EL MUNDO › LAS VICTIMAS FATALES POR LOS ATAQUES
SON MAS DE 50 Y SE CRITICA A LA SEGURIDAD

Fin de la inocencia, comienzo del dolor

Cuando el número oficial de muertos superaba los 50, Londres asistía ayer al comienzo en pleno de las investigaciones –y las especulaciones– sobre los autores del cuádruple ataque del jueves. Las autoridades descreen que se haya tratado de kamikazes. Y eso es grave, porque implica que los terroristas siguen libres y pueden golpear de nuevo en cualquier momento.

 Por Marcelo Justo

Londres continúa en estado de shock. Con estoicismo los londinenses intentaron ayer reanudar su vida cotidiana y recrear un simulacro de normalidad. Las oficinas, los bancos, los negocios abrieron sus puertas, los teatros y cines retomaron su programación, pero la conmoción por los atentados era evidente. Un fuerte dispositivo policial patrullaba las calles y, sobre todo por la mañana, se registraron varias falsas alarmas en diversos puntos de la ciudad, entre ellos King’s Cross y el banco central de Inglaterra, el Bank of England. Los cuatro escenarios de los atentados eran enclaves vallados de una ciudad en guerra. Y las noticias destruían todo vestigio de normalidad.
Las últimas informaciones oficiales hablaban de más de 50 muertos y unos 700 heridos, 20 en estado crítico. Las líneas de emergencia de la Scotland Yard no daban abasto. En las últimas 48 horas atendieron más de cien mil llamados de personas que trataban de verificar si sus seres queridos se encontraban en alguna fatídica lista de fallecidos o heridos. Familiares y amigos fatigaban hospitales, calles y periódicos en busca de un atisbo de esperanza. En las paredes aledañas a los focos de los atentados terroristas –King’s Cross, Tavistock Square, Edgware Road y Liverpool Street–, había fotos con nombre y título: “Missing”.
En los alrededores de Tavistock Square, una muchacha rubia, de unos 27 años, con la cara desahuciada por el agotamiento, contaba que su novio la había llamado poco antes de la explosión del autobús en la zona. Desde entonces no sabía nada de él. En King’s Cross, Rosie Cowan buscaba a su pareja, un vietnamita que por esas vueltas de la vida y el amor terminó en Londres después de un periplo que incluía Estados Unidos, un regreso a Vietnam y finalmente el Reino Unido. Los atentados no respetaron razas ni religiones. Uno de los testimonios más dramáticos fue el de una familia musulmana que enseñaba a las cámaras la foto de Shahara Islam, una muchacha de unos 25 años que trabajaba en un banco y que no había dado señales de vida desde el jueves. A última hora de la noche, una mujer que había recorrido Tavistock Square día y noche abrazó un magro jirón de esperanza cuando supo que su amiga del alma, Martine Wright, se encontraba entre las 20 personas en estado crítico.
El jefe de la Policía Metropolitana, Sir Ian Blair, pidió paciencia a la población y prometió que no descansarían hasta hallar los culpables. “No vamos a cejar hasta encontrar a los responsables de estos hechos atroces. Cada oficina, cada departamento de la policía metropolitana está buscándolos”, dijo Sir Ian Blair en una conferencia de prensa. El jefe de la Policía Metropolitana agregó que se habían hallado rastros de los explosivos y que todavía estaban buscando más pistas para determinar con precisión qué tipo se había utilizado. Las autoridades calculan que se trató de cargas explosivas de unos cinco kilos, transportables en pequeñas bolsas cargadas a la espalda, pero por el momento no pueden determinar mucho más que eso. Decenas de oficiales, enfundados en uniformes anaranjados, recogían desde pedazos de cristal infinitesimales hasta jirones de ropa o fragmentos de techo. La búsqueda de pistas se hacía especialmente difícil en los túneles de los subtes. En particular en uno de los más profundos de todo Londres, el que une la estación de King’s Cross y Russell Square, los equipos de rescate e investigación extremaban anoche el cuidado para impedir que hubiera un derrumbe. Otra de las fuentes de información que la policía considera cruciales son los circuitos de cámaras televisivas presentes en las estaciones. A esto se añade la información del público. Ayer trascendió que un especialista en computadoras que viajaba en el autobús de Tavistock Square vio cómo una persona se inclinaba repetidas veces para verificar algo que llevaba en una bolsa.
La lupa pública se extendía ayer a los servicios de seguridad británicos que en los últimos tiempos no han logrado acercarse a la famosa reputación de infalibilidad que lograron sus pares de celuloide con James Bond. Cuestionados por la ausencia de armas de destrucción masiva en Irak, luego de que un informe especial del Comité Conjunto de Inteligencia (JIC, según la sigla en inglés) las calificara como una amenaza inminente para el reino, los servicios no parecen salir tampoco bien parados de este atentado. Después de la reelección en mayo de Tony Blair como primer ministro, el JIC decidió bajar la calificación de peligro de la capital inglesa. Esta nueva calificación, que reducía la estimación de posibilidad de atentado de tercer grado (“severo general”) a cuarto (“sustancial”), no fue actualizada a pesar de que esta semana tomaría lugar la cumbre del G-8 en Escocia. Un experto en temas de seguridad dijo al vespertino Evening Standard que no se comprendía cómo habían llegado a esa decisión teniendo en cuenta que en la cumbre del G-8 en Italia, hace menos de cuatro años, Al Qaida había amenazado con envenenar el suministro de agua corriente.
Otro indicio de una pista posiblemente desperdiciada apareció con el recordatorio de que el sirio Omar Bakri, único gran predicador islamista en Londres que no se encuentra detenido, predecía hace 15 meses que una célula terrorista de nombre similar a la que se reivindicó los atentados del jueves en Londres se disponía a actuar en la capital británica. “Aquí, en Londres, hay un grupo muy bien organizado que se llama a sí mismo Al Qaida Europa”, dijo en abril de 2005 al diario portugués Público. Bakri no pudo ser localizado anoche para que comentara sobre sus dichos.
El miércoles toda la capital celebraba la adjudicación a Londres de los Juegos Olímpicos 2012. Anoche, los festejos parecían pertenecer a la inocente prehistoria de la ciudad.

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Sir Ian Blair, comisionado de la Policía Metropolitana, deja la escena del ómnibus destruido.
 
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