EL MUNDO › ESTA ES LA PRIMERA FASE DE UN PLAN DEL AÑO 2000

Se viene un terreno de espinas

 Por Eduardo Febbro

Ejército regular, reservistas, policía nacional y unidades especiales de Tsahal: el plan aplicado actualmente por el ejército israelí a fin de reocupar los territorios palestinos autónomos fue elaborado en el año 2000 y lleva un nombre de código por demás evocador: “Terreno de espinas”. La fase actual, “Muro Defensivo”, no es más que la aplicación –parcial– de ese dispositivo que, además de la recuperación total o parcial de los territorios palestinos, también apunta a ofrecer un paraguas de protección global al territorio israelí, incluso a costa de la protección de las colonias judías.
Dieciséis divisiones blindadas y 13 brigadas independientes componen el esquema militar israelí, que totaliza una movilización de 120.000 hombres “activos” a los que se les puede agregar más de medio millón de reservistas. El ejército israelí cuenta con medios más que suficientes para imponerse militarmente en los territorios: 4000 tanques de fabricación británica, norteamericana, rusa o israelí –los famosos Merkava–, 9500 vehículos de transportes de tropas, 1300 piezas de artillería, aviones, helicópteros. A esta contabilidad militar cabe sumarle el elemento decisivo aportado por las informaciones suministradas por los servicios secretos. Sin embargo, por más que se sumen armas y más armas al intrincado tablero de la crisis israelo-palestina, observadores occidentales ponen de relieve un elemento que califican como “impermeable” a ese poderío militar. Dicho elemento es la constitución actual de la sociedad palestina. Cuando en 1982 Ariel Sharon lanzó el operativo “Paz en Galilea” en el Líbano, su “enemigo” era la OLP. Hoy ese adversario es una sociedad civil y política que, con los acuerdos de Oslo y las sucesivas violaciones a los pactos, descubrió sus derechos y su legitimidad como sociedad palestina.
Un diplomático occidental destacado en Israel argumenta al respecto que “ese cambio, que no es militar, pesa muchísimo en el contexto de un conflicto como éste. Cuando un grupo como la OLP se vuelve una autoridad, hay que admitir que, detrás de esa autoridad, hay una sociedad civil y política. La historia nos ha probado que si bien es posible vencer a los grupos, no ocurre así con las sociedades civiles y políticas”.

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