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El testigo encubierto se descubrió y no aportó

El abogado Gustavo Semorile declaró ayer en el juicio por el atentado contra la AMIA. Quedó en claro que el juez Galeano lo tendría que haber procesado por extorsión pero no lo hizo para que acuse a Ribelli.

 Por Raúl Kollmann

Fue una jornada esperada. Ayer declaró en el juicio por el atentado contra la AMIA el primer testigo de identidad reservada: el abogado Gustavo Semorile, quien fuera defensor de Carlos Telleldín y al mismo tiempo participó en arreglos que se hicieron entre “El Enano”, como le dicen a Telleldín, y el otrora poderoso comisario Juan José Ribelli. En el marco de esos arreglos y extorsiones, Telleldín le habría entregado a Ribelli la camioneta que después explotó en la AMIA. Además, el testimonio de Semorile también era esperado porque revelaría una trama de maniobras en las que el juez Juan José Galeano habría perdonado al abogado por participar de las extorsiones a cambio de una declaración contra Ribelli.
Gustavo Semorile fue testigo de identidad reservada, pero el Tribunal Oral número tres levantó el secreto sobre su identidad a raíz de que ya era público y notorio que todas las partes conocían de quién se trataba. “Fue Galeano el que me ofreció que declarara en secreto”, dijo Semorile ayer.
Para la investigación sobre el atentado, el testimonio de Semorile tiene cierta importancia. El 4 de abril de 1994, tres meses antes del ataque terrorista, Carlos Telleldín fue detenido por policías de la Brigada de Lanús. Estaba en compañía de una joven amante, Sandra Petrucci, y quedó preso porque su negocio era el armado de autos con partes robadas. El jefe de la Brigada de Lanús negoció en ese momento dejarlo en libertad, para lo cual Telleldín tuvo que pagar 40.000 pesos, entregar un Ford Falcon, un Renault 18 y una moto Kawasaki. Sin embargo, según Telleldín y también según el juez Galeano, en aquel arreglo quedó debiendo dinero a Ribelli y, supuestamente, el 10 de julio de 1994, ocho días antes del atentado, “El Enano” le entregó a Ribelli la Trafic como pago de la deuda contraída a raíz de la extorsión. Galeano dice que Ribelli le entregó entonces el vehículo a los terroristas para que perpetraran la masacre.
Sobre la extorsión del 4 de abril hay numerosas evidencias: está la declaración de la joven Sandra Petrucci, la de un transportista que llevó el Ford Falcon y la moto hasta la Brigada de Lanús y, por supuesto, la del abogado que armó el arreglo, Semorile, quien ayer ratificó todo. O sea que desde el punto de vista de la investigación, la extorsión quedó sólidamente probada, claro que habrá que ver cómo se demuestra que Telleldín pagó la deuda tres meses más tarde, que lo hizo con la Trafic y, sobre todo, que Ribelli y los demás policías sabían que era para el atentado.
Pero el otro aspecto que interesaba en el testimonio de Semorile estaba referido a una trama oculta de lo ocurrido. La persona que habría “entregado” a Telleldín era su esposa, Ana Boragni. Ella, furiosa por las andanzas del “Enano” con la joven Petrucci, le pasó el dato a Semorile y éste arregló con Ribelli que sus hombres lo detengan. Después ocurrió lo previsto: Telleldín, detenido, convocó a su abogado, Semorile, y éste, haciéndose el sorprendido, intervino en el caso pactando la entrega del dinero, los vehículos y la moto. La prueba de ese arreglo es la moto, que en verdad quedó en poder de Semorile. Según declaró uno de los secretarios de Galeano, Claudio Lifchitz, el juez conocía toda la participación de Semorile en la extorsión, pero no lo procesó sino que arregló con él que declarara contra Ribelli a cambio de hacer la vista gorda. Es más, Galeano filmó a Semorile con una cámara oculta y después –según Lifchitz– usó el video para coaccionar al abogado y obligarlo a declarar contra Ribelli.
–¿Cómo es que se quedó con la moto? –le preguntaron ayer a Semorile.
–Bueno, fue parte del pago que me hizo Telleldín por mis servicios.
–¿Cuántas veces cobra usted con una moto? –insistió ayer un juez del Tribunal.
–Muchísimas.
–¿Y le cobra a sus clientes con una moto en la Brigada de la policía? –insistió el juez Miguel Pons.
Allí, Semorile argumentó que no se acordaba mucho, adujo falta de memoria, lo que puso muy molestos a los jueces. De todas maneras, pareció quedar claro que Galeano actuó irregularmente al haber mirado para otro lado en el tema de la extorsión, no procesando a Semorile como correspondía, y arregló con el abogado la declaración contra Ribelli.

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Después de 3000 días de la masacre, sin culpables.
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