EL MUNDO › ANTICIPAN UN GRAN TRIUNFO DE JACQUES CHIRAC ESTE DOMINGO

La derecha francesa es toda sonrisas

La desmoralización y crisis de liderazgo de la izquierda parecen un factor clave para el ascenso derechista en las legislativas.

 Por Eduardo Febbro

Francia regresa mañana a las urnas para terminar de elegir la Asamblea Nacional surgida en 1997 con la disolución anticipada decidida por el reelecto presidente francés Jacques Chirac. La consulta aparece como una mera formalidad para la derecha francesa que en la primera vuelta de las elecciones legislativas del pasado domingo puso fin a la hegemonía parlamentaria de la izquierda y, con ella, a los cinco años de cohabitación entre un presidente de derecha y un gobierno socialista. Todos los sondeos confirman lo que los electores dejaron bien claro el último domingo: la derecha debería obtener entre 384 y 414 escaños en la futura Asamblea Nacional, los socialistas contarían con una abanico que oscila entre 114 y 145, los comunistas con otro que va de 14 a 22 y los ecologistas con apenas 5. En contra de lo que se anunció en las últimas tres semanas, la extrema derecha del Frente Nacional no confirmó en las urnas legislativas el espectacular avance registrado en las dos vueltas de la consulta presidencial (18%). El Frente Nacional, que pensaba desempeñar el papel de aguafiestas provocando duelos triangulares derecha-izquierda-extrema derecha en no menos de 275 circunscripciones, apenas estará presente en nueve duelos. Los institutos de sondeos de opinión le predicen incluso una derrota más severa, en que los candidatos de Jean-Marie Le Pen ni siquiera pasarían a ocupar un escaño en la Asamblea.
A pesar del peligroso control de todos los mecanismos de la República que detenta el partido presidencial UMP, los electores siguen manifestando un mayoritario rechazo por la cohabitación. Una encuesta de opinión realizada por Ipsos revela que el 42% de los votantes anhela una victoria de la derecha contra un 37% de la izquierda. Si la segunda vuelta de este domingo corrobora los resultados de la primera, la UMP (Unión para la Mayoría Presidencial) reinaría sola en cada uno de los poderes de la República. El control es tanto más severo cuanto que el partido de Chirac ni siquiera necesita recurrir a sus “aliados” centristas para votar las leyes. Los electores parecen haberse olvidado de los repetidos escándalos ligados a la corrupción en los que la Justicia encontró las huellas de Jacques Chirac y de la plana mayor de su partido. La derecha sale ahora a la arena electoral segura de una victoria que se plasmó en las últimas dos semanas que precedieron las elecciones legislativas. Desarmados, despistados por la derrota, sin líder ni dinámica, los socialistas apuestan a movilizar a los abstencionistas de la primera vuelta (36%) para disminuir las pérdidas pronosticadas por los sondeos de opinión. El primer secretario del PS, François Hollande, llamó ayer a los militantes socialistas a “levantar barreras” frente a una derecha “llena de revancha” cuya victoria, dijo, es “sinónimo de espasmos sociales”. Pero ante esa derecha “que quiere todo sin dejarle nada a nadie” (Hollande), la izquierda carece de armas. El fin de la legislatura socialista coincide con la crisis que afecta al partido de la rosa desde que su principal líder y ex primer ministro, Lionel Jospin, quedó eliminado por el ultraderechista Jean-Marie Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. El único terreno donde la izquierda puede salvar las apariencias es París. En la capital francesa, sin dudas reforzada por la limpieza moral y política del intendente socialista Bertrand Delanoë, el PS y los demás candidatos socialistas pueden no sólo conservar las circunscripciones ganadas en 1997 sino también obtener dos o tres suplementarias. Para los analistas, este dato viene a probar los argumentos según los cuales los motivos de la derrota de los socialistas hay que buscarlos en las transformaciones de su electorado. De popular, modesto y periférico, la política de Jospin hizo que ese electorado sea hoy urbano, joven y, en la gran mayoría de los casos, adinerado. Fuera de París, el campo progresista tiene escasas posibilidades de sonar con la reconquista del poder. El secretario general del Partido Comunista francés, Robert Hue, abogó ayer por una “nueva dinámica” capaz de engendrar una “diversidad política” frente al “monolitismo” encarnado, según él, por la UMP. Pero esa dinámica nunca logró plasmarse. La caída de Jospin en las elecciones presidenciales tuvo efectos profundos entre los electores y tanto al PS, al PCF como a los ecologistas les faltó tiempo y un programa de recambio para convencer a los ya desmoralizados simpatizantes que el poder estaba al alcance de sus convicciones. Francia se apresta a pasar este domingo de la izquierda a la derecha sin que la izquierda haya hecho un mal gobierno y sin que la derecha pueda reivindicar honestamente algún logro concreto.

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El premier Jean-Pierre Raffarin sonríe confiado junto a Bernadette Chirac, esposa del presidente.
 
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