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Hamid Karzai

El hombre de Washington

Sus críticos lo consideran una marioneta de Estados Unidos. Sus seguidores, el único hombre capaz de forjar los acuerdos necesarios para gobernar Afganistán. Ungido como presidente de su país por una asamblea tribal celebrada en Alemania dos meses después de la invasión estadounidense en el 2001, Hamid Karzai fue ratificado en su cargo en las elecciones del 2004, las primeras en realizarse desde la toma del poder por parte de los talibán en 1996. Hoy va por la reelección y es el gran favorito.

Con 52 años y de origen pashtún, Karzai participó de la resistencia contra la invasión soviética entre 1979 y 1989. Luego, en la inestable posguerra civil afgana, formó parte en 1991 del gobierno encabezado por Burhanudin Rabbani. Con la llegada de los talibán al poder, el ahora presidente y candidato tuvo que exiliarse en Francia, donde, además de criticar al régimen islámico de Kabul, hizo fundamentalmente dos cosas: hacer contactos en el mundo político occidental y aprender la lógica de las multinacionales trabajando para la petrolera estadounidense Unlocal. La oposición le reprocha beneficiar en exceso a su propia etnia pashtún, dada su condición de mayoritaria en el país asiático; a su vez, se lo acusa de volcar buena parte de los recursos estatales para su campaña electoral y, últimamente, diversos organismos de derechos humanos occidentales lo denuestan por pactar alianzas con los influyentes señores de la guerra afganos a cambio de paz y votos.

Karzai, en efecto, sabe trabar alianzas por todo el territorio. Mohamed Kazim, líder regional de la Alianza Norte y opositor hasta hace algunos meses, hoy es su candidato a vicepresidente. Además, el mandatario anunció durante su campaña que promoverá un proceso de reconciliación con los talibán y que convocará una Loya Jirga o asamblea tribal, para negociar un “nuevo acuerdo” con las tropas extranjeras. “El huésped y el anfitrión deberían tener en claro quién es el huésped y quién el anfitrión”, afirmó.

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Abdulá Abdulá

Takiya y pashtún

Durante los años ochenta, luchó contra la invasión soviética desde las montañas junto al héroe nacional afgano Ahmed Masud, comandante de la Alianza del Norte asesinado por los talibán dos días antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Más tarde, tras la invasión de Estados Unidos, la huida de los talibán de Kabul y el nombramiento de Hamid Karzai como presidente, fue jefe de la diplomacia afgana entre el 2001 y el 2006. Hoy, Abdulá Abdulá, oftalmólogo de profesión, es el único de los cuarenta aspirantes a la presidencia que tiene posibilidades de disputarle la reelección a Karzai.

“Este país desperdició las enormes oportunidades que se le ofrecieron desde el 2001, cuando empezaron a fluir los miles de millones de dólares de ayuda internacional. La seguridad se deteriora, la situación política es caótica, los problemas de la gente no son tratados como debieran serlo”, asegura Abdulá. “Karzai transformó una ocasión de oro en un desastre. No hay ninguna razón para darle cinco años más”, proclama el candidato en cada provincia que visita. Y, según las encuestas, los afganos que lo elegirán en las urnas son cada vez más: de un 10 por ciento que tenía hace dos meses, hoy su intención de voto es de un 26 por ciento, lejos del 44 por ciento de Karzai que, sin embargo, no llega al 51 por ciento, por lo que podría haber segunda vuelta.

Nacido en 1960 en Kandahar de madre tayika y padre pashtún, Abdulá cuenta con que su doble pertenencia étnica le reporte votos desde ambos grupos. Entre sus propuestas figura la idea de modificar la Constitución para cambiar un sistema político, que él considera extremadamente centralizado, y crear los cargos de primer ministro y de dirigentes de las provincias, para representar mejor a la diversidad étnica de la población y alentar una mayor participación política.

“Afganistán ciertamente necesita un cambio. Se trata de elegir entre una situación en la que Afganistán se hunde lentamente en la desesperación y una situación en que la gente tenga de nuevo esperanza”, explica.