EL PAíS › LULA SALIO AIROSO DEL ULTIMO DEBATE
TELEVISIVO ANTES DE LAS ELECCIONES DEL DOMINGO

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Lula está muy cerca de ganar en primera vuelta, aunque ningún dirigente del PT lo da por seguro, y anoche recibió una ayuda impensada: en el debate de televisión de la Red Globo los demás candidatos eligieron no atacarlo a él sino a José Serra, el candidato oficialista.

 Por Martín Granovsky

Si es presidente quien está primero en las encuestas pero también el que tiene buena estrella, Luiz Inácio Lula da Silva puede estar tranquilo de aquí a las elecciones del domingo. Su estrella no es solo la roja de cinco puntas del Partido de los Trabajadores que anoche llevaba prendida en la solapa de su traje oscuro, refulgente, sino la propia: anoche, en el último debate presidencial, los candidatos menores no lo atacaron a él sino al segundo, el oficialista José Serra.
Puestos delante de las cámaras de TV Globo, que en 1989 fabricó la candidatura de Fernando Collor de Mello y castigó a Lula pero ahora, en cambio, lo aceptó, los candidatos lucían formales. Presidenciales. Presidenciables: comparecieron Lula, 49 por ciento de los votos válidos según Datafolha; Serra, 22 por ciento; Anthony Garotinho, Partido Socialista Brasileño, ex gobernador de Río de Janeiro, 17 por ciento; y Ciro Gomes, ministro de Fernando Henrique Cardoso en el primer año de gobierno, ahora con discurso anti Fondo Monetario, con solo el 11 por ciento.
De acuerdo con el sistema brasileño, no habrá segunda vuelta si el primer candidato obtiene la suma de los votos obtenidos por el resto de los candidatos, más un sufragio. Lula, con el 49, está a un uno por ciento más un voto de la victoria en primera vuelta. Si el margen de error es del dos por ciento ese 49 puede ser un 51 pero también un 47. Por eso, incluso desde su tranquilidad, dirigentes del PT comentaban anoche a Página/12 que no son exitistas.
“Pasamos el debate bien, con todos atacando a Serra y Lula muy suelto, y ahora viene el desafío del domingo, cuando pondremos en la calle una gran presencia del PT”, dijo un antiguo asesor del candidato.
“Es una gran responsabilidad para todos”, dijo el conductor en la presentación. “El país da una muestra de civismo y civilidad”, agregó solemne. Sonaba a palabrerío. Pero el animador, traje azul oscuro, camisa blanca, corbata amarillenta, tenía pensada la respuesta al cuestionamiento mental, y aclaró que el civismo es por hablar a todos y la civilidad por no agredirse.
El sistema para tanto civismo fue civilizado. Muy civilizado. Con parámetros argentinos, aburrido. Con parámetros brasileños, a primera vista quizás también, pero la verdad es que los dos candidatos principales, Lula y Serra, discutieron proyectos y fueron a fondo con cada propuesta.
En el principio, el conductor sacaba un tema y decía qué candidato, según sorteo, debía hacer una pregunta a cuál. Serra eligió a Lula para preguntarle por la flexibilización laboral. Lula, como durante todo el programa, se frotó las manos y empezó bien serio, como para compensar el seseo que le da un tono familiar.
“El costo Brasil es por las tasas de interés, por la falta de infraestructura, por la baja calidad de caminos, aeropuertos y puertos”, dijo. Y prometió, por primera vez en el programa pero no por última, porque su tono conciliador y negociador fue permanente, que buscaría las soluciones “junto a empresarios y a la estructura sindical, adecuar los sistemas a los tiempos que vivimos hoy. Una cooperativa no puede tener las mismas obligaciones que una multinacional. Dos millones de personas dejaron el campo. Más de los que fueron asentados en ocho años”.
