EL MUNDO › COMO FUE EL DESALOJO DE NETZARIM

Llanto y resignación

 Por Sal Emergui*
Desde Netzarim

Lágrimas, rezos, dolor y tranquila resignación. Así recibieron los habitantes de la colonia de Netzarim, la última que quedaba por evacuar, a los soldados y policías israelíes que en pocas horas desalojaron a las 80 familias y a más de 200 jóvenes infiltrados en las últimas semanas. No hubo milagro que evitara la evacuación. En Netzarim, invadida por camisetas anunciando la llegada inminente del Mesías, tenían claro que había llegado su turno.
A pesar de ello, mientras en la mañana de ayer un grupo de jóvenes recogía la enorme Menorá (candelabro judío) que presidía la pequeña sinagoga, al otro lado de la calle un colono aún trabajaba en la remodelación de su tejado, convencido de que su casa no sería destruida por los bulldozers en los próximos días. Para todos los colonos en la Franja de Gaza, Netzarim (fundada en 1972) era un símbolo. Era el referente ideológico, religioso y nacional. Por su aislamiento respecto del resto de colonias y su cercanía con las poblaciones palestinas, a tan sólo dos kilómetros de la ciudad de Gaza, Netzarim había sido en los últimos años escenario de numerosos ataques de los milicianos palestinos. Era el asentamiento más protegido de los 21 que han sido vaciados. La única colonia donde era obligatorio entrar en un vehículo blindado.
Quizá por su dependencia del paraguas militar, ayer no hubo grandes enfrentamientos entre los colonos y el ejército. De hecho, los colonos y los soldados de la unidad Sansón –encargada de la protección del asentamiento– rezaron y lloraron juntos en la ceremonia religiosa de despedida.
El rabino Tawil y el oficial al mando de la unidad, Udi Ben-Moja, se abrazaron durante varios minutos, dejando claro que no era momento para divisiones. Contrariamente a otros lugares como Neve Dekalim o Kfar Darom, donde los gritos y la frustración de los colonos se dirigieron hacia los soldados y policías, aquí todos miraban al cielo. “¿Por qué? ¿por qué?” era lo único que pronunciaba el rabino.
Los centenares de colonos –llevando como escudo la Menorá y los rollos de la Torá (libro sagrado)– caminaron por las calles antes de buscar un asiento en las decenas de autobuses que los esperaban. Al final, los soldados y policías irrumpieron para expulsar a los colonos más radicales. Eso sí, “con determinación y sensibilidad”, como marca el eslógan militar para esta operación. Por la noche, Netzarim se dio cita en Jerusalén para rezar ante el Muro de los Lamentos. De ahí, hacia Ariel (Cisjordania), donde vivirán temporalmente en caravanas.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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