EL MUNDO › COMO FUNCIONA UNA MATERNIDAD BAJO LA OCUPACION

Nacer en medio de la muerte

Por E.F.
Desde Nablus

La muerte deja un silencio extraño, un silencio poblado de respeto al que hasta los “enemigos se pliegan”. Las huellas de Nablus muestran las heridas de un combate extremo, sobre todo en las interminables callejuelas de la Casbah. Ariel Sharon había decretado que Nablus era la “capital del terror”. Hoy, es la capital del silencio, de las piedras agujereadas por los impactos de bala, de los autos aplastados, de los caños de agua reventados, de los postes de luz y teléfono arrancados, de las veredas destruidas. Allí por donde pasaron los tanques israelíes, nada quedó sano. Nablus, nombre suave y casi etéreo, nombre de mil y una noches que perdió en siete días las letras de su abecedario. El edificio de la sede del gobernador ofrece el espectáculo de una venganza con saña. La entrada está perforada por amplios impactos y el retrato de Yasser Arafat fue arrancado a golpes de ráfagas de ametralladora. Ruinas y más ruinas, ruinas sobre ruinas.
Un poco más arriba, sobre el monte Jerezin, uno de los muros del cementerio fue derribado por un tanque: otro agujero que da a un nuevo agujero, el campo de refugiados de Balata, refugio de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa. Nada cuenta mejor la muerte como las condiciones de la vida. En la maternidad del hospital Al-Ittihad de Nablus hay muchos bebés que nacieron bajo las bombas. Varios están en incubadoras, porque nacieron antes de tiempo, en condiciones extremas. Hay que llamarla “ella”, porque la bebita no tiene nombre. Su madre llegó hasta la maternidad, dio a luz y regresó a su casa. Tenía cinco hijos más y temblaba de miedo ante la posibilidad de que su casa fuese destruida por las bombas. Las parteras le pusieron sólo un sobrenombre: “El bebé de Balata”. Kiyan sí tiene nombre y su historia ya la hizo famosa. Kiyan nació hace nueve días. Nació en la maternidad, pero pudo no hacerlo. Su madre permaneció 10 horas en la ambulancia inmovilizada a la salida del campo de Balata. En la maternidad de Al-Ittihad, historias como éstas hay tantas como bebés en las incubadoras. Manos cerradas, ojos que lagrimean y llantos por hambre. No vieron nada. El hijo de Daoud nació en una ambulancia que la vino a buscar. La guerra contra el terror le cerró la ruta. Durante cuatro horas, madre e hijo fueron uno. Pero el bebé nació adentro. La ambulancia recién fue autorizada a pasar el check point de los israelíes cuando el médico les mostró el bebé a los soldados. El doctor Daragne constata que durante los días de combate hubo muchos nacimientos prematuros. Asegura que no sabe si fueron los nervios o la tensión los que los provocaron. “No hubo desastres –dice–. Los evitamos. Pero estamos siempre en el borde. Nos falta sangre, medicamentos, oxígeno. Hace unos días recibimos ayuda de la Cruz Roja, pero todavía falta. Hubo muchos muertos...”

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