EL MUNDO › OPINION

Elogio de la manifestación

Por José Vidal Beneyto

La democracia está muriendo de nuestra desidia. Su revitalización pasa por su ejercicio, cuya forma más a la mano es la participación. Pues para acabar con el desprestigio de la política, para salir de la atonía ciudadana, lo primero es recuperar el interés por la cosa pública. Y hacerlo efectivo. El tema es viejo.
Robert Agger (1956) en el ámbito local, Angus Campbell (1954, 1960 y 1962), Seymour Lipset (1960), Jean Meynaud (1961) y sobre todo Lester Milbrath (Political Participation, Rand McNally 1965) se ocupan de la actividad política y de la implicación de la gente en ella. Sitúan a lo largo del eje pasividad-actividad las distintas prácticas participativas y que las hacen funcionar como indicadores según la intensidad de la implicación: el voto está en el nivel medio inferior, la presencia en mitines y manifestaciones en el medio superior. Milbrath la incluye en el conjunto de acciones que designa como actividades gladiadoras cuyos actores son los profesionales de la política y los ciudadanos más comprometidos con los temas de la comunidad. Hoy, cuando todos los índices de participación son tan preocupantes –incluyendo la abstención, cuyo aumento es constante en todas partes– la descalificación de la manifestación es políticamente lamentable. Como lo es el propósito, sólo disuasivo para los manifestantes pacíficos, de las amedrentadoras medidas de seguridad –la Armada con sus patrulleras y su corbeta, el Ejército del Aire con los Cóndor F18 y los C101 en el aeropuerto de El Prat, el avión AWAC de la OTAN, una fuerza policial de cerca de 9.000 agentes, con un contingente notable de fuerzas armadas, barreras de cemento y hierro, controles múltiples, etc.– que en cambio son percibidas como un reto para los grupos violentos y más aún para los profesionales del terrorismo.
Pues cuando los enemigos de los valores democráticos y de su profundización monten sus provocaciones, desde el radicalismo del terror o desde el revanchismo fascista –en Génova con éxito pero en Porto Alegre con un fracaso total– se apoyarán en los inevitables fallos de ese dispositivo de control y en la incitación reactiva y legitimadora a la que lleva.
La manifestación del jueves con su paso ordenado y sus aires festivos, con sus más de 100.000 personas, fue convocada por la Confederación Europea de Sindicatos y en ella participaron, junto a los líderes sindicalistas, numerosos dirigentes de la izquierda parlamentaria agrupados en el Foro Social de Barcelona. Su reivindicación fundamental sobre el pleno empleo y los derechos sociales coincide en buena medida con las conclusiones de la Cumbre de Lisboa de marzo de 2000 y en ello está su posible fecundidad pero también sus límites. Sólo la intransigente defensa del patrimonio europeo de logros sociales y su alineamiento con la dimensión pública de la vida de la comunidad podrán evitar su recuperación por el liberal conservadurismo. Esta mañana estará teniendo lugar la manifestación de los movimientos sociales y los grupos alternativos reunidos en la Campaña contra la Europa del Capital que en su manifiesto y quizá aún más en la Declaración Otra Europa es Posible de los grupos ATTAC en Europa, plantea con claridad el horizonte de objetivos que desde Europa postulan los otromundistas. La libertad total de capitales y el mercado financiero único, si no vienen acompañados de un encuadramiento fiscal efectivo, aumentarán la especulación y la inestabilidad financiera. Finalmente el desmantelamiento de los servicios públicos y la total desregulación del mercado de trabajo que proclaman para conseguir el pleno empleo no son comportamientos económicos racionales sino dictados de una ideología. Gracias a las manifestaciones, por fin hablamos en serio de Europa y de su futuro.

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