EL MUNDO › EL CASO DE LA FILTRACION DE LA AGENTE SECRETA

Una fuente y una anotación

Judith Miller, la periodista del diario The New York Times que estuvo en la cárcel 85 días por negarse a revelar la fuente que le filtró la identidad de una agente de la CIA, volvió a las primeras planas de su país. Dos inocentes palabras –“Valerie Flame”– en sus anotaciones sobre Irak y la supuesta existencia de armas de destrucción masiva de ese país vuelven ambiguos sus testimonios. Ese nombre es, cambiándole una consonante, el de la agente de la CIA que fue revelado por la prensa, Valeria Plame. Miller ya había declarado que su fuente era Lewis Libby, el jefe de gabinete del vicepresidente, Dick Cheney, aunque sigue negando que haya sido él quien le dio el nombre de Plame. La periodista le dijo al fiscal que “no creía” que lo haya escuchado de Libby, pero que “no recordaba” quién había sido su fuente.
El caso podría terminar afectando al gobierno de George W. Bush. Además de Libby, el asesor presidencial Karl Rove también está siendo investigado por la filtración del nombre de Plame. No sólo es una cuestión de seguridad nacional la identidad de los agentes de la CIA, sino que, además, Plame es la esposa de un diplomático, Joseph Wilson, que se opuso a las denuncias sobre supuestas armas de destrucción masiva en Irak –que fueron el fundamento para la invasión de 2003–. Según el mismo Wilson aseguró ese año, el nombre de su mujer fue revelado en represalia a sus críticas a la política y las acusaciones de Washington sobre Irak.
“En mi testimonio dije que no creía que el nombre de la agente de la CIA proviniera de Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente, Dick Cheney, en parte porque esa anotación no aparece en la misma parte de mi libreta de notas de una entrevista con él”, explicó la periodista de 57 años. El 30 de septiembre pasado, Miller nombró por primera vez a Libby luego de llegar a un acuerdo con el fiscal especial del caso, Patrick Fitzgerald, para salir en libertad. Desde ese momento, Miller volvió a declarar otras dos veces ante Fitzgerald, sin aportar nuevos nombres. A pesar de que la aparición de las anotaciones de la periodista de The New York Times abre la posibilidad de que haya habido otras fuentes gubernamentales, en su acuerdo con Miller, Fitzgerald aceptó limitarse a interrogarla sólo sobre sus entrevistas con Libby.
Libby fue un fuerte defensor de la justificación para invadir a Irak: la existencia de armas de destrucción masiva en ese país y la amenaza que eso suponía para los Estados Unidos. Wilson fue su contracara. Públicamente calificó de exageradas estas acusaciones y se opuso a la invasión. Después de dos años de investigación, y con un plazo que vence el 28 de octubre próximo, Fitzgerald todavía parece estar lejos de identificar a los responsables de exponer la identidad de la agente Plame.

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