EL MUNDO

Mejor que invadir a Irak es quedarnos en Washington

Los principales generales norteamericanos están contra el proyecto de invadir a Irak porque dicen que ya están haciendo demasiado. Falta ver qué harán los halcones civiles del Pentágono.

Por Mathew Engel *
Desde Washington

Altos jefes militares norteamericanos habrían desechado tajantemente la idea de invadir Irak para derrocar a Saddam Hussein y han comenzado a ganar terreno en la tarea de persuadir a la Casa Blanca para que esa misión sea pospuesta, preferentemente de modo indefinido. El Estado Mayor Conjunto ha asegurado a la Casa Blanca que sus fuerzas podrían invadir exitosamente Irak –o cualquier otro lugar–, pero que la invasión está cargada de peligros, ya que sus recursos han sido disminuidos por la guerra de Afganistán.
Uno de los factores más alarmantes según los generales es la posibilidad de que sus soldados puedan ser llevados a pelear en luchas callejeras en Bagdad, sin el apoyo de la población local, lo que derivaría en numerosas bajas norteamericanas. Esto se relaciona con viejos temores de que Saddam pudiera utilizar ese momento para soltar armas biológicas o químicas. Su instintiva precaución ha sido reforzada por la “Operación Martillo Dominante”, un juego de guerra recientemente jugado por altos funcionarios y del que se han comenzado a filtrar algunos detalles. El ejercicio reveló que la escasez de equipos podría obstaculizar la operación y poner en peligro las vidas de ciudadanos norteamericanos e iraquíes.
Según los analistas, la Fuerza Aérea es la más alarmada de las armas porque está corta de aviones, pilotos entrenados y municiones; trascendió que un tercio de sus aviones de reabastecimiento están en reparación. Pero también hay preocupación sobre la capacidad de las fuerzas especiales, actualmente utilizadas en Filipinas y en Yemen, así como en Afganistán, para operar exitosamente en Irak al mismo tiempo, especialmente teniendo en mente la necesidad de los servicios de inteligencia de concentrarse en seguridad interna.
Se cree que los más altos generales del país –los jefes del Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea y marines– están de acuerdo en lo que dicen con el jefe de Estado Mayor Conjunto, Richard Myers, y su segundo, Peter Pace. El general Tommy Franks, quien, como líder del comando central del ejército, estaría a cargo de un invasión a Irak, ha dicho al presidente que una invasión para derrocar a Irak requeriría de al menos 200 mil soldados, un número que pondría en el límite a las fuerzas militares norteamericanas, dada la casi imposibilidad de montar una coalición internacional.
En la conferencia de prensa diaria del Pentágono ayer, el general Pace sonó de modo incierto. Dirigiéndose a su jefe, el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, le aseguró: “Su ejército está listo hoy mismo para ejecutar cualquier misión que el liderazgo civil de este país nos indique”. Pero agregó: “La realidad del problema es que cuanto más tiempo uno tiene para prepararse para este tipo de misión, sea lo que sea, más elegante podrá ser su solución”. El jefe de la Fuerza Aérea, el general John Jumper, fue más frontal: “Nunca estuvimos haciendo actividades de protección fuertes en casa y afuera al mismo tiempo. Estamos sobreextendidos en materia de fuerzas de seguridad”, dijo de acuerdo con el New York Times. “El pueblo iraquí odia a Saddam”, dice Judith Kipper, la experta sobre Irak del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, “pero culpan a Estados Unidos por sus problemas. A nadie le gusta que tropas extranjeras marchen por su país, y menos a los iraquíes”.
El costo de las ambiciones militares norteamericanas es cada vez más alto. Y, con las elecciones legislativas a sólo cinco meses, los analistas creen que una invasión es imposible antes del 2003, y que la Casa Blanca ya ha comenzado a buscar un modo de reconciliar su política declarada de “cambio de régimen” en Irak con la necesidad de retroceder de lo que cada vez más parece una posición insostenible.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Giselle Cohen.

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Donald Rumsfeld (der.), jefe del Pentágono y de los halcones, con el general Richard Myers.
 
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