Añadió Lula que “hay que invertir en agricultura, en pequeña y mediana empresa, en turismo, en servicios. Pero ningún país avanza si la tasa de interés es mayor que la tasa de ganancia de las empresas. Hay que cambiar, y negociando”. En su respuesta, Lula no fue antiempresario. Justamente ayer se conoció la noticia de que las 247 mayores empresas que cotizan en Bolsa registraron en el último trimestre un perjuicio de 7500 millones de dólares
–¿Apoya la flexibilización?
–Como fue hecha por este gobierno no, porque no generó empleo. Queremos juntar el movimiento sindical, a los empresarios y a los especialistas para modernizar el sistema y salir de uno que imita la carta de trabajo de Mussolini.
Serra preguntó también por qué los ómnibus de San Pablo cobraban 1,40 el boleto, una tarifa cara.
–Si fuera una disputa para intendente, sería más fácil. Marta Suplicy lleva solo un año y pico en el gobierno y encontró a San Pablo quebrada después de ocho años de los gobiernos de Pita y de Maluf. Pero debe haber razones para un nuevo contrato social que obligó a los empresarios a renovar la flota de ómnibus, y debe haber razones para que Marta haya mejorado el transporte.
–Usted dijo que había que fijarse en la capacidad de administración del PT. Pero las tarifas también son altas en las comunas de alrededor de San Pablo gobernadas por su partido. Lo importante es lo que se hace en el gobierno.
–El ajuste de Marta fue acordado –respondió Lula–. Pero la experiencia de ustedes, Serra, es haber dejado a Brasil casi en una situación de convocatoria de acreedores internacional. La agricultura exporta menos. Le agradezco su preocupación, querido mío, porque en un año y medio de gobierno de Marta usted no hizo ningún reclamo por las tarifas.
–La tarifa pública debe ser controlada –dijo Serra.
–Está bien controlar –dijo Lula–. Los trabajadores ganaron salarios ridículos mientras los servicios aumentaban.
Entusiasmado y seguro en la tribuna, Lula aprovechó para hacerle a Garotinho una pregunta sobre la sequía en el Nordeste, en rigor una oportunidad para decir que “la sequía es un problema de la naturaleza, pero el hambre es una decisión del hombre”. La táctica era sencilla: Garotinho terminó apoyando a Lula en su posición y su crítica al gobierno de Cardoso. Lula fue más adelante y tomó la posta para decir que en el Piaiauí se había perdido un millón de litros de agua. Un modo de mostrarse, otra vez, presidenciable al evidenciar seguridad con las cifras.
–Ser simplista, y decir solo que uno está a favor o en contra de algo, es una irresponsabilidad –dijo al comentar un detalle del debate sobre agua en el Nordeste–. Hay que actuar con responsabilidad.
Garotinho preguntó a Ciro si establecería un corralito como en la Argentina o Uruguay.
–Si la oposición derrota a este modelo para un nuevo proyecto, podremos evitarlo –dijo Ciro–. Pero la escalada de la deuda interna que hicieron estos señores es un desastre.
Gomes, a su turno, preguntó a Serra qué pasó para que Brasil tuviera tantos desempleados.
–La gente puede pasar horas haciendo críticas, pero soy optimista sobre el futuro –dijo Serra sin contestar la pregunta.
–Tengo 20 años en la vida pública y también soy optimista –respondió Ciro–. Pero el país crece a una tasa que no llega al 2 por ciento porque los salarios y la riqueza pasan al sistema especulativo, y eso pasa hoy.
–Estuvieron la crisis argentina, la caída de las torres, la crisis económica norteamericana –recordó Serra–. Pero somos campeones también en soja, en acero, en aviones, la mejor campaña contra el SIDA en el mundo.
Ciro dijo que el problema fue un tipo de cambio artificial. –La política cambiaria fue hecha por Ciro Gomes como ministro de Hacienda –precisó Serra filoso–. Y de la crisis se sale produciendo.
–Fui ministro en una emergencia –contestó Ciro–, y apliqué la flotación del tipo de cambio, no la rigidez que aplicó él después desde el Ministerio de Planeamiento.
