EL MUNDO › ESPECULACIóN POR LAS RAZONES DE LA RENUNCIA Y LA ETAPA QUE SE ABRE

Todo es una incógnita en Roma

Hay quienes afirman que el escándalo de Vatileaks y los abusos sexuales de religiosos a menores mellaron el poder de Ratzinger. En esta nueva fase, también se está hablando de un retorno del poder pontificio a Italia, después de dos papas de otros países.

 Por Elena Llorente

Desde Roma

“Me sentí aterrorizada, me temblaban las piernas cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo”, contó en declaraciones a Página/12 la periodista Giovanna Chirri, de la agencia italiana ANSA, que hizo un scoop mundial cuando, gracias a sus conocimientos de latín, descubrió que Benedicto XVI estaba anunciando que se retiraba. “La noticia la dio el Papa, yo sólo la transmití”, dijo la vaticanista que confiesa haber estudiado latín sólo en la escuela secundaria.

El lunes, desde su cubículo-oficina en la sala de prensa, estaba viendo la transmisión en vivo que hacía la televisión vaticana del consistorio, donde varios cardenales se habían reunido para hablar sobre algunas canonizaciones. El Papa estaba hablando y concluyendo el encuentro cuando dijo en latín algo así como “Queridos hermanos, les tengo que decir algo muy importante que puede cambiar el rumbo de la Iglesia”. “Y más adelante capté dos palabras que a mi manera de entender querían decir que abandonaba. Traté de confirmar la información llamando a varias personas pero no encontré a nadie. Cuando poco después escuché al secretario de Estado cardenal Tarcisio Bertone decir en italiano que las palabras del Papa habían sido para él como ‘un relámpago en un cielo sereno’, es decir algo completamente inesperado, me decidí a transmitir la noticia a mi jefa y ella la difundió al mundo”, contó.

En efecto, la noticia fue una verdadera bomba y, según la vaticanista, que tiene una larga experiencia cubriendo la información de la Santa Sede, nadie sabía antes de esa decisión. “Hasta el lunes, yo creo que lo sabían él y su confesor, nada más”, aunque algunos hayan dicho lo contrario, comentó.

A dos días del anuncio, muchas cosas quedan por aclarar. No sólo para los fieles que se preguntan todavía cuál es la verdadera razón de la renuncia y si las intrigas existentes en el Vaticano, incluidas las historias del llamado Vatileaks y los juicios y la vergüenza de los abusos sexuales de parte de miembros de la Iglesia, pueden haber mellado la resistencia del Pontífice.

También para los cardenales quedan muchas cosas por aclarar. Y en ese sentido están tratando de ponerse de acuerdo, por ejemplo, sobre cómo actuar del 28 de febrero –día anunciado de la renuncia papal– en adelante. Cómo deberá ser nombrado Benedicto XVI, qué títulos podrá conservar –es cardenal pero también, en tanto papa, era obispo de Roma– qué hacer con sus posesiones pontificias como su tiara o el anillo papal. “El Papa podría ser llamado obispo honorario de Roma y aunque es, en tanto papa, el jefe del colegio cardenalicio, no podrá participar del cónclave”, aclaró el portavoz vaticano padre Federico Lombardi.

A dos días del anuncio, además, cientos de periodistas de todo el mundo han llegado a Roma invadiendo las calles aledañas a la Plaza San Pedro y prácticamente se ha abierto la lotería sobre los candidatos. Son todas suposiciones, insisten en el Vaticano. Hay quienes hablan de un retorno del poder pontificio a Italia, dado que los cardenales italianos son numerosos en el Colegio Cardenalicio y, sobre todo, después de dos papas de otros países, el alemán Benedicto XVI y el polaco Juan Pablo II. Hay otros que se consideran “papables” desde el vamos, como al parecer sería el caso del cardenal argentino Jorge Bergoglio, quien fue uno de los que le disputó el cetro a Josef Ratzinger en el cónclave de 2005.

Lo que parece difícil –aunque no imposible porque el juego está abierto– es que el nuevo papa pueda surgir de las filas progresistas de la Iglesia, como en cambio quisieran algunos exponentes latinoamericanos de la Teología de la Liberación con quien Ratzinger tuvo muy mala relación. Bajo el pontificado de Juan Pablo I –un hombre que venía de un país comunista como Polonia y que había desarrollado una profunda antipatía por todo lo que tuviera que ver con el marxismo– se llegó a perseguir y “condenar” a esa nueva concepción de la Iglesia nacida en Latinoamérica y a uno de sus principales ideólogos, el franciscano brasileño Leonardo Boff, acusándolos de contaminación con el marxismo. Fue la Congregación para la Doctrina de la Fe –ex Santo Oficio, ex Santa Inquisición–, máxima autoridad del Vaticano en materia de fe, la encargada de esa tarea y al frente de ella estaba el cardenal Ratzinger. El proceso contra Boff se realizó en Roma en 1985. El teólogo fue prácticamente condenado al silencio. Boff abandonó los hábitos tiempo después.

Pero de lo que hablan algunos diarios italianos es de que, presentando la renuncia, el pontífice de hecho ha puesto fin a una guerra de poderes dentro de la curia, que en parte salió a relucir con el Vatileaks, que oponía entre otros al cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone, considerado un religioso “de centro” y al cardenal Camilo Ruini, conocido como un conservador. Ruini fue jefe de la conferencia episcopal italiana hasta 2007. Bertone, que llegó al cargo con el papado de Benedicto XVI, perderá su puesto de poder, el número dos del Vaticano.

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“El Papa, aunque es el jefe del Colegio Cardenalicio, no podrá participar del cónclave”, aclaró el portavoz Lombardi.
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