EL MUNDO › ESCENARIO

El show del año

 Por Santiago O’Donnell

Continúan las elecciones primarias en Estados Unidos. ¿Interesa? Con todo lo que está pasando en la región, no sólo con los rehenes y todo eso, sino también con la crisis boliviana, las elecciones paraguayas, los problemas de Bachelet, el Banco del Sur, el petróleo encontrado en Brasil y una larga lista de etcéteras, Estados Unidos parece extrañamente ausente. Por eso cuesta conectar las elecciones primarias en ese país con lo que pasa en América latina.

En el tema de los rehenes Estados Unidos ha mantenido el bajo perfil que ha caracterizado su presencia en la región desde el atentado de las Torres Gemelas en el 2001, y mucho más después del fracaso del proyecto del ALCA fogoneado desde Washington, en la Cumbre de Mar del Plata en el 2005. Pero esto no quiere decir que Estados Unidos no haya jugado. Lo hizo, aunque de manera ambigua.

Desde el punto de vista de las negociaciones, Estados Unidos parece apoyar la gestión de Hugo Chávez y de la senadora colombiana Piedad Córdoba. Las FARC retienen a tres rehenes norteamericanos. El año pasado el Departamento de Estados Unidos permitió que la senadora viajara a ese país y que entrevistara a dos líderes de las FARC presos que entrarán en el canje por los rehenes norteamericanos. Córdoba confió a este cronista que además, a pedido suyo, el Departamento de Justicia logró la postergación de la sentencia de los líderes guerrilleros para facilitar la negociación, algo que sólo se obtiene con la intervención del primer nivel del gobierno.

Es por eso que no resulta sorprendente que Chávez y Córdoba hayan excluido al bueno de Bush, que siempre es un blanco fácil de sus críticas en el tema de los rehenes. En cambio Chávez y Córdoba han descargado munición gruesa en contra del presidente colombiano Alvaro Uribe, a quien acusaron una y otra vez de querer boicotear el canje humanitario.

Antes de meterse de lleno en la negociación por los rehenes, el presidente francés Nicolas Sarkozy visitó a su colega norteamericano y obtuvo el visto bueno para avanzar en la mediación. Bush debe saber que pagó un precio político por acceder al pedido del francés. Primero, el guiño a Sarkozy hizo que Estados Unidos dependa de Chávez para coronar con éxito su estrategia. Segundo, la intervención de Sarkozy implica una presencia política casi sin precedentes de Francia, Europa, en una región que Washington considera bajo su esfera de influencia casi exclusiva, desde la Doctrina Monroe a esta parte.

Pero la diplomacia de Bush en la región ya no era la misma de los primeros años de su gobierno. En julio del 2005, Thomas Shannon, un diplomático de carrera con experiencia en Venezuela y Sudáfrica, reemplazó en la Subsecretaría de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado al recordado Otto Reich. Durante el gobierno de Reagan, desde la Secretaría de Diplomacia Pública del Departamento de Estado a su cargo, Reich había coordinado la campaña de propaganda de la CIA para deslegitimar el gobierno de la revolución sandinista, y para apoyar a la contra, según informes del Comptroller General, el General Accounting Office y del comité del Congreso que investigó el escándalo Irán-Contras.

Desde un primer momento Tom Shannon buscó diferenciarse de Reich y de su predecesor, el anticastrista furioso Roger Noriega, ex jefe de gabinete del archiconservador senador de Carolina del Norte y coautor de la ley del embargo a Cuba, Jesse Helms. Entonces Shannon buscó bajarle los decibeles a la disputa con Chávez y los voceros del Departamento de Estado dejaron de contestar los discursos y apariciones televisivas del venezolano, en las que siempre se acordaba de Bush.

Cuando Sarkozy llevó a Washington el tema de los rehenes, para la nueva línea del Departamento de Estado (Condi Rice, Nick Burns, Tom Shannon) la ecuación cerró. Era la oportunidad de salvar a tres rehenes estadounidenses sin violar la ley norteamericana, que impide pagar rescates, más la posibilidad de avanzar en un tema difícil sin exponer demasiado a Bush, más la posibilidad de abrir un canal de diálogo con Caracas, más la posibilidad de acercarse aún más a Sarkozy, para poder empezar a dar vuelta la imagen del presidente norteamericano en Europa de la mano de su colega y amigo francés. Con esos argumentos lograron convencer a Bush.

Para Sarkozy las cuentas también cerraban: con el guiño de Bush tenía la posibilidad de avanzar con su diplomacia de alto impacto y proyectar su imagen de derechista duro pero pragmático y resolutivo y revivir el orgullo nacional de ver, a Francia jugando otra vez en primera. El Presidente francés sabía que el tema de Ingrid Betancourt y los rehenes había prendido en la opinión pública francesa desde que su antecesor Jaques Chirac mandó un comando especial a la selva que se volvió con la manos vacías.

La sociedad Chávez y Sarkozy empezó a rendir frutos en junio del año pasado, cuando obtuvieron la liberación incondicional de Rodrigo Granda, el llamado canciller de las FARC, montándose en una maniobra de Uribe para aparentar que había liberado a un grupo de guerrilleros como gesto unilateral, cuando en realidad esos guerrilleros habían aceptado pasarse de bando y nunca regresarían a las FARC. Granda es un hombre clave porque maneja los contactos externos de una organización rural, con delegados y representantes en algunas ciudades, pero con líderes combatientes que casi no han tenido contacto con el mundo exterior en décadas.

