EL MUNDO

Niños en una explosión

 Por Por Patrick Cockburn*

Un coche bomba mató a alrededor de 32 personas e hirió a unas 67, mayormente niños, cuando el atacante suicida que lo conducía lo hizo explotar al lado de una patrulla norteamericana en el este de Bagdad. Los niños se amontonaban alrededor del auto estadounidense para recibir dulces que daban los soldados, cuando los atrapó la explosión.
Las mujeres gritaban con enojo y rabia y los familiares acongojados llenaban la calle del barrio pobre chiíta en Bagdad, llamado Al Jedidah, mientras recogían a los muertos y a los heridos. La bicicleta de un niño yacía tirada salpicada con sangre. Todo lo que quedaba del auto bomba era un bloque del motor ennegrecido.
La explosión fue tan poderosa que el fuego quemó a una casa cercana y dañó a otras dos. Los que se habían reunido alrededor de la camioneta blindada norteamericana no tenían ninguna posibilidad. La bomba también mató a un soldado estadounidense e hirió a tres.
“La mayoría son niños”, aseguró un policía que se refería a los muertos y heridos que fueron llevados al hospital cercano Kindi. “Los norteamericanos estaban repartiendo dulces en el momento del ataque.” Abu Musab al Zarqawi, el líder de Al Qaida en Irak, ha dejado en claro en declaraciones en Internet –aunque su autenticidad no pudo ser verificada– que ve a los iraquíes chiítas como renegados que merecen ser asesinados igual que los soldados norteamericanos. Los ataques a civiles chiítas y los asesinatos vengativos contra los árabes sunnitas iraquíes ha llevado al país al borde de una guerra sectaria.
Es probable que las fuerzas norteamericanas sean culpadas por los iraquíes por atraer a los niños tan cerca de los autos al repartir dulces. En septiembre pasado, 35 niños iraquíes fueron asesinados por bombas que explotaron cuando tropas norteamericanas repartían dulces en una ceremonia que celebraba la inauguración de una planta de desechos cloacales en el oeste de Bagdad.
Muchos iraquíes piensan que los frecuentes patrullajes de los militares norteamericanos no sirven. “Tengo miedo cuando los veo”, confesó Arias Kamel, un contador. “Trato de alejarme de los norteamericanos por los ataques que hay contra ellos y porque esos tipos son temerarios. Están preparados para abrir fuego sin razón alguna o porque ven un movimiento repentino.” La mayoría de los iraquíes adultos, a pie o en autos, se mantiene lo más distante posible de las patrullas norteamericanas, sin embargo, los niños son menos precavidos.
La matanza de los niños va a profundizar aún más el odio sectario en Bagdad. Los árabes sunnitas se ven a sí mismos como objetivos de los servicios de seguridad que están cada vez más dominados por los chiítas desde la victoria electoral de enero. Un clérigo sunnita acusó a los comandos policiales del Ministerio del Interior de torturar y ejecutar a 12 sunnitas y a un chiíta a los que habían detenido en el norte de Bagdad. Un alto oficial del Ministerio del Interior reconoció antes que 10 sunnitas se habían sofocado hasta morirse en los últimos días cuando los dejaron por horas en la parte trasera de las patrullas policiales con una temperatura de 45 grados. Dijo que los responsables serían llevados a la Justicia.
Maj Gen Hussein Kamal, la cabeza del departamento de inteligencia del Ministerio del Interior, declaró que los hombres habrían “muerto luego de que apagaron el motor del auto, apagando también el aire acondicionado”. En este contexto, el gobierno iraquí está discutiendo la retirada de tropas estadounidenses de algunas ciudades. Ibrahim al Jaafari, el primer ministro, aseguró: “Podemos comenzar con el retiro de fuerzas multilaterales de estas ciudades como un primer paso que impulse el establecimiento de una agenda para el proceso de retirada”. Pero dejó en claro que estaba hablando de ciudades en el lejano norte kurdo y elprofundo sur chiíta, donde nunca ha habido tanta resistencia. Contra los insurgentes todavía contará con las 135 mil tropas estadounidenses.
El gobierno está preocupado de que, sin el apoyo norteamericano, su propio ejército y su policía se derrumben ante el peso de un asalto insurgente. Menciona ocasiones en las que la policía huyó de sus comisarías y los soldados o se negaron a volar, o se volvieron a sus casas.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Laura Carpineta.

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Un niño herido, en el exterior de su casa destruida.
 
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