. “Nuestra tarea principal es restaurar el orden constitucional en todas las regiones, pero estrictamente de acuerdo con la Constitución. La ley nos da todo el derecho de responder, incluso usando la fuerza física, medios especiales y armas de fuego.”
Akayev mismo ya descartó el uso de la fuerza en gran escala contra sus opositores y Dushebayev, que fue el ex jefe de la polícía de Bishkek, reiteró el mensaje. “Nunca dispararemos contra ciudadanos pacíficos que cumplen con la ley: mujeres, niños y ancianos.” Sin embargo, su nombramiento y sus palabras de advertencia parecen destinadas a trazar una línea en la arena. Murat Sutalinov, el nuevo fiscal general, también adoptó una línea dura. Dijo que se estaba preparando para acusar hasta a 500 personas, incluyendo de cinco a diez de los organizadores de la protesta, por causar disturbios en el sur del país.
Aunque Akayev está muy interesado en demostrar que no tolerará más un reto tan descarado a su poder, es claro que quiere ser visto como actuando legítimamente. Por lo tanto le ha pedido a la oposición que nombre un líder general con quien él pueda hablar y ha prometido enviar a su primer ministro, Nikolai Tanaev, al sur del país para negociar. La oposición, que está fracturada y carece de liderazgo central, sin embargo aparece desafiante, y se informa que está tratando de enviar a manifestantes en ómnibus a Bishkek para manifestaciones más grandes, más adelante, esta semana.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Policías de Kirguiztán montan guardia en la plaza central de Bishkek, la capital.
 
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