EL MUNDO › 90 IRAQUIES MURIERON EN EL DIA QUE SE RECORDABA EL ATAQUE QUE DISPARO LA VIOLENCIA

Un aniversario cubierto de sangre

Los sucesivos atentados de ayer en Bagdad dejaron decenas de muertos y heridos, mientras los chiítas conmemoraban el atentado de hace un año que destruyó la cúpula dorada del mausoleo de Al Aksari. Desde entonces, se ha incrementado la agresión entre la mayoría chiíta y la minoría sunnita, al punto de que se habla de una guerra sectaria.

 Por Kim Sengupta *

Las bombas que explotaron ayer en Bagdad mataron a 90 personas e hirieron a 190. Los atentados se produjeron mientras los chiítas conmemoraban el primer aniversario de la masacre en el mausoleo chiíta en Samarra, que desencadenó la violencia religiosa en todo Irak. Las explosiones sincronizadas en un mercado atestado ocurrieron el día que una corte cambió la sentencia al ex vicepresidente Taha Yassin Ramadan de cadena perpetua a la de muerte por su participación en la matanza en la ciudad chiíta de Dujail. La masacre de ayer fue el último ataque que causó muertes en gran escala desde que Estados Unidos anunció un “aumento” en Bagdad de más de 20.000 soldados adicionales.

Una densa nube de humo de cientos de metros de diámetro oscureció el brillante y soleado día en la capital iraquí, pasado el mediodía. Las bombas estallaron con pocos minutos de diferencia, la primera en un barrio comercial y las otras dos en el mercado de Shurya, el mercado mayorista más grande de la ciudad. Más de 80 automóviles y los edificios de alrededor se incendiaron. Poco después un terrorista suicida en otro mercado, el Bab al Sharji, en un área mixta del centro de la ciudad, mató a otras cinco personas. Las explosiones tuvieron lugar mientras los funcionarios del gobierno, incluyendo al primer ministro, Nouri Al Maliki, participaban de una silenciosa ceremonia en memoria del atentado en Samarra en febrero pasado. Aquella explosión destruyó la cúpula dorada del mausoleo de Al Aksari y gatilló la escalada de ataques sectarios que continuaron sin disminuir desde entonces. El domingo, Maliki insistió en que las medidas de seguridad, en el marco del nuevo plan de las fuerzas de Estados Unidos y del gobierno, estaban actuando antes de lo previsto.

Pero en el lugar de los ataques, entre los cuerpos entremezclados en las calles y los incendios virulentos, había muchas protestas contra Al Maliki y su administración. “Dicen grandes palabras, pero ¿qué nos queda a nosotros? –lloraba una anciana–. Nos matan a nuestros hijos, destruyen la ciudad”. Otros gritaban “¿Donde está el gobierno?” y “¿Donde está el plan de seguridad?” Otro sobreviviente, Wathiq Ibrahim, dijo: “Vi gente destrozada. Los paramédicos están levantando pedazos de cuerpos ensangrentados del suelo y los ponen en bolsas plásticas. El humo ennegreció todo”.

El brigadier Abdul Karim Khalaf, jefe de operaciones del Ministerio del Interior, dijo que la policía había arrestado a tres sospechosos –un iraquí y dos extranjeros–. Dijo que hubo tres autos bomba plantados en lugares opuestos del mercado. Los ataques fueron planeados por una nueva célula militante en el área, añadió. Pidiéndoles a los compañeros chiítas que mostraran moderación, el Gran Ayatolá Al Sistani, el líder espiritual de la comunidad, dijo: “La explosión del santuario empujó a este país hacia una violencia ciega en la que murieron decenas de miles de gente inocente. Nadie, salvo Alá, sabe cuándo terminará esta tragedia. Les pedimos a todos los verdaderos creyentes que expresen sus emociones, pero también que sean cautos y disciplinados y no hagan nada que hiera a nuestros hermanos los sunnitas, ya que no son responsable de este crimen horrible”.

El Gran Ayatolá Sistani, sin embargo, está cada vez más marginado ya que tras las bombas sunnitas los escuadrones de la muerte chiítas llevan a cabo secuestros y asesinatos. El ejército miliciano Mahdi, del clérigo radical Moqtada al Sadr, ha sido culpado por gran parte de la violencia chiíta y sus combatientes están entre los principales blancos en la proyectada ofensiva estadounidense. El viceministro de Salud, Hakim Abbas al Zamili, una figura clave en el grupo de Sadr en el Parlamento, fue arrestado la semana pasada y acusado de usar ambulancias para el transporte de armas.

Mientras tanto, después de que su sentencia de cadena perpetua fuera cambiada por una de muerte, el ex vicepresidente Ramadan gritó: “¡Juro por Dios que soy inocente, Alá me apoya y se vengará de todos aquellos que me han tratado injustamente! (ver recuadro) “ Human Rights Watch y el Centro Internacional de Justicia Transicional emitieron una declaración conjunta ayer, diciendo que la evidencia presentada contra Ramadan estaba viciada. “El tribunal encontró a Ramadan culpable sin que hubiera evidencia que lo vinculara a los horribles crímenes cometidos en Dujail”, dijo Richard Dicker, director de Programa Internacional de Justicia en Human Rights Watch. “Ramadan fue sentenciado en un juicio injusto y aumentar su castigo de cadena perpetua a muerte huele a venganza”. Saddam Hussein, su medio hermano y ex jefe de inteligencia Barzan Ibrahim y Awad Hamed al Bandar, ex jefe de la Corte Revolucionaria de Irak, ya han sido colgados después de haber sido sentenciados por la masacre de Dujail.

El canciller alemán, Frank-Walter Steinmeler, dijo que hay dos alemanes desaparecidos en Irak y pueden haber sido secuestrados. “No podemos descartar que hayan sido secuestrados”, les dijo a los periodistas a la llegada a la reunión de los ministros de exterior de la Unión Europea. “Por supuesto estamos haciendo todo para que los dos nacionales alemanes regresen sanos y salvos a sus familias”, añadió.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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“Dicen grandes palabras, pero ¿qué nos queda a nosotros?”, lloraba una anciana al ver los cadáveres entremezclados en las calles.
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