Lula vestía traje negro, camisa blanca y corbata bordó con franjas blancas. Al candidato del PT le tocó arrancar preguntándole a Ciro Gomes sobre educación, cuotas sociales y cuotas raciales. “Están los negros, están los pobres que no tienen espacio en la universidad pública”, introdujo. “¿Qué harías?” Ciro, traje negro, camisa blanca, corbata bordó a lunares blancos, dijo que de sus 14 años de educación, 12 los pasó en la escuela pública. Rindió homenaje a sus maestros y prometió “un shock de calidad basado en la compensación salarial de los educadores a cambio de un programa de entrenamiento”.
Lula se restregó las manos y contó que en su programa de educación habrá una cuota especial para la comunidad negra, porque “ahí hay una deuda”, y más dinero para becas porque “no es posible que un país que tiene dinero para financiar una multinacional no tenga dinero para financiar a un joven brasileño”.
–¿Cómo hace para detectar a un negro cuando la mayoría no se define como tal? –preguntó el periodista.
–El preconcepto en Brasil es tan grande que mucha gente por falta de conciencia política dice: “No soy negro”. El problema no es ése, sino que en el mercado de trabajo y en la enseñanza el negro es marginado históricamente en Brasil.
El tema es social, pero también tiene su costado electoral. Los religiosos afrobrasileños reclaman un espacio cada vez mayor, en competencia con el catolicismo y los evangélicos. Asentados en todas las listas, pretenden la participación de los pais umbandas en las ceremonias oficiales en igualdad de condiciones con los demás.
Ciro preguntó a Garotinho por la jubilación. Era obvio por qué se dirigía a él: ambos compiten, en principio, por el tercer lugar, que en las encuestas pertenece todavía a Garotinho. Ciro Gomes corre el riesgo de sacar menos votos que en las últimas elecciones, lo cual sería mortal para un político de 43 años que se siente llamado a ser presidente en las próximas elecciones.
Garotinho, traje azul, camisa blanca, corbata bordó, raya al medio, dijo que no puede ser que tantos trabajadores con cabellos blancos, que aportaron cuatro salarios, reciban dos de jubilación. Prometió un nuevo sistema de capitalización, combinado con reparto. No dijo si se apoyaría en el sistema argentino, donde la capitalización ligada a los bancos fue lo que provocó en buena parte el déficit fiscal que los partidarios de la capitalización salvaje critican ahora.
–Cuando mi padre murió dejó una jubilación de cinco salarios, y ahora mi madre recibe uno –dijo el ex gobernador de Río de Janeiro.
Garotinho tuvo que hacerle a José Serra una pregunta sobre reforma agraria. Interrogó por la postura ante el Movimiento de los Sin Tierra, “esos trabajadores que buscan tierra”.
Traje negro, camisa celeste, corbata negra y blanca a rayas, Serra dijo que “en los últimos años del gobierno de Fernando Henrique (lo dijo así, sin apellido) fueron asentadas más familias que en toda la historia anterior”. Pero “no debe permitirse la ocupación de tierras, ni siquiera de las improductivas” y hay que tener en cuenta la productividad y el crédito.
Para Lula, la clave estos últimos días de campaña es cómo evitar la dilución de su figura, cosa que agrada al establishment, mientras no provoca rechazo ni en los electores ni en los sectores financieros, que cada vez más parecen resignados y habituados a la idea de que el próximopresidente será, desde el 1 de enero, un sindicalista de izquierda que en 1980 fundó un partido con otros gremialistas, cristianos de base e intelectuales independientes.
El semanario The Economist dedicó al candidato del PT la tapa de la edición que aparece hoy en Londres. El título es “El significado de Lula”. Para la revista, el desafío del PT es “mantener gobernable a Brasil sin aumentar la deuda”. Si lo logra, dice el editorial, “será un modelo para América latina”.

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Muy seguro, el candidato del PT aprovechó el último debate televisado para consolidar su posición.
 
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