La liberación de tres rehenes, después de seis años de fracasos, demuestra que la apertura al mundo iniciada con la liberación Granda ha llevado a las FARC a variar su estrategia, hacer oídos sordos a la presión internacional. El interés de Brasil, empujado a su vez por fuerte apuesta de Argentina, consolida esta tendencia. Las FARC parecen haber aprendido que este camino de diálogo debilita a Uribe más que la retención eterna de cautivos. Shannon y los suyos parecieron acompañar estos cambios en silencio.

Pero hete aquí la paradoja. Estados Unidos se mantiene como aliado incondicional de Uribe, no sólo de palabra. Colombia es el tercer receptor de ayuda militar directa de Washington, detrás de Israel y Egipto, con picos de más de 800 millones de dólares por año. Y en el caso puntual de los rehenes, sus voceros han sido enfáticos en el apoyo a la decisión de Uribe de no facilitar una zona de despeje para llevar adelante las negociaciones, tal como reclama la guerrilla. Y las FARC nunca olvidaron mencionar este rol de Estados Unidos en los cinco comunicados que emitió desde el comienzo de la Operación Emanuel.

Mientras tanto, empujado por el armamento y el entrenamiento que llega desde Washington, Uribe no da tregua ni respiro a los guerrilleros, los enfrentamientos se suceden y la población civil debe soportar una guerra que lleva décadas de empate entre el dominio territorial de los insurgentes y la superioridad militar del ejército colombiano.

Chávez avanzó sobre esta contradicción de Bush, que permite la mediación pero manda armamentos para bombardearla, al pedir que retire a las FARC de su lista de organizaciones terroristas, algo que no parece estar en el ánimo de la Casa Blanca.

La ambigüedad de Washington en el tema de los rehenes no parece producto de una estrategia deliberada, trazada en paper de think tank, discutida en el gabinete y finalmente aprobada por Orden Ejecutiva, como suele suceder cuando el tema es prioritario. Más bien, parece producto de la inercia que ha adquirido la relación entre Washington y América latina, por la que el gobierno de Bush busca solucionar conflictos con la mínima inversión de recursos, y de la manera más rápida y pragmática que sea posible. En estos días, la política exterior de Estado Unidos se concentra casi exclusivamente en la Guerra contra el Terrorismo.

La última vez que algo así sucedió con la diplomacia de Washington fue durante la Guerra Fría en los años ’50 y ’60. Pero durante la Guerra Fría, de acuerdo con la Teoría del Dominó que imperaba en esa época, América latina jugaba un rol muy importante porque era el penúltimo dominó, el más cercano a la frontera estadounidense. Ahora no. En la Guerra contra el Terrorismo, ningún continente es menos importante que América latina.

Esto no quiere decir que la burocracia académica y gubernamental de Washington dedicada a las relaciones con América latina hayan dejado de existir o estén inactivas. Sólo que casi nadie la escucha.

Menos ahora, que arrancó el gran show de año de los norteamericanos, el espectáculo de las elecciones primarias, con gran despliegue de expertos, entrevistas en vivo, cuadros estadísticos, candidatos que ríen, candidatos que lloran, candidatos viejos, candidatos jóvenes, candidatos negros, latinos, mormones, mujeres y héroes de Vietnam, con discursos cortos y cargados de emoción que dicen lo mismo de mil maneras distintas. Los norteamericanos se enganchan con el espectáculo, sobre todo con las carreras de caballos.

En la carrera demócrata Hillary arrancó en punta, después la pasó Obama, después volvió a pasarlo Hillary, con Edwards tercero a varios cuerpos, ya casi fuera de carrera, y un grupito de rezagados varios cuerpos más atrás. La carrera republicana partió con Giuliani y Romney cabeza a cabeza, después se cayó Romney y surgió McCain para sacarle un pescuezo a Giuliani, mientras Huckabee arrancó cerca de los punteros pero no parece tener aire para pelear hasta el final, Roberts se mancó y los demás no figuran en los premios. Falta dar vuelta al codo el Súper Martes del cinco de febrero y después la recta final, con un rosario de elecciones que se estira hasta junio, donde es muy difícil ganar de arremetida.

Pero las primarias no son sólo deporte. Culminan con la elección de los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, y esas decisiones tienen impacto en cada rincón del planeta.

Grosso modo podríamos decir que un gobierno republicano acentuaría el aislacionismo de Estados Unidos y mantendría la política de ausentarse de la región, salvo en el tema de los inmigrantes. Y en ese tema, salvo McCain –y casi le cuesta la elección– los candidatos republicanos básicamente quieren cerrar las fronteras.

Entre los demócratas Hillary tiene una historia con la Argentina, con las Madres, con las Abuelas y con Cristina Kirchner, Fue clave en apurar la apertura de los archivos norteamericanos sobre las dictaduras argentina y chilena, una promesa que les había hecho a los organismos de derechos humanos durante su visita a la Argentina siendo primera dama. Obama nació en Kenia y vivió su niñez Indonesia, donde recibió una educación musulmana. Tiene una mirada internacionalista pero seguramente priorizará las regiones que mejor conoce.

Lo que pasa es que desde acá el show de las primarias palidece en comparación con el drama de Emmanuel, Clara Rojas, Consuelo González y el fascinante ajedrez y político de Chávez y Uribe.

Esta vez, América latina sintonizó otro canal.

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