EL MUNDO › COMO ES LA NUEVA BOMBA QUE DEJARA BAGDAD A OSCURAS

El rayo artificial del Pentágono

Por Pablo X. De Sandoval *
Desde Madrid

De producirse una guerra, el primer objetivo del ejército norteamericano en Irak no será destruir las baterías antiaéreas, ni los depósitos de combustible, ni las carreteras de salida de Bagdad o los palacios presidenciales de Saddam Hussein. El primer objetivo es devolver al país al siglo pasado, si eso es posible en Irak. Una “e-bomba”, o bomba eléctrica, lanzada con un proyectil convencional, deberá supuestamente crear un campo electromagnético a su alrededor capaz de anular desde la antena de televisión de Saddam hasta los sistemas de lanzamiento de misiles. Irak se sumirá en un gran apagón silencioso. Los vehículos no volverán a arrancar. Las posiciones iraquíes recibirán a las tropas de EE.UU. aisladas, sin radio, sin teléfono y a oscuras.
Ninguna fuente desde el Pentágono ha confirmado siquiera su existencia. Sin embargo, de forma oficiosa está en todos los escenarios de guerra que expertos y analistas llevan proyectando sobre Irak desde finales del año pasado. La HPM (siglas de High-Power Microwave o microondas de alta potencia) es el arma no oficial más conocida de EE.UU. Su uso, de cumplir las expectativas, dejaría de rodillas muchas de las defensas de Irak sin producir una sola víctima mortal ni dañar una sola casa. Pocos detalles se conocen del programa HPM. El funcionamiento de la bomba electrónica viene a ser como el de un rayo provocado. La carga puede ir dentro de un misil convencional, tipo Tomahawk. Una pequeña explosión dispara un impulso eléctrico que se transmite a una bobina de cobre cerrada. Al reventar tras el impacto, ese impulso eléctrico se extiende creando un campo electromagnético. La energía generada (se calcula en 2000 millones de watios) puede freír cualquier aparato eléctrico en cientos de metros a la redonda dependiendo de la carga. Viene a ser como si cayera un rayo cerca y se funden todos los aparatos de una casa.
Una bomba eléctrica de 900 kilogramos cubriría un radio de 200 metros, 126.000 metros cuadrados. Una bomba guiada de precisión del mismo tamaño sólo destruye un área de unos 35 metros de radio. Uno de los pocos y raros documentos oficiales de acceso público sobre las HPM es un informe de Eileen Walling, coronel de la fuerza aérea norteamericana, titulado “Microondas de Alta Potencia: Implicaciones estratégicas y operativas para una guerra”, y fechado en 2000. En él, la coronel de la base aérea de Maxwell (Alabama) informaba que, tras años de pruebas, la e-bomba estaba “lista para pasar a formar parte de las armas activas del ejército de EE.UU.”.
La coronel Walling definía como primera aplicación operativa en un escenario de guerra la capacidad para anular las defensas antiaéreas del enemigo. Entre las ventajas de las microondas, destaca la falta de precisión de estas armas: “Un arma de microondas puede atacar varios objetivos a la vez. Por ejemplo, mientras el objetivo principal puede ser un camión de comunicaciones enemigo, un misil tierra-aire que pasara por el cono de la huella del arma también se vería afectado”. En aquel informe se advertía, sin embargo, que aún no estaba estudiado si la tecnología HPM violaba la legislación internacional.
EE.UU. ya ha tratado en otras ocasiones de mermar la capacidad del enemigo destruyendo su red eléctrica. En la anterior Guerra del Golfo o la más reciente de Kosovo se provocaron cortocircuitos en las redes. Pero su efecto era menor y menos permanente que el que anuncia la HPM. Aquello era más bien tecnología para el sabotaje de equipos. Esto viene a ser una tormenta eléctrica que no distingue una tostadora de un misil. Walling destacaba también que las HPM “no requieren conocer con detalle la tecnología enemiga”, y sus efectos continúan “incluso cuando los equipos enemigos están apagados”.
Un oficial norteamericano citado por The Wall Street Journal advertía de los riesgos que la bomba electrónica podía suponer para su propio ejército. Otros riesgos son el daño a equipos fundamentales para la supervivencia, como puede ser la energía de un hospital o sus máquinas. La reparación puede requerir semanas de estudios por parte de ingenieros eléctricos hasta encontrar las partes dañadas. También se ha señalado que el HPM podría inutilizar la instrumentación del mismo avión que esté bombardeando.
A finales de los años 50, las pruebas de este tipo de armas en el atolón Johnson, en el Océano Pacífico, provocaron un apagón en el alumbrado público de Hawai y las interferencias se notaron hasta en Australia.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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