EL MUNDO › POR QUE CHINA CAMBIO SU RELACION CON NORCOREA

El aliado que se enojó con Kim

 Por Virginia Scardamaglia

La noticia le cayó como una bomba. “¿Cómo? ¿Que hicieron qué?”, exclamó furioso el presidente chino Hu Jintao cuando se le informó que Corea del Norte había llevado a cabo una prueba nuclear. Corrían los primeros días de octubre de 2006. Las conversaciones a seis bandas estaban estancadas y la retórica estadounidense contra Norcorea estaba en ascenso. Kim Jong Il decidió dar una muestra de lo que era capaz su país. Pero el líder que China había defendido de toda crítica por años fue demasiado lejos. Después de la prueba, Beijing dio su apoyo a la resolución 1718 del Consejo de Seguridad para imponer sanciones a Pyongyang. Así, China se apartó de su relación tradicional con Corea del Norte, cambiando el tono diplomático por uno de castigo, y después sería clave para lograr el acuerdo alcanzado hace un mes, convenciendo a estadounidenses y norcoreanos de ceder en puntos clave.

China es mediadora entre Norcorea y el resto del mundo. Es el único país con el que el régimen de Kim Jong Il mantiene una verdadera relación. Beijing ha apoyado a su vecino tanto política como económicamente desde la guerra de Corea en 1950. Es el principal socio comercial y proveedor de comida, armas y combustible de Pyongyang, asegurándose así una nación estable en su frontera noreste. El colapso del régimen norcoreano significaría la llegada de una ola de refugiados a través de la frontera de 1400 kilómetros. El comercio y las inversiones chinas en Corea del Norte ahora llegan a los 2000 millones de dólares por año. Pero si hay algo que probó el ensayo nuclear fue que a pesar de tener influencia, Beijing no puede controlar a Pyongyang. “Corea del Norte es un país aliado de China, pero no es un títere. Tiene sus márgenes de autonomía”, explicó a Página/12 el analista Fabián Calle, del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN).

China ha llamado repetidamente al uso de la diplomacia, en vez de la fuerza, para lidiar con el régimen norcoreano. Desde 2003, China es anfitriona de las conversaciones a seis bandas y ha sido el interlocutor diplomático clave, trayendo a Pyongyang de nuevo a la mesa de negociaciones y urgiendo a Estados Unidos y otros a suavizar su retórica antinorcoreana. En la última década, la postura de Beijing había sido culpar a Estados Unidos por la actitud de Kim. “El mayor problema al que nos enfrentamos son las políticas norteamericanas hacia Corea del Norte”, indicó el embajador Wang Yi en 2003.

China estaba dispuesta a vivir con cierto grado de ambigüedad sobre la capacidad militar de su vecino mientras no cruzara la “línea roja” de la prueba nuclear, ya que esto alimentaría el temor en la región y podría provocar la proliferación en otros países como Japón o Corea del Sur. La acción norcoreana del 9 de octubre no sólo traspasó ese límite sino que también complicó las relaciones de Beijing con Washington al poner en cuestionamiento la estrategia diplomática de China hacia Corea del Norte. A Kim el tiro le salió por la culata: su defensor ante el mundo terminó apoyando las sanciones.

El papel internacional de China salió reforzado en la zona: tanto ante Estados Unidos como para ser posible mediadora en otra crisis. Beijing tenía sus objetivos claros desde el principio. “China no está trabajando para resolver la crisis nuclear con el objetivo de ayudar a Estados Unidos o a Corea del Norte”, explicó un periodista de la agencia de noticias Xinhua en Beijing. “Estamos preocupados solamente por la estabilización de la región, por interés propio de China.”

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