EL MUNDO › OPINION

Rosas y granadas

 Por Robert Fisk *

Donde estalló la bomba entregaban rosas blancas. El 14 de febrero de 2005, el ex primer ministro Rafiq Hariri murió allí y el cráter de siete metros dejado por la bomba permanece desde entonces como una cicatriz en la superficie de la historia de Beirut. Pero ayer, cuando los libaneses se enteraron que realmente habría un tribunal de la ONU para condenar a los asesinos, el cráter –del cual los amigos de Siria en los servicios de seguridad removieron evidencia de vital importancia– estaba relleno y el camino alisado y jóvenes en remeras con la cara de Hariri impresa entregaban flores a los motoristas. Hariri sonreía en el estampado de la remera.

Pero, ¿tendría mucho para celebrar ayer? Es verdad, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas invocó el Capítulo 7 del estatuto de la ONU para crear un tribunal especial internacional para juzgar a los sospechosos del asesinato de Hariri, pero el mismo hecho que el gobierno libanés no pueda pedir formalmente un tribunal habla de su propia impotencia. Con la renuncia de sus ministros chiítas, la oposición de Hezbolá al gobierno descarta todo el asunto como una farsa y acusa a la ONU de interferir en los asuntos soberanos del Estado del Líbano. Siria, cuyo aparato de seguridad sigue siendo el principal sospechoso, se ríe tranquilamente detrás de la frontera. ¿Habrá que pagar un precio por este tribunal? Probablemente.

Claramente, George W. Bush estará encantado porque hace mucho que lo tiene al presidente Bashar al Assad de Siria en la mira. No hace tanto, recibiendo a visitantes libaneses en la Casa Blanca –y esta es una cita 100 por ciento exacta de la propia fuente– Bush anunció que iba “a colgar a Bashar de las pelotas”. El problema, por supuesto, es que Bush no está en posición de hacer esto. En realidad, es el ejército de los insurgentes iraquíes que parecen tener a Washington por las pelotas y es Bush el que puede necesitar la ayuda del presidente Assad para aliviar esta terrible presión. Porque Siria e Irán son los dos países que Estados Unidos necesita para retirarse de Irak.

De manera que el Líbano puede ser traicionado nuevamente. Por cierto, el gobierno del primer ministro Fouad Siniora en el Líbano tiene menos importancia que las vidas de los soldados estadounidenses en Irak. Y la alineación de la ONU el miércoles a la noche fue igual de interesante. Qatar y Sudáfrica se abstuvieron del voto de la ONU, principalmente porque tienen sustanciosos intereses comerciales en Siria. Los rusos y los chinos saben muy bien lo frágil que es la situación política y militar en el Líbano; los chinos tienen una unidad en la fuerza de la ONU en el sur del país, un ejército de fuerzas de paz que cada vez depende más de la milicia Hezbolá para la protección. Con las batallas que continúan alrededor del campo palestino de Nahr al Bared en el norte del país, el Líbano se dirige cada vez más peligrosamente hacia el tipo de precipicio del que siempre han advertido los políticos. En realidad, la nación del Líbano es ahora un estado de salón, tan delicado que el tribunal Hariri –de tanta importancia después del asesinato de 2005– ahora parece casi irrelevante.

Saad, el hijo de Hariri, describió la creación del tribunal como “una gran victoria para todo el Líbano” y visitó la tumba de su padre en el centro de Beirut después de las noticias de Nueva York. Sin embargo, todavía no sabemos dónde sesionará el tribunal, cuántos jueces tendrá o de qué poderes estará investido. Los petardos se escuchaban en Beirut, mientras que los partidarios de Hariri celebraban, pero alguien tiró una granada de mano cerca de la iglesia en la Galería Semaan el miércoles a la noche. Y en el calor del principio del verano en Beirut, la rosas siempre se marchitan.

* De The Independent de Gran Bretaña, desde Beirut. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